Capítulo 27

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  Aquel frío, con dejos invernales, calaba muy profundo en la médula de mis huesos. Pero se sentía más reconfortante que estar en aquel lugar, bajo la mirada de la Reina.

  Y al parecer, Sigurd coincidía con aquello, pues prefirió salir de aquel ambiente. 

  Pude notar que sus ojos estaban fijos en mí, aunque probablemente estaba perdido en sus pensamientos, igual que yo. Desde que salimos, no habíamos hablado de gran cosa, por mi parte, necesitaba despejarme, y liberar tensiones, en cambio, Sigurd dijo que no soportaba estar allí, pero no dio razón alguna, y al no hacerlo, preferí no preguntar.

  -¿Sabes?-Sigurd captó mi atención, y volví mi cabeza lentamente, para mirarlo. El carraspeó, y continuó con su oración. -Considero un lindo gesto el que hayas venido, a pesar de que estar cenando con mis hermanos te pueda incomodar.

  Sorprendida por lo dicho, respondí más relajada. Sentía que aquel agradecimiento, era un avance en cuanto a la intimidad que nos teníamos, y apreciaba eso.

  -Bueno... es verdad que no estaba del todo cómoda, pero fue divertido.- Y sin dejar que él respondiera, hablé de nuevo.- Pensé que juntarnos para cenar sería divertido.-

  -Siento si estuve algo serio, últimamente, mis hermanos y yo discutimos demasiado. Pero cuando te propusimos que vengas, había olvidado mis enojos hacia ellos..- Noté que se había reservado algunos detalles en aquella narración, pero tampoco pregunté sobre ello.

 -No te preocupes, te entiendo, prefiero que hablemos aquí, si estás más cómodo.- Sigurd me sonrió, pero no continuó la conversación. Debo admitir que aquello me dejó un poco desilusionada. A pesar de no ser una persona muy sociable, el pasar meses sin hablar con nadie de mi edad, o circunstancias, me estaba afectando. Y pretender que no anhelaba hablar de trivialidades, era agotador.

  Pasaron así unos  minutos más, donde sólo disfrutábamos de los ruidos lejanos de la costa, algunos borrachos a la lejanía, y las voces que provenían de aquella mesa, la cual habíamos dejado.

  Sigurd, a veces, comenzaba a hablarme de pequeños problemas de su cotidianidad, como, por ejemplo, las peleas matutinas con Ivar, o sus competencias con Ubbe. Yo escuchaba atentamente, pues, apreciaba el hecho de que me confía aquellas anécdotas, que tal vez no eran muy importantes, pero yo las valoraba.

  No pasó mucho tiempo, hasta que apareció Hvitserk, al escuchar sus pasos a nuestras espaldas, ambos volteamos al mismo tiempo. Pero éste último ni se inmutó, y tomó asiento al lado de su hermano. Desde que llegó, no hablamos mucho, pero el silencio que se formaba, no resultaba incómodo.
  

   Pasamos así otros veinte minutos. A esa altura de la noche, comenzaban a caer pequeños copos de nieve, era una señal para indicarme que ya era tarde, y debía volver.

  -Creo que la nieve empeorará para mañana.- Dijo Hvitserk, con la vista fija en algún punto del cielo. Al voltear a verlo, noté que de alguna forma, evitaba hacer contacto visual, y sólo se limitaba a ver el paisaje. Aquello me permitía verlo con más detenimiento. Estaba en frente a dos personajes de ficción bastante bonitos, pero no era una actuación, era real, y me costaba creerlo.

  No pude evitar suspirar con pesadez, me sentía perdida en aquel lugar, y para empeorar las cosas, la temperatura había empeorado drásticamente, sabía con certeza, que no conseguiría mantener mi cuerpo caliente, ni aunque durmiese en frente a la hoguera.

  -Creo que ya es hora de que vuelva a casa.- Terminé con aquel silencio que reinaba entre nosotros. Ambos voltearon a verme, y luego, como si lo hubiesen sincronizado, se miraron con cierto significado. 

  -Bueno, entonces te acompañaremos hasta tu casa.- Contestó Sigurd, señalando a su hermano.

  -No es necesario, no quiero molestar.- Claro que lo dije de cortesía, me asustaba la idea de volver sola, con poca luz, y múltiples peligros inminentes.

  -No actúes, se que te encanta mi compañía.- Respondí aquel comentario con una sonrisa forzada, Sigurd sólo rió. 

  Ambos hermanos me acompañaron de vuelta a casa, al principio habían mantenido la misma modalidad que hace unos minutos, pero luego, a medida que nos alejábamos, ambos comenzaron a charlar, y soltar chistes sobre las apariencias de los Jarls. Yo sólo reía, pues, no quería criticarlos mucho.

  La noche había terminado oficialmente, saludé a ambos hermanos, primero a Sigurd, quien me abrazó fugazmente, morí de ternura. Luego a Hvitserk, quien me dedicó una sonrisa. Me pareció extraño, pero esta vez, si parecía que sonreía de forma sincera. Por supuesto que le devolví una igual.

  Tenía que admitir, que había pasado una buena noche, fuera de rutina, yen cierta medida, me ayudó a desahogarme.

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