Prólogo

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Agosto de 1989.


Stephen Herondale es un hombre de 21 años, rubio, a unos meses de titularse en la Universidad de Princeton, su mejor amigo Valentine Morgenstern le propuso la idea de asociarse e invertir en la Compañía. Su madre, Imogen, no estuvo de acuerdo que lo hiciera, pero ahí estaba él, sintiendo la frente sudar, lo que leía no podía ser cierto, debía tratarse de una gran mentira. 

Hizo sus cabellos hacia atrás y se levantó de su asiento, tenía que hablar con alguien. Esto no podía estar pasando, que resulte que su madre tuvo razón era perder una batalla y una grande, porque todo el dinero de su herencia lo usó para comprar acciones, ni siquiera se preocupó en su hijo que ya venía en camino. Él solo tenía un objetivo.

Stephen salió de su oficina, el edificio se encontraba vacío, las secretarias y empleados ya debían estar en sus casas o cenando, eso solo le enfureció más.

De la nada escuchó unos pasos, vio aparecer a Hodge Starkweather, con su dichoso traje que le hacía verse como un pingüino.

-¿Es esto cierto Hodge?

-¿Por qué no estás en casa con tú esposa? -Preguntó mostrando su asombro.

-Porque sin querer vi los estados financieros, pero la información que está aquí no concuerda con lo que hay en los libros y eso solo significa que fueron alterados -Respondió enfadado.

Stephen se mordió la lengua, deseó no ser tan expresivo.

-Stephen, tú no tienes que andar metiendo las narices en la información financiera, es mi área -dijo Hodge calmado.

-He invertido en esta empresa, merezco saber que demonios está pasando -exigió levantando la voz.

-Herondale, no te involucres en cuestiones que no te corresponden.

-El banco nos acaba de otorgar un crédito, esto significa que lo alteraron, estamos cometiendo fraude -Stephen mostró los papeles-, ¿Valentine está enterado de lo que hiciste?


-¿Quién crees que me pidió que hiciera lo que hice?


-¿Qué dices? ¿Valentine te lo pidió? ¿Por qué? -Reclamó Stephen y lo empujó.

Hodge tambaleó, era un hombre solo un poco mayor que él, pero sabía que era muy inteligente y que Valentine confiaba en él.


--¡Por qué estamos en la maldita quiebra Stephen!



En silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora