Capítulo 8

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Recorrimos Kattegat, sólo para ir a una pequeña tienda de confianza. Mientras caminábamos, aproveché para preguntarle si mi collar bastaba para pagar el vestido. La vi pensar su respuesta, y luego dijo que me alcanzaba incluso para dos, sólo si sabía regatear. Y como ya era costumbre, Eniarth leyó en mi expresión que sería incapaz de regatear, no de manera efectiva.

-Lo haré yo, si quieres.- Me miró seriamente.- Es tu plata, y eres una mujer libre, decide qué hacer.

-Está bien si lo haces tu- Al terminar la frase, dirigí mis manos hacia mi nuca, y me libré de aquel collar. Ahora que lo pensaba, iba a extrañarlo. Se lo di a Eniarth rápidamente, no quería arrepentirme de nada. Aparte, el cambio de ese collar por dos vestidos me parecía justo.

-Y algo más, Lena. No quiero sonar incordiosa, pero tu nombre llama la atención, al igual que tu historia de como llegaste, podría generar malos presagios.- Mi ritmo para caminar se ralentiza. Era consciente de que mi nombre no encajaba tan bien allí, aunque la idea de cambiar mi nombre me molestaba. Era lo único mío que tenía en aquel lugar, y era importante.

-No sé que otro nombre podría usar, Eniarth-

Luego de verla pensar unos segundos, Eniarth apoya sus manos en mis hombros, y me mira de frente.

-Me gustaría que puedas valorar el nombre que pueda darte. Te aseguro que será uno que coincida con lo que aprendí de ti.-

-Claro que lo valoraré.-

-¿Aceptas el nombre Sigrid? Simboliza victoria, y la belleza de esta. Me parece que es acorde a ti.

El nombre sonaba raro, intenté visualizar a mi madre llamándome para comer con ese nombre. Definitivamente no lo sentía propio, pero no sonaba tan mal.

-Lo acepto, Eniarth.- Acto seguído, ella me realiza una señal con los dedos en la frente.

-Luego celebraremos esto.- Retiró sus manos de mis hombros, y continuó caminando. Yo la seguí.

Al llegar, me percaté que no era una tienda, sino un pequeño negocio personal de una mujer y sus hijas. Miré a Eniarth indicando que hablara, ella asintió y se dirigió a la mujer.

-Sivyra, necesito un vestido formal para ella.- Me señala, sin siquiera voltear. La joven madre, que al parecer se llamaba Sivyra, mira por detrás de Eniarth, y fija sus orbes verdes en mi. Su mirada emanaba desconfianza y confusión.

-Por los dioses, ¿Quién es ella?- Quita su mirada de mi, y fija su mirada en Eniarth.

-Ella es mi protegida. Ven, acércate, debo presentarte. - Hago exactamente lo que dice, doy unos cuantos pasos hasta llegar a su altura, esta acción parece molestarle a Sivyra, pero no dice nada. -Ella es hija de Haakon del este. Vino hace unos meses debido a que una fuerte nevada destruyó su hogar.-

-Ya veo, siento mucho lo que pasó, pobre Haakon, nunca debió haberse ido. Espero que te sientas cómoda en Kattegat.- Sivyra me dedicó una cálida sonrisa, y luego se acerco a mi, con lo que parecía una cinta métrica, pero sin números. -Es impresionante tu figura, tienes una cintura bastante pequeña.-

Siguió tomando mis medidas, para luego darse vuelta y dirigirse a una habitación, donde supongo que guardará los vestidos a la venta.

-También nos gustaría comprar un vestido más discreto.- Eniarth elevó la voz para que la mujer pudiese escuchar.

-Dos vestidos... parece que los dioses están a tu favor con las monedas. - Intentó ser divertida, pero su tono de voz demandaba algún tipo de explicación.

-Pensaba que tal vez podrías cambiarlos por este collar. Su dije es oro puro.- La atención de la mujer se enfocó en observar el collar por un prolongado tiempo. Le daba pequeños golpes para comprobar su veracidad. Mientras lo hacía, me daba indicaciones sobre cuales vestidos debía probarme.

Como siempre que iba a comprar ropa, lo más lindo no me quedaba bien. Pero a pesar de mi ligera frustración, logré encontrar dos vestidos que me quedaron bien. El vestido que usaría esa noche era de un tono crudo, me hacía lucir una cintura chica, y grandes caderas, me encantaba. El segundo vestido era para usar más a diario. Tenía una tonalidad azulada, era un turquesa pálido. Venía con una especie de corset o cinturón alto de cuero marrón, el cual me quedaba bastante bien.

-Ya los elegí.- Volteé para ver a Eniarth, esta estaba sonriendo. Al parecer Sivyra había aceptado el trueque, completamente feliz. Yo tampoco podía negarlo, me sentía feliz de comprarme ropa, y era bastante bonita.

-Volvamos a casa, así podré arreglarme. También te voy a peinar, así que apresúrate, y recoge tus vestidos.- Salimos de aquella tienda, no sin antes saludar. Por mi parte, no podía borrar mi infantil sonrisa. Mis mañas eran cumplidas, me sentía como la primera ve que fui a comprar un vestido con mi madre. Demonios, la extrañaba demasiado.

-Pasa algo, ¿Sigrid?- Tardé unos segundos en percatarme de que ese era mi nuevo nombre. Volteé a verla, lucía preocupada.

-No, todo está bien- Finjo mi mejor sonrisa. Fue un error pensar en mi madre, aquello me quitaba todas las ganas de hacer algo. No verla por mucho tiempo me lastimaba.







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