39. Lyall y Rosie

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Baby, baby, are you listening?
Wondering where you've been all my life
I just started living
Oh, baby, are you listening?

Adore you - Miley Cyrus

Durante la primer semana de vida de sus hijos, su casa fue un desfiladero de gente. Remus luego de pedirle permiso al señor Lowe se instaló en la habitación de visitas donde había estado dos navidades atrás, contra la voluntad expresa de Alec, que no dejaba de dispararle dardos con la mirada cada vez que lo cruzaba.

Aquiles cuidaba a su hermana, que ya estaba casi completamente recuperada. No se sentía en lo absoluto culpable por haber soltado el secreto de Annie, no lo había hecho por su hermana sino por sus sobrinos.

Annie había discutido con sus padres y Remus, no querían que entre en la Orden, apenas Alec se enteró pidió a sus padres entrar y ellos le dijeron que si lo aceptaban, no habría ningún problema.

-Hija, Remus tiene razón... eres madre ahora, no puedes ponerte en riesgo...

-Tu también eres mi madre, ¿Cual es la diferencia?

-No estamos debatiéndolo Anastasia, es una orden –le soltó su padre sin quitar la vista de encima a su nieta la cual cargaba en brazos –espero que tu no seas tan obstinada como ella, mi pequeña Rosie...

Miró a Remus a modo de súplica.

-Al menos participar de las reuniones, saber lo que está sucediendo de verdad. No digo luchar, entiendo que tengo dos hijos que criar... pero puedo aportar desde otro lado...

Él la miró, la idea de tenerla cerca aún mas cantidad de tiempo era demasiado tentadora.

-Creo, señor Lowe, que no es un mal punto –dijo su lobo preferido mirando a Alistair.

-Remus, deja los modismos, somos familia ahora –ella dio un respingo, nunca lo imaginó a su padre tan a gusto con aquella situación. Miró a su hija –si eso es lo que deseas Annie... Aparte es hora que la Orden conozca a mis nietos.

-Hay que frenarlo para que deje de hablar de ellos –le susurró Remus en voz baja, haciéndola contener una risa.

Lo había conseguido, y sabía que tarde o temprano haría en la Orden lo que ella quisiese.

-No –espetó su hermano Alec cuando aquella noche sus padres anunciaron en la cena que mañana Annie los acompañaría a todos a la reunión de Grimmauld Place –¿Se han vuelto locos? ¡Ya bastante tenemos con aguantarlo a él en nuestra mesa! –señaló a Lupin con un cuchillo, él lo miró sereno –No puedo creerlo tener una hermana tan pero tan estupida.

-Alec, ven y discúlpate –gritó su madre pero su hijo ya se había marchado dando un portazo.

Sarah carraspeó un poco nerviosa, ella no formaba parte de la orden pero si Apolo, y cuidaba la Residencia Lowe cuando estos no estaban.

-Disculpa Remus, es temperamental –le dijo apenado Alistair.

-Es un maleducado –soltó Aquiles.

Un llanto se escuchó de arriba, el portazo de su tío había despertado al pequeño Lyall.

Todos se pararon pero Annie hizo un gesto.

-Yo me encargo.

Subió las escaleras lentamente, aunque ya estaba completamente bien luego del parto, estaba agotada. No quería perderse un segundo de la vida de sus hijos.

Tomó a Lyall de su cuna y empezó a canturrearle una canción de cuna, meciéndolo suavemente, pero el pequeño no quería dormirse.

Suspiró, era inoportuno como su padre. Cruzó el marco hacia su habitación, desde que había vuelto a su casa nunca había cerrado aquella puerta. Se acostó en su cama con su hijo entre su pecho.
La coronilla de su cabecita rozaba el mentón de Annie, haciéndole cosquillas.

Le pareció que un sonido salía de la habitación de al lado cuando medio adormilada vio que era Remus.

-Perdóname –dijo asomándose a su habitación –venía a comprobar si estaba todo bien.

Ella sonrió con tranquilidad.

-Está bien, siéntate –le pidió moviéndose sigilosamente a un costado, dandole espacio.

Él los miró con ternura.

-Esta mordiendo su manita –dijo, ella había cerrado los ojos sin dejar de sonreír.

-Lo sé, puedo sentirlo –tomó su mano y la apretó –¿No tenemos los hijos mas lindos del mundo?

-Si –afirmó él –me hubiese gustado poder ayudarte cuando...

-Shhh, no arruines el momento –lo calló ella aún sosteniendo su mano.

Era el primer contacto íntimo que tenían desde que se habían quedado solos en San Mungo.

-Hable con el médimago –dijo con la sonrisa aún en su rostro –ya sabes, por nuestra condición...

Remus se paralizó. No. No quería que aquellos hubiesen heredado eso de él.

-Lo mas probable es que Lyall sea como tu –la miró horrorizado pero ella estaba muy tranquila y feliz, aún con sus ojos cerrados –pero me dijo que si cuando fue concebido tu estabas tomando regularmente la poción, puede que su transformación sea... diferente.

-¿Diferente como? –preguntó con un hilo de voz.

-Que a lo mejor no necesite la poción para estar... –pensó la palabra adecuada para no herir sus sentimientos –tranquilo. Y que a lo mejor su transformación, al yo ser una animaga, no sea tan dolorosa.

Rezaría todas las noches para que así lo fuese, pensó él.

-¿Y Rosie?

-No lo sabe aún, pero si es licántropa, puede que sea como Lyall. Generalmente es en el gen masculino que...

-Si, leí mucho sobre el tema en su momento.

-Perdona a Alec –cambió de tema medio dormida –no comprende como luego de tanto tiempo te sigo amando.

-¿Lo haces? –él nunca había dejado de hacerlo ni por un segundo.

-¿Te cabe alguna duda?

La respiración de Annie cambió, se había dormido junto a Lyall. Luego de media hora, Rosie comenzó a moverse en su cunita y él deseoso de saber como aquello se sentía, la tomó entre sus brazos luego de arrullarla y se recostó del otro lado de la cama, imitando la postura de Annie y logró entenderlo del todo.

Sus hijos eran su cable a tierra, así como el de él. Sintió a su hija olisquear su pecho un rato y luego dormirse hasta el punto tal de soltar un pequeño ronquido.

Podría quedarse junto a ellos tres así para siempre. No merecía nada de aquello, y era consciente. Pero sabía que los dos pequeños Lupin lo merecían todo.

Out Of The Woods - Remus LupinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora