Capítulo 3

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  Por alguna razón comenzaba a comprender fácilmente lo que la mujer intentaba transmitir, a la vez, se debía a que ésta realizaba muchas señas con sus manos. Casi me hacía sentir como un niño, me explicaba todo.

 Incluso fue tan amable que me dejó dormir en una de sus dos habitaciones. No sabía como agradecerle. El lugar era bastante reducido. Apenas había espacio para una cama, y lo que parecía ser una silla, la cual, a mi parecer, eran cuatro palos unidos con una soga, y una manta almohadillada con lana.

  No estaba segura de si todo era parte de un sueño, o algo por el estilo. No tenía sentido que me quedase en aquel lugar, pero algo en mi corazón me aseguró de que estaba lejos de casa, y era un mal necesario quedarme allí.

  Al momento en que me recosté en la cama, las imágenes de lo transcurrido en el día comenzaron a acribillarme el cerebro. Suceso tras suceso recordaba todo, desde que decidí salir, hasta que me topé con Ivar. Aunque ahora que rememoraba, se veía diferente, unos años más joven. Tal vez de mi edad. Demonios, lucía sexy de todas formas.

   Mientras analizaba cada detalle del día, acariciaba la manta de piel que cubría aquella cama. Noté que aquel lugar era húmedo, y bastante frío. Si mi tiempo en aquel lugar se prolongaba, debía buscar una muda de ropa más adecuada, no estaba segura de cómo iba a pagarla. Tal vez podría vender mi collar de oro.

  Al pensar en eso, mi mano se dirigió instintivamente hacia la joya en forma de águila. Tenía un pequeño rubí como ojo.  No era una joya que apreciara lo suficiente, no por sobre mis necesidades fisiológicas en frente a aquel frío. Sentía que calaba los huesos de mis manos y pies. No estaba segura de si ya estos últimos estaban tomando un color azulado.

  Suspiré con pesadez. A través de la pequeña ventana que se encontraba justo por sobre la cama, se podía ver que ya estaba anocheciendo. A pesar del frío, lograba conciliar el sueño, pero duraba poco, pues no dejaba de dar vuelas en la cama, buscando un poco de calor en aquel sombrío lugar.

  Sin darme cuenta, ya era de mañana, se notaba a pesar de la ausencia de sol. Estaba nublado, pero podía notar que la temperatura en el ambiente aumentaba poco a poco, al igual que la de mi cuerpo. Decidí levantarme, tenía planeado saludar a mi hospedante, y luego recorrer la aldea, y ver si podría encontrar de vuelta mi camino a casa.

  Eniarth me saludó, y señaló lo que parecía un desayuno. Me sonrió de una forma muy tierna, no quería hacerme ideas descabelladas en la cabeza, pero presentía que mi presencia en aquella casa la hacía feliz. Y no quería que mis pensamientos suenen raros o negativos, pero aquella idea me incomodaba.

  Terminé de desayunar lo que parecía agua caliente con hierbas,  y frutos secos, luego de eso le dí las gracias a Eniarth por todo, y le dije que iría a buscar mi camino de vuelta a casa, o al menos intenté transmitirlo. Pasé al menos diez minutos tratando de explicarle lo que quería hacer, ella me sonrió y dijo que esperaba que tenga suerte, o eso creo. No entendía muy bien su idioma, pero percibí algo que dijo. Creo que esperaba que vuelva antes de que caiga el atardecer.

  No había dado ni dos pasos fuera de la casa, y Eniarth me llamó con un vestido doblado en brazos, me lo extendió en frente a mi cara. En ese momento no sabía como reaccionar. No podía seguir aceptando tantos servicios de aquella amable señora. Una parte de mí quería decirle que no era necesario, que no lo necesitaba. Pero sería una mentira, estaba a principio de una hipotermia, estaba casi segura de que los vasos sanguíneos de mis pies estaban tan contraídos que mi circulación sanguínea allí era escasa. Necesitaba ese vestido.

  Acepté aquel regalo con una de mis mejores sonrisas, y le dije que la compensaría por toda la ayuda que recibía de ella. Ella se negó.

  -No, no, no. Debes usarlo. Te protegerá del frío, y llamarás menos la atención.- Dijo firmemente. Tras esto, inhabilitó el que me retractara. Suspiré, y volví a entrar. Fui directamente al cuarto donde había dormido y muy a mi pesar, comencé a retirar mis prendas. Hacía demasiado frío para estar en ropa interior.

  Luego de luchar con la extraña forma del vestido, el cual cabe destacar que era súper pesado. Salí de la habitación con una expresión de victoria. Eniarth sonreía feliz. Luego se acercó y dijo:

  -Pertenecía a Ingrid-  La voz de Eniarth calló. Eso llamó mi atención, mantuve mi mirada con la de ella. No me había percatado de que era más alta que yo, pero se encorvaba por la edad. Volviendo al tema; parecía que Ingrid había simbolizado alguien importante para Eniarth. Intenté expresar en mi mirada algo de comprensión.

  -¿Quién fue?- Mi pregunta era de esperar, ella la comprendió a la perfección. En conjunto con señas y una expresión de dolor me dio a entender que fue su hija.

  Eniarth me hizo señas, capté su mensaje rápidamente, y me dirigí a la mesa de su comedor, lentamente, comenzó a explicarme la historia de Ingrid. Desde su nacimiento, o eso entendí, hasta su muerte. Ella fue al valhalla, tras luchar como escudera, para el ejército de Ragnar Lothbrok, contra Northumbria. 

  Escuchaba atentamente lo que decía, por dos razones. Primero, era importante e interesante toda esa historia, y le debía a Eniarth escucharla. Y segundo, escucharla hablar, prácticamente me obligaba a intentar comprender lo que decía. Y a diferencia de ayer, ahora comprendía más de la mitad de lo que trataba de decirme.

  Creo que ya había pasado un largo rato desde que decidí sentarme para hablar con ella, pero no me había dado cuenta hasta que se levantó de su lugar, y señaló el corral de ovejas.

  No comprendí que quiso decir, al fruncir mi ceño, ella comprendió mi incertidumbre y dijo:

  -Debo trabajar, volveré más tarde.- Asentí, y decidí que yo también debería ocupar mi tiempo en ir a casa. O al menos intentarlo.


  

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