Capítulo 7

1.7K 180 2
                                    

Estaba pensando en la opción de auto cocinarme un pastel para festejar mi tercer mes en aquellas tierras. Las cuales, no me fue difícil descubrir que eran Kattegat. Por un momento me emocioné al enterarme de esto, por otra parte, todos los poblados vikingos sufrían ataques. Pequeña desmotivación. Otra desmotivación era el hecho de que no había ingredientes suficientes para hacer un pastel.

Tampoco quiero pensar de forma creída o con aires de grandeza, pero las últimas semanas había mejorado mucho mis habilidades de combate, así como también mis habilidades para alimentar ganado sin ser atacada por el macho alfa. Odiaba a ese cerdo, y podía ver en sus ojos que el sentimiento era mutuo. Nuestra relación era algo así como con la de mi padrastro. Él siempre atacaba.

Suspiré de manera sonora. Recordar a mi padrastro peleándome de alguna forma me daba nostalgia. Claro que prefería los recuerdos más bonitos; pero el sentimiento era el mismo. Había pasado mucho tiempo lejos, había intentado todo para volver a mi casa pero no encontraba el camino o la forma. Si no fuera por Eniarth, el sentimiento de soledad me habría ganado.

Mientras cosechaba algunas raíces (supongo que son una especie de tubérculo), Eniarth comenzó a hablarme sobre las diferentes técnicas de combate que estaba lista para usar, se la notaba entusiasmada. Eso me hizo sonreír, saber que mi presencia ahí no significaba una molestia. Luego de un par de pequeños consejos, me dijo que estaba preparada para utilizar un escudo. Propuso que podría utilizar el de su hija, Ingrid. En ese momento sentí mucha emoción. Las mujeres escuderas de aquella época, eran bastante respetadas, y eran famosas por su fortaleza. Poder intentar practicar su estilo de combate me enorgullecía.

Estaba finalizando mis tareas, el último paso de todos los días consistía en llevar las cosechas en una canasta casera; iniciada por Eniarth y terminada por mi. Guardé los víveres en lo que parecía una alacena, y al voltear, dislumbré a mi compañera de combate, con un escudo de madera en mano. Éste estaba reforzado por hierro, y lucía una pintura gastada, pero se notaba dejos rojos. Me hizo acordar el día que fui a un museo, en el que había varias réplicas de escudos reconstruidos.

-Primero debes acostumbrarte a su peso, es muy importante; te dará fuerza y resistencia.- Dijo Eniarth al momento que recorría con su mirada las abolladuras del borde del escudo, con su mano libre, recorría al igual que con sus ojos, las imperfecciones provocadas por combates pasados. Era la primera vez que me percataba de que sus manos estaban agrietadas, y con callos. Pero era un detalle que dejé pasar, todo en ella reflejaba trabajo duro, batallas y sacrificio. Era una persona admirable.

-Gracias, Eniarth- Esas palabras salieron naturalmente. Realmente me sentía agradecida por todo lo que hacía por mi, aunque probablemente tenía más razones que ayudar a una extraña, lo hacía de todas formas. - Sé que el escudo... que el combate en sí, significa mucho para ti.-

-Desde que llegaste a mi casa, no paro de agradecerle a los dioses. Enseñarte y ayudarte me ha vuelto a dar energías, me siento joven otra vez -En ese momento, apartó la vista del escudo, y enfocó aquellos intensos ojos grises en mi.- Como cuando era madre.

Esa última oración me tomó desprevenida. Y justo cuando iba a contestarle ella decidió cambiar de tema; dijo que era hora de entrenar, no debíamos perder más tiempo porque luego del entrenamiento, debía ir a una cena en el gran salón.

Como no sabían de mi existencia, no me habían nombrado en la invitación,, pero Eniarth dijo que debía acompañarla.

-Con algo de suerte encontrarás alguna nueva compañía, aparte de una vieja mujer.- Se señaló.

-Por favor, no digas eso; me gusta pasar tiempo contigo.-

-De todas formas necesitas relacionarte, pasas mucho tiempo encerrada.-Era increíble lo mucho que Eniarth y mi madre se parecían en cuanto a discusiones.

No es que me molestaba la idea de conocer gente nueva, simplemente me daba nervios, e inseguridad. ¿Qué pasaría si descubren que no soy en absoluto un vikingo? ¿Y si me dicen algo y no puedo contestarles? ¿Necesitaré nueva ropa?

Negué con mi cabeza para sacar aquellas ideas, no era momento para preocuparme por eso ahora, debía entrenar.

El entrenamiento comenzó a segundos de haber acomodado mi brazo en el escudo. Eniarth blandía una espada de aproximadamente 50 centímetros de largo. Un tamaño mediano, pero de un peso considerable, y lo sabía porque cada vez que arremetía contra mi, sentía que el brazo que sostenía el escudo, iba a quebrarse.

Mantuve una posición segura, y en cuanto vi la oportunidad, utilicé el escudo para alejar y aprisionar el brazo que blandía la espada; aproveche la situación para proporcionarle una patada en la tibia de su pierna izquierda.

-Estás mejorando -Su cumplido me tomó por sorpresa, la mire sonriente. - Pero no eres tan buena como yo. - Y mi sonrisa desapareció. Eniarth utilizó mi distracción para enganchar mi pierna que la pateó con la suya. Luego de desestabilizarme, me empujó con el brazo que estaba atrapado, y caí al suelo.

El peso del escudo y mi cansancio imposibilitaron que pudiese mover mi brazo izquierdo. Ella tenía sujetando con su brazo libre mi hombro derecho, y con la espada en mi cuello dijo victoriosa:

-Derrotada, aunque si fuese una batalla real, estarías muerta. - Se levantó del suelo sin mucho esfuerzo y me extendió su mano. -De nuevo, esta vez, enfoca más tu fuerza en el escudo, debe ser tu herramienta siempre, no solo un peso muerto para tu brazo.-

Tomé su mano, y me sacudí la tierra de la ropa. Casi toda la tarde fue así. Notaba cambios cada vez que volvía a empezar, estaba aprendiendo a manejar mejor mi cuerpo, pero ya no tenía energías. Sentía que cada movimiento quemaba miles de calorías.

A pesar de sentir que mi cuerpo ardía, la sensación desapareció luego de que logré neutralizar a Eniarth. Ella solo reía y soltaba pequeñas carcajadas. Soltaba bromas a mitad de la pelea, y yo le seguía las bromas.

Después de la octava revancha, nos sentamos en un tronco de su patio para descansar.

-Estuve pensando sobre el festejo de hoy. Hoy celebramos el solsticio de invierno, aunque probablemente debías saber algo.- Su mirada era inquisitiva, esperaba que respondiera al respecto.

-Es la fiesta de Yule-

-Exacto, a lo que iba... es que creo que debemos conseguirte una ropa más adecuada para hoy.- La miré sorprendida, y por ato reflejo, miré lo que estaba usando. Los mismos pantalones de cuero, y una camisa bastante gastada. Luego pensé en el primer vestido que me dio, y el único. Al ser de Freida, no estaba segura de si debía usarlo.

Era cierto, necesitaba ropa nueva.



Cambios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora