Capítulo 13

1.6K 177 0
                                    

  Pasé dos semanas practicando combatir con el escudo que Eniarth me había prestado. A esas alturas ya me estaba acomodando a su peso, y las ocasionales ampollas que me producía cuando lo sostenía con excesiva fuerza. No era tan habilidosa como Eniarth, pero ahora podía rendirle más batalla, mi duración era mayor en combate.

  Tuve la oportunidad de practicar con el joven que tenía como vecino. Se llamaba Reggan, era bastante serio para mi gusto, pero sonreía de vez en cuando, aunque lo hacía únicamente cuando le ganaba, y eso era en cada dos de cinco oportunidades.

    Eniarth me hablaba seguido de él, no fue difícil darme cuenta de sus intenciones, al parecer buscaba que muestre o manifieste algún tipo de interés hacia algún joven, por mi parte, le respondía que no estaba interesada, y que no conocía a nadie lo suficiente; por lo que dejó de insistir.

    Ese día prometía ser como todos los demás, alimentar el ganado, luego comer, y más tarde practicar con el escudo. Ya no dedicaba tanto tiempo en buscar el modo de volver a casa, porque estaba perdida, no había forma de encontrar el camino de vuelta, se me agotaron las ideas. 

  Ya debían ser al rededor de las cuatro de la tarde. Hora de entrenar. Seguí con la mirada los movimientos de Eniarth, la cual estaba preparando su hacha para combatir contra mi. Por mi parte, ya tenía el escudo en mano; y ésta vez blandía una espada. Esperar a que Eniarth estuviese lista me dio tiempo suficiente para pensar en que nada de lo que tenía era mío, todas mis herramientas de entrenamiento pertenecían a Eniarth, se me ocurrió que tal vez podía conseguir mis propias armas y herramientas.

  -Luces como toda una escudera- La voz de Eniarth me sacó de mis pensamientos, al parecer estaba esperando que me posicionara. 

  -Gracias, espero ser una algún día.- Eniarth me sonríe, y luego me hace señas para que comencemos el combate. Yo decido acercarme, con una expresión divertida en mi rostro, hoy me tenía algo de fe.

  -Recuerda, siempre debes tener en cuenta proteger tus piernas- Dicho esto, Eniarth arremete su hacha hacia mi rodilla, pero logro detener el impacto con la espada. Requería de mucha fuerza evitar su ataque, por lo que la empujé con el escudo, provocando que retroceda unos treinta centímetros, dándome tiempo para acomodarme nuevamente. Esta vez, yo decidí atacar, blandí mi espada a la altura de sus costillas, pero ella la enganchó con la parte trasera del hacha, esquivando mi ataque; luego procedió a empujarme, provocando que retroceda perdiendo parte del equilibrio.

  Mantuve mi mente ocupada evitando perder todo el equilibrio, y no caer. Eniarth no perdió el tiempo, y prácticamente corrió hacia mi, mis reflejos actuaron ante que mi cerebro procesara la información, y como acción siguiente, procedí a colocar el escudo en lo alto, protegiendo la parte superior de mi cuerpo. Pude sentir el fuerte impacto del hacha en la superficie del escudo, noté que le costó sacarlo, decidí aprovechar la situación, y alejé el escudo, junto con el hacha, y el brazo derecho de Eniarth, quién no soltó su agarre. Aproveché su vulnerabilidad, y rápidamente dirigí mi espada hacia su cuello, donde generé cierta presión, había ganado.

  Eniarth levantó ambas manos en señal de rendición. Mostrando sus palmas hacia mi. Al principio su expresión era de molestia, tal vez debido a que e había ganado rápidamente, pero apenas retiré la espada de su garganta, me sonrió.

  -No puedo creerlo.- Le extendí el escudo para que agarre su hacha. 

  -Ni yo-

  -Estoy orgullosa y algo molesta- Eniarth sacude su ropa, y luego agarra el hacha. -Pero mayormente orgullosa.- Me sonríe ampliamente. 

  Pasamos toda la tarde practicando. Era la primera vez que ganaba la mayoría de los combates. Al rededor de las siete de la tarde, ya de noche, decidí aprovechar la luz de la luna e ir a bañarme. Me negaba a dormir con el olor a transpiración y la tierra en polvo tapando mis poros.

 Me dirigí al mismo lago donde me había topado con Ubbe, afortunadamente no había nadie, y me aseguré de que nadie se acercara. Me desvestí rápidamente y procedí a meterme dentro del lago El agua estaba fría, pero no tanto. Era consiente que las heladas ya habían comenzado, pero prefería estar limpia.

  Refregué las partes sucias con una esponja casera que había hecho y un jabón, el cual era más grasa que jabón. Logré quitar toda la tierra, y limpiar las pequeñas cortaduras provocadas por las prácticas. Luego me encargué de mi cabello. Fue lo que más tiempo me costó limpiar, el jabón no hacía suficiente espuma, pero logré limpiarlo.

   No tardé más de cinco minutos, salí rápidamente y envolví mi cuerpo con la toalla, pero mantuve mi cabello lejos, para no mojar tanto la toalla. Lo escurrí con mis manos y luego lo até en un simple rodete, para evitar mojar mi vestido cuando me lo pusiera. 

  Ya vestida, procedí a juntar todas mis pertenencias, doblé mi toalla, y me dirigí a nuevamente a mi casa. 

  "Sigue siendo raro hablar de la casa en donde vivo como si fuese mía"

  Eniarth ya se había hartado de corregirme con ese tema, insistía en que era mi casa ahora, pero de igual forma aceptó que me costaba asimilarme a la idea. Aunque poco a poco lo aceptaba, y cuando hablaba sin pensar, solía decir que se trataba de mi hogar. Y tal vez así era ahora, y debía aceptarlo.

  

Cambios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora