11. Marcas

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Where there is desire
There is gonna be a flame
Where there is a flame
Someone's bound to get burned

Try - Pink  

-No puedes continuar saltándote clases  ̶ le dijo Alan mientras caminaban sobre la suave nieve de noviembre.

-Estoy bien, de todas formas pasaré todos los exámenes.

-No sé que es lo que te ha hecho Annie  ̶ su amiga se frenó en seco  ̶ si quieres no ir a sus clases lo entiendo, pero ¿Por qué no al resto?

Abrió los ojos como platos, ¿Cómo lo había sabido?

-Soy tu mejor amigo, tonta.

Caminaron en silencio un rato más, hablando de sus planes para aquellas vacaciones. Disfrutaba la idea de tener a su mejor amigo para navidad, sabiendo que él también estaría presente, necesitaría apoyo moral. Oliver y Alan eran sus mejores amigos porque la entendían sin hacerle demasiadas preguntas. Se sentaron bajo el tronco de un árbol y realizaron un hechizo calentador, observando como los alumnos mas pequeños disfrutaban de la nieve.

-Es lo mejor ̶ soltó Annie de golpe  ̶ me costó entenderlo, pero realmente es lo mejor para ambos. No era algo normal, de hecho, no estoy ni siquiera enojada con él  ̶ mintió.

-Me alegro entonces, te extrañaba en transformaciones  ̶ la abrazó y continuaron en silencio observando los blancos jardines.

Lupin charlaba animadamente con la profesora Trelawney por los pasillos vigilando, se asomó por una arcada y vio a sus alumnos de segundo haciendo una guerra de bolas de nieve.

Sonrió, Sybyl contemplaba más a lo lejos.

-Pobre niña...

Aquello llamó la atención de Remus y dirigió la vista hacia donde miraba Sybyl.

Se le revolvió el estómago. Annie estaba sentada bajo un roble abrazada de aquel joven. Hacía casi un mes que no la veía por sus clases, supuso que había entendido el mensaje, Remus John Lupin no era ningún idiota. No podía creer como se había dejado engañar por aquella niñita...

-¿Hablas de la señorita Lowe? Parece muy feliz junto a su noviecito.

-No Remus, pocas veces me equivoco  ̶ rodó los ojos sin que la mujer lo pudiese ver  ̶ Lo vi en su mano, ella tiene la marca de la luna.

Carraspeó, sabiendo lo que aquello significaba. Pero no podía ser, no Annie.

De adolescente había estudiado a fondo todas las particularidades de su condición, para comprenderse mejor y buscar un antídoto. Fue en aquel momento de particular interés un libro sobre ellos.

-Disculpame Sybyl, ¿Te molestaría continuar sola? Recordé que necesito corregir un trabajo para los de tercero.

-No te hagas problema, te veo en la cena ̶ dijo volteando ella pero él ya se había marchado.

Intentó no correr hacia la biblioteca y se obligó a caminar, no quería alarmar a nadie. Saludó a Irma, la bibliotecaria, y le pidió si le abría la puerta de la sección prohibida. La anciana accedió de buena gana y hasta le ofreció un café, Lupin había sido en su época uno de sus alumnos preferidos.

Buscó por algunos estantes intentando ocultar su desesperación, sabía que el libro debía estar allí, lo había leído alguna vez. Estaba por darse por vencido cuando lo vio a un costado, lleno de polvo.

Los hijos de la luna, por Erasmus de Éfeso, un antiguo griego que escribió sobre hombres lobo, entre otras cosas.

Abrió el libro y lo hojeó buscando el capitulo que necesitaba, cuando lo encontró soltó un suspiro y se dispuso a leer.

Todos nacemos con nuestra contraparte, tal como existe el día, existe la noche. Los hijos de la luna, a menudo suelen sentirse incomprendidos y equívocamente solitarios. La naturaleza sabia proveyó a estos una compañera de vida, un antídoto para su pesar lobuno, los hijos de la luna sabrán identificarla entre el resto de las hembras por la conexión y por algún indicio corporal. Una vez identificada la hembra, no podrá establecer ningún otro tipo de relación semejante con otra, ya que esta misma es un regalo de la propia luna su hijo, una mujer hecha para complacerlo y acompañarlo en su larga vida.

