Capítulo 26

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  Para ser sincera, hasta el momento en que había avanzado la cena, fue mejor de lo que pensé. Si bien, al inicio todo fue incómodo, Ubbe decidió romper el hielo, con una simple pregunta:

  -¿Qué tal la pasaron?- Apenas comenzó a hablar, todas las miradas se dirigieron a él, quien, a modo de respuesta, devolvió la mirada a cada uno de sus hermanos, deteniéndose en Hvitserk, pero al ver que este estaba más enfocado en comer, volteó para ver a Sigurd. 

  La mirada de Ubbe insinuaba fantasías, las cuales obviamente no pasaron, Sigurd no tardó mucho en responder. 

  -Entrenamos toda la tarde, cerca de nuestra cabaña, en las afueras.- Al finalizar su concisa respuesta, Sigurd procedió a beber de su vaso. Seguí con su mirada sus movimientos, al parecer, no quería entablar una conversación. Ubbe no tardó en captar aquel mensaje, y luego de un sonoro y pesado suspiro, decidió hablarme.

  -Dime, Sigrid, ¿Desde cuándo entrenas?- Los ojos azules claros de Ubbe, recorrieron todo mi torso, hasta parar en mi mirada, está de más decir que lo percibí como algo grosero, pero tenía un dejo sensual. 

  -No mucho, sólo unos cuatro o cinco meses.- Al desviar mi mirada, noté que Ivar se había interesado repentinamente en la conversación. Luego, nuevamente, me dirigí hacia Ubbe. -Es por eso que decidí aceptar la oferta de practicar con tu hermano, pensé que me serviría.-

-De todas formas no es tan buen guerrero.- Soltó Ivar, comentario el cual me descolocó. Ubbe le dirigió una mirada de advertencia, de esas que expresan más de una oración completa. En cambio, Sigurd lo miraba fijamente, como un felino ve a una presa. Por un momento pensé que algo podría descontrolarse.  

-Es bueno ver que te interesas, últimamente no veo muchas jóvenes escuderas, al menos, no en Kattegat.- Contestó Ubbe, haciendo caso omiso a la mirada asesina que Ivar le dirigía.

  -Es buena- Soltó Hvitserk, a lo que todos volteamos a verlo, debido a la soltura con que lo dijo. El nos miró a todos, y pude notar, como la valentía de un inicio, iba desapareciendo. -A lo que me refiero... pienso que... podríamos juntarnos a entrenar más seguido. -Para evitar seguir explicando, comenzó a comer lo que parecía ser pan de trigo.

   No pude evitar sonreír, en aquel momento, me sentía aceptada, algo que valoraba mucho. Al parecer, les caía bien, o al menos, a Sigurd, ya empezaba a tomarle cariño.

  -Si es tan buena como dice, tal vez tendríamos que juntarnos a entrenar, todos.- La voz de Ivar me sacó de mis pensamientos. Sonaba bien, me agradaba la idea de verlo otro día, no podía engañarme, Ivar me encantaba.

 -Suena bien para mi, me ayudaría a avanzar. Ésta vez podría usar mi escudo.- Agregué.

 -A ver si con el escudo no pierdes.- Rió Hvitserk, quien mostraba bastante interés en aquella proposición.

  -Hey! No estuve tan lejos de ganarte.- Lo miro desafiante, realmente tenía ganas de una nueva revancha.

  -Es cierto, tus habilidades no te valían de mucho.- Agregó Sigurd. Noté que Ubbe y Ivar miraban  a Hvitserk entretenidos, éste último realizó una mueca rara, que mostraba que se negaba a hablar, pero que no había ganado. No pude evitar sonreír por tal acción.

  Nuestra reciente e interesante conversación, fue opacada por la presencia de la reina, y lo que equivaldría a sus duques. El trío tomó asiento en la mesa, y continuaron hablando de temas que no lograba comprender del todo. Pude notar como Aslaug intentaba incentivar a sus dos hijos mayores, para que se integren a la conversación.

  Luego de unos minutos, y algunas bromas por parte de Sigurd, llegó la comida. Parecía ser un estofado, y lucía riquísimo, claro que intenté disimular mi cara de hambrienta. Pero de todas formas no podía quitar mi mirada, del plato principal. 

  Por alguna razón, sentía una mirada en mi, algo casi incómodo, me sorprendió encontrarme con la mirada de Ivar, quien sonreía divertido. En  modo de respuesta, alcé una ceja en señal de interrogación, la cual, ignoró, para enfocarse en su plato recién servido.

  La cena transcurrió de manera normal, hasta tal punto en que todos en la mesa, comenzaron a hablar sobre el verano, y las nuevas tierras que esperaban poseer. Hasta ese momento, todo iba estupendo, pero el tema de Hakoon salió a la luz. Era un tema que me incomodaba, mentir sobre ser la hija de un hombre muy querido y apreciado, no era algo que me haga sentir bien. Me sentía culpable por usarlo, pero Eniarth lo había elegido para mí, algo que no terminaba de comprender por completo.

  Al parecer, Eniarth tuvo fuertes lazos con él, o al menos, los suficientes para considerar usar su imagen en nombre mío. El peso de la culpa que me provocaban los cumplidos y comentarios sobre él, eran algo con lo que ya no deseaba lidiar más.

  De todos presentes en aquella mesa, el único que comprendió mi incomodad fue Sigurd, al parecer, hizo una buena lectura de mi rostro, y me dirigió una sonrisa de comprensión. No lo había pensado de esa manera, pero tal vez Sigurd se sentía de manera similar cuando hablaban de su padre Ragnar.

  Tenía ganas de hablar sobre aquello, aunque claro. No podía contarle la verdad a nadie, pero si podía modificar un poco la mentira, para dar a translucir mis emociones al respecto, es deprimente pensar que es lo único que puedo hacer, sin terminar de algún modo comprometida.

   -Madre..- Habló Sigurd, con precaución de no estorbar la conversación de ésta, ella calló, dando espacio para que su hijo prosiga.- Iremos con Sigrid, al muelle.- Acto seguido, se levantó de su asiento, acción que imité cuando el se giró para verme. Noté como todos en la mesa, nos seguían con la mirada, hasta que Atli comenzó a hablar otra vez, captando la atención nuevamente. Aún así, Aslaug mantuvo su mirada en su hijo, y luego en mi. Sentía que estaba intentando comprender las verdaderas intenciones de nuestra repentina acción.

  Con un casi inaudible "Con permiso", me dirigí con Sigurd, de vuelta al gran salón, a través del pasillo.

  Volteé por última vez, antes de salir de aquella habitación, noté que Ubbe nos miraba algo desconcertado. Expresión que me resultó divertida, no me molesté en reprimir una sonrisa.

  -¿Por qué sonríes?- Preguntó Sigurd, totalmente perdido.



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