Capítulo 5

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  Sabía, para mis adentros, que estaba haciendo el ridículo cada vez que daba un salto hacia atrás, debido a la repentina aproximación de los cerdos. No es como si les temiera, pero si me incomodaban.

  Había aprendido a preparar una mezcla, la cual era el alimento de los cerdos.Eniarth me prestó otro pantalón de cuero, estaba viejo, y tenía marcas de rasguños. Supuse que fueron los cerdos.

  Le agradecí con una amplia sonrisa, y continué mi labor; para ser un mujer soltera, su campo era bastante importante. Poseía una extensión considerable, pero no exagerada. Y la cantidad de animales era impresionante. 

  Mientras realizaba mi trabajo, ella me contaba sobre la importancia de trabajar allí. Me habló sobre las generaciones que se encargaron de esas tierras. También mencionó algo sobre que, aquel ganado, era exclusivo de los nobles, y la familia real. Yo la miré sorprendida. ¿Por qué una mujer de tal relevancia, se encontraba tan sola?

  Terminé mi labor, totalmente agotada, al rededor de lo que serían las tres de la tarde.Eniarth me indicó que iría a descansar. Por mi parte, planeaba hacer un recorrido por los alrededores de la aldea, para no llamar la atención de los habitantes.

  Salí de la casa, y tomé el camino izquierdo. Rodeando esta, hasta llegar a la zona despoblada. La casa de Eniarth se  encontraba a los límites del poblado, esto me era conveniente, debido a que muy pocas personas pasaban por ahí.

  Desde ese día, las semanas que transcurrieron fueron similares. A la mañana me encargaba de mis labores en el campo; luego comía con Eniarth, y manteníamos conversaciones cortas.Luego ella hacía la suya, y yo la mía. Casi todos los días recorría un poco de la aldea. Y hoy no era la excepción.

  Apenas pasaron cuarenta minutos, y había aprendido muchas cosas. En este momento estaba recostada en una gran piedra, con forma circular, la cual se encontraba a unos dos kilómetros de la casa de Eniarth. 

  A lo largo de aquel recorrido, pude ubicarme mejor en cuanto a las tiendas de comercio, en el centro de la aldea. También conocí la ubicación del muelle. Y tratando de no ser irrespetuosa (aunque lo fui de todas formas), tuve el agrado de espiar a mis nuevos y temporales vecinos. Sólo logré ver que en la casa más cercana, a nuestra izquierda, vivían un hombre mayor, aunque no tanto como Eniarth, y dos jóvenes. Una chica, de aproximadamente 15 años; y un joven de unos 20.

  No estaba segura de si las personas de aquel lugar eran todas intimidantes, o mi inseguridad estaba distorsionando la forma en que veía todo en aquel lugar. 

  Estaba a punto de volver a la casa nuevamente, pero me detuvo el ruido de un río o arroyo cercano. Y como no pude con mi naturaleza curiosa, decidí acercarme. Haber tomado esa decisión, fue lo mejor que podría haber hecho. Al acercarme al afluente, pude ver el reflejo de alguien que casi no reconocí.

  Era yo, obviamente, pero estaba destruía. Tenía las ojeras muy marcadas, mi piel estaba un poco pálida; y como si fuera poco. Aquella ropa me hacía ver como una completa extraña de época. Luego de pasar unos minutos mirándome, decidí que quería tomar un baño. Sabía que el agua estaba fría, pero no soportaba estar tan sucia.

  De forma rápida, fui deshaciéndome de mi vestimenta. Sólo quedé en ropa interior, a cual planeaba limpiar al entrar en aquel río. Primero metí mi pie derecho en el agua, sinceramente no estaba tan fría. Contuve la respiración y me adentré por completo en el agua. 

  Refregué como pude mi piel. En esos momentos, extrañaba enormemente el jabón. Logré deshacerme de aquellas manchas, provocadas por la mezcla para cerdos. Y también hice hincapié en limpiar mi rostro y cabello. Estuve en el agua por lo menos, unos cinco minutos.

  Comencé por salir lentamente; la brisa de viento gélido fue cruel, pero aún así, me tomé mi tiempo. Dejé que mi piel se secara por si misma, mientras escurría mi cabello. 

  -Que linda vista- Al escuchar esa voz amis espaldas, di un pequeño salto, estaba sobresaltada, y me sentía observada. Creo que toda la sangre de mi cuerpo, se fue a mi cara. Estaba muda.

  -Siento interrumpirla, pero es peligroso que ande por aquí sola.- El tono de su voz, me indicaba de todas las formas que había; que estaba en peligro. Fue como una alarma en mi cerebro, tenía al menos tres ideas distintas de como escapar. - Si no entra en calor rápidamente, podría enfermar.

  No quería voltear; aquel hombre hablaba con un dejo lascivo; y eso me trajo feos recuerdos. En ese momento estaba congelada, y no por el frío; no podía moverme, mis músculos no me obedecían. Estaba aterrada, y escuchar que los pasos de aquel hombre se aproximaba me hizo reaccionar.

  Volteé rápidamente, y busqué con mi mirada mis pertenencias; el estaba distraído viendo mi cuerpo, eso me asqueó, pero no me contuve. Mi plan era tomar mis cosas, y correr hasta llegar con Eniarth. Quería llorar, pero debía ser fuerte.

  -Puedo arreglar tu problema con el frío- Dijo con voz ronca. Aquel hombre o era feo, pero sus insinuaciones me causaban demasiado asco, como para verlo diferente.

  Al instante en que dejó de hablar, corrí lo más rápido que pude hacia mis cosas. Tomé las prendas, y justo cuando iba a correr para casa; aquel robusto hombre, me tomó por los pelos.

  -¡Ay!- Solté un grito/gruñido bastante fuerte. Y volteé para verlo a los ojos. Sus facciones eran finas, pero tenía abundante barba, lo hacía ver más grotesco. Tenía ambos lados de la cabeza rapados, y una enorme trenza en medio. Su mirada reflejaba algo salvaje, sabía, sólo con verlo, que no sería capaz de enfrentarlo.

  Pero eso no me detuvo; lo pateé en la rodilla; y sólo hizo una mueca de dolor. Acto seguido; tiró más fuerte de mis cabellos, sentía que me palpitaba todo el cuero cabelludo. Volvía a golpearlo, esta vez le dí un puñetazo en el pecho. Pero ni se inmutó; intenté salir de su agarre, pero era inútil. 

  Las lágrimas hacían presión en mis ojos. Cerré estos con fuerza, cuando el presionó su cuerpo con el mío. Nunca me sentí tan vulnerable como ahora.

  El robusto hombre soltó el agarre; me quedé viendo, esperando qué iba a hacer. Su cuerpo calló como peso muerto sobre mí. Algo lo había matado, o noqueado. Al caer, pude ver la figura de Eniarth, con un arco y carcaj. Automáticamente bajé la mirada hacia el cuerpo. Tenía una flecha atravesando sus cervicales.

  -¿Cómo...- No pude terminar mi oración, Eniarth corrió para socorrerme. Me dijo que debía tener más cuidado. En ese instante no pude contenerme más, y lloré. Ella me vio, y colocó sus manos en mi rostro. 

  -No pasó nada, ¿Cierto?- Noté que estaba preocupada, y tenía cierto temor por mi respuesta, yo negué con la cabeza. Ella me dio un corto abrazo, y se separó para decirme:

  -Debes aprender a defenderte, no me perdonaría si algo malo te pasara.- Yo sólo atiné a asentir. Aprender a defenderme iba a ser duro, lo presentía, siempre fui débil.

Cambios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora