Capítulo 20

1.4K 144 14
                                    

  Sigurd era una persona bastante divertida, el  trayecto hacia el lago fue  entretenido gracias a sus historia. La mayoría eran historias de bromas entre hermanos. Noté que habló poco de uno en especial, Ivar. Preferí no tocar el tema, sabía que no tenían muy buena relación, y no quería arruinar aquel momento.

  -Dime, Sigrid.- Volteé a verlo, él había detenido la marcha, acción que imité.- ¿Alguna vez tomaste en serio mi propuesta?

  Mantuve la mirada en el, he hice una mueca de desconcierto, pues no recordaba que él me haya hecho una propuesta. Aparte de sus piropos, no recordaba que haya insinuado otra cosa.

  -No recuerdas, ¿Verdad?- Sonrió divertido, y luego pasó una mano por su cabello, el cual estaba recogido en una trenza. Personalmente, lucía mejor cuando tenía el pelo suelto.

  -Lo siento, pero estoy perdida.-

  -Hablaba sobre que deberíamos practicar lucha.- Me dedica una sonrisa de medio lado, yo lo miré de arriba a abajo. ¿Podría derrotarlo? Sería divertido averiguarlo. Tardé unos segundos en responder.

  -Te advierto que no soy tan buena, tal vez te aburras- Respondí finalmente.

  -No importa, podría funcionar como tu maestro.- Su tono de voz era completamente socarrona. Como respuesta, le dí un pequeño empujón, prefería entrenar con Eniarth a tenerlo a él como un "profesor de lucha".

  -Eres muy creído.- Continué caminando, dejándolo unos pasos atrás. Escuché lo que parecía ser, una actuación de corazón roto, yo sólo reí.

  -Apenas me conoces, no puedes juzgarme-

  -Oh, claro que puedo.-

  -¿Quién eres tu para juzgarme?- Continuaba actuando, fingía estar totalmente indignado, yo le seguí el juego. 

  -Oh, ¿Yo? No soy nadie, solo una humilde campesina.- Escuché un bufido por parte de el, por lo que voltee a verlo.

  - Una humilde campesina, que vive con la terrateniente más importante de Kattegat. Pobre tu.- Fingió sentir pena, mientras yo ponía los ojos en blanco.

    -Soy más humilde de lo que crees.-

  -Decir que eres humilde, te quita lo humilde.- Me contradijo. 

  Lo vi tomar la delantera apenas vimos el lago. Parecía entusiasmado de llegar allá, en cambio, yo caminé tranquilamente hacia una familiar figura de forma redondeada, la cual estaba a unos cinco metros. Era como mi roca, me gustaba sentarme ahí, porque estaba adentrada en el agua, pero a un nivel más alto. Permitiéndome ver en lo profundo del lago, pero sin mojarme.

  -¿En qué piensas?- No me había dado cuenta, pero durante todo el trayecto hacia aquella gran roca, Sigurd me estaba observando, lo que me uso un poco incómoda, no acostumbraba tal atención.

  -En nada realmente.- Acomodo todo mi pelo hacia mi costado izquierdo, pasándolo por encima de mi hombro, en ese momento, mi peinado consistía en un recogido medio atado con trenzas al final. Me gustaba usar trenzas, en especial cuando Eniarth se ofrecía a peinarme, es relajante.

  Luego de una hora hablando sobre nuestras respectivas vidas, decidimos que lo mejor sería volver, puesto que mi rutina no había cambiado, y debía completar mis quehaceres matutinos. 

  Concluí que era una persona agradable, pero también bastante solitaria. Sabía, gracias a la serie, que era e típico adolescente hormonal vikingo, pero también tenía un lado.. no hormonal, sincero y lastimado. Era agradable hablar de cosas triviales, así como también, hablar de cosas que uno considera importantes. 

  Hablé con él sobre la mudanza, claro que le hablaba sobre mi experiencia de llegar a Kattegat, pero obviamente modifiqué algunos detalles. Casi todos los días, mi mente se ponía a pensar en la probabilidad de cómo reaccionarían las personas de Kattegat si les contara la realidad de mi procedencia.

  Ya estábamos en el punto de inicio, en frente de la puerta de lo que ahora era mi casa, aunque no sé por cuanto tiempo. Sigurd estaba algo distraído, por lo que cuando le hablé, se sobresaltó. 

  -Gracias por acompañarme.-

  -Es un placer-

  -¿Sabes qué?- Él realizó un sonido de interrogación, el cual asumí que era un "qué".

  -Acepto tu propuesta.- Pocos segundos de dar mi respuesta, pude ver la sonrisa torcida que realizo. Lucía extremadