Capítulo 19

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  Al llegar a la cabaña, Eniarth y Asther fueron directamente a la cocina, para preparar la carne asada. Yo en cambio, me dediqué a preparar la mesa, y posteriormente, admirar mi nueva adquisición. No podía quitarle los ojos de encima. 

  Tenía que admitir, que verme con la espada en mano me hacía sentir poderosa; en especial por su tamaño perfecto, y su aspecto. Aparte, se la notaba sólida, no la había probado aún, pero estaba segura que resistiría un fuerte impacto.

  Me tomó por sorpresa el que la cena haya transcurrido de buena manera. Asther era una persona muy divertida, no dejaba de contar buenas historias, todas acompañadas de algunas bromas. Se sentía bien reírme, y por primera vez en mucho tiempo, reía y charlaba, sin tener en mi cabeza mi otro mundo.

  Luego de unas dos horas, la conversación se volvió algo seria. Eniarth y Asther comenzaron a hablar sobre supuestos reinos que amenazaban la vida de Kattegat. Existía un rumor, sobre una futura invasión en contra del reino de Aslaug y Ragnar. Pero esto sólo aumentaba el odio hacia el Rey, por haberlos abandonado.

  Era preocupante este tipo de amenaza, me dio a entender que podía pasar algo malo, y temía por Eniarth. A pesar de los peligros, Asther parecía entusiasmada, como si la idea de pelear fuese mucho mejor que vivir en paz, lo que me causó disgusto. No pude evitar hacer una mueca cuando ella hablaba sobre dar su vida en combate. Afortunadamente, no estaba en su campo de visión. Aparte, Asther no apartaba la mirada de Eniarth, al parecer esperaba persuadirla para que formara parte de algún tipo de equipo de combate en defensa de Kattegat. 

  En cuanto a persuasión, Asther era bastante habilidosa, había logrado que Eniarth aceptara a unirse, bajo la condición de mantenerme al margen. Y justo cuando Asther iba a constar, alguien llamó la puerta. Y me levanté de la mesa, y con un casi inaudible "voy", me dirigí hacia la entrada principal.

  Al abrir la puerta, me encontré con una cara bastante familiar. Noté que Eniarth  y Asther fisgoneaban por detrás,  incluso escuché una risa divertida por parte de la segunda. Suspiré y decidí que sería mejor si hablaba con la visita, desde el lado de afuera, por lo que me puse delante de la puerta.

  -Hola Sigurd.- Le saludé, aunque me sentía algo incómoda, porque escuchaba lo que Asther y Eniarth decían de mi.

  -Hola.. quise venir a verte- Al parecer, toda la valentía que había juntado para venir hasta acá, se había esfumado.

  Le sonrío de forma amable. Anteriormente, en "mi mundo", muchos chicos se interesaban en mi, pero ninguno se había animado a ir hasta mi casa a buscarme. Por lo que la acción de Sigurd fue muy linda.

  -Oye, si no decides invitarla ahora, te cerraré la puerta en la cara.- Noté que de forma repentina, Eniarth se había incluido a la conversación. Me pareció divertido el tono en que habló, era el equivalente a un padre celoso, pero en su versión femenina. Por lo que sabía de Eniarth, y teniendo en cuenta lo que había escuchado por otros, era una mujer de carácter fuerte, y en frente a otros que no sean amigos o personas de confianza, se presentaba hostil. Como ahora. -Ella todavía tiene quehaceres.- Pude ver por el rabillo del ojo, que Eniarth se había cruzado de brazos. 

   Miré a Sigurd detenidamente, al parecer, le incomodaba tener la dura mirada de Eniarth presionándolo, lo podía notar por la posición de su cuerpo, sus hombros estaban tensos. Pero su cara no mostraba ninguna expresión.

   -¿Te gustaría salir a caminar?- No pude evitar sonreír ante la predecible propuesta, y manteniendo mi mirada en la suya, dije que si.

  Escuché lo que Eniarth me dijo, luego de que respondiera. Me aconsejó volver temprano, seguido de un "diviértete". A lo cual, sólo asentí. Luego de aquel pequeño diálogo, terminé por cerrar la puerta tras de mi. 

  -Dime, ¿Qué tienes planeado?- Le sonreí, a lo que él me devolvió la sonrisa.

  -Pensaba que tal vez podríamos caminar cerca del lago, para aprovechar esta noche- Él ya había comenzado a caminar, por lo que tuve que seguirlo. Era cierto que esa noche estaba lindo, la luna iluminaba todo, no había nubes, y lo mejor de todo, no se notaba tanto el frío.

  -Gracias por sacarme de esa cena, la conversación se había tornado algo incómoda.- Decidí ser sincera con él, no disfrutaba hablar de guerrillas y violencia.

  -La verdad es que me pasaba algo similar con mi familia..- Lo miré de manera intensa a los ojos. Su marca me seguía pareciendo un atributo atrayente.

  -¿Ah si? - Hice una pequeña pausa cuando el volteó a verme.- ¿Y eso por qué?-

  -Suelo discutir mucho con mis hermanos. Y últimamente las discusiones empeoran, no es un ambiente..- Parecía buscar la palabra adecuada.

  -¿Sano?- 

  -Exacto, se vuelve un ambiente que prefiero evadir.- Parecía ser sincero con sus palabras, tampoco notaba que exagerara, por lo que inconscientemente descarté la idea de que haya inventado una escusa para juntarnos.

  -Te entiendo, no es agradable estar en un lugar donde las tensiones aumentan por un comentario sin importancia.- Lo dije recordando las discusiones que tenía con mi padrastro. Me costaba ser sincera conmigo misma, pero estaba segura de que me sentía aliviada de no estar con él, de ya no tener peleas matutina.

  -¿Discutes con Eniarth?- Me miró extrañado, a lo que yo respondí negando con la cabeza.

  -No, con ella no. Lo era antes allá, con Hakoon.- 

  -Y mudarte.. ¿Te ayudó?- Noté una sincera importancia respecto al tema, tal vez lo tomó como una opción.

  -Créeme, si hay algún problema, es mejor solucionarlo que escapar de él.- Noté un atisbo de desilusión y también molestia en su rostro.

  -Yo.. olvídalo. Dime, ¿Todavía sigues entrenando?- Su repentino cambio de conversación me desilusionó, estaba segura de que iba a decir algo importante para él, pero todavía no había suficiente confianza.

  -Claro, de hecho, hoy Eniarth decidió regalarme una espada nueva, no veo las horas para estrenarla.- No pude evitar hablar con total orgullo. Fue innato.

  -Te ves tierna cuando hablas de combatir.- Sentí como la circulación de sangre aumentaba en mi rostro. Maldita sea, no sabía conllevar los piropos.

  



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