Contuvo la respiración, Anastasia no podía estar condenada a él. Cerró el libro de golpe y lo acomodó en su lugar. Caminó por la sección prohibida pensando, debía haber alguna especie de cura, no podía resignarse a arruinarle la vida a aquella joven.

Que ya de por si se encontraba muy bien sin él. Era lo mejor para ambos.

Por un momento pensó que Sybyl podía haberse equivocado, pero era innegable la sensación de bienestar que le producía estar cerca de Anastasia y el placer que le generaba el simple hecho que ella le sonriese. Sabía que era ella.

Su parte egoísta se regocijaba, el universo le había enviado una verdadera maravilla hecha especialmente para él, pero a su parte más razonable le daba terror. No quería, no debía estar cerca de Annie, no debía caer en la tentación.

Alan entró al comedor escoltado por su amiga, el rumor se había esparcido con éxito, lo cual fue un alivio para él. Todo Gryffindor creía que estaban saliendo juntos. Annie había decidido aquella tarde que no era una cobarde, nunca más se saltaría una clase, ni siquiera Defensa Contra las Artes Oscuras.

No será ni la primera ni la ultima vez que alguien te rechace, Lowe soltó su consciencia relajándola. Estaba reaccionando de manera exagerada y ella no era así. Intentaba autoconvencerse que no había sido tan grave.

El último mes había pasado la mayor parte del tiempo en el bosque, intentando cazar a Black, que había querido colarse al castillo y había roto el cuadro de la Dama Gorda. Era la excusa perfecta para faltar a clases, aunque en realidad, el verdadero motivo es que no tenía las fuerzas para cruzarlo.

Pero aquello era pasado, Lupin era un adulto, seguro no había sido la primera vez que había tenido una ¿relación? con alguien y no le guardaría ningún tipo de rencor. Mas bien había sido ella la que había reaccionado de manera infantil y había huido.

Sin querer su vista se posó en la mesa de profesores y suspiró aliviada al ver que no estaba, cuanto mas dilatara verlo, mejor.

-Pásame las patatas  ̶ le pidió Oliver, distrayéndola.

Hablaron de las vacaciones, en menos de veinte días volvería a ver a su familia, lo que significaba un gran alivio para todos. Los exámenes de mitad de curso se aproximaban, pero no le preocupaban ni un ápice, salvo claro los de Defensa Contra las Artes Oscuras, no por su contenido, sino por quien estaría presente, observándola.

Aquel lunes tomó valor y se dirigió al aula. Allí estaba él, sentado junto a su pizarra, esperando que todos entren. Annie se quedó pálida y miró hacia arriba rehuyendo a su mirada. Se sentó en su sitio habitual y apenas Oliver la acompañó comenzó a hablarle nimiedades.

-¿Y como vienen los entrenamientos?

Su amigo, sin darse cuenta de que simplemente preguntaba para distraerse comenzó a relatarle detalle por detalle de sus prácticas de Quidditch, ella lo miraba y asentía simulando interés. Cedric se sentó al otro extremo de la clase y la saludó, ella hizo lo mismo.

Lupin no dejaba de observar como el joven Diggory la observaba embobado y respiró hondo. No debía, no quería fijarse en...

Anastasia.

Esa mañana estaba mas habladora que lo habitual en su clase, la observó de refilón, su cabello rubio caía en cascada acompañando su bonita cara. Todo parecía brillar en ella.

Comenzó la clase sobre espíritus un poco nervioso, sintiendo la mirada de ella ausente. Se trabó varias veces, cosa muy extraña en él, pero consiguió continuar sin problemas. Le ardía la boca del estomago al imaginarse a su alumna a los besos con aquel joven, entonces echaba un vistazo en su dirección y siempre la veía tomando apuntes en su hoja, sin alzar la vista. Al terminar la clase, fue la primera en levantar sus cosas y marcharse.

No necesitaba seguir oyendo la voz del hombre que la había plantado durante más tiempo del necesario.

Out Of The Woods - Remus LupinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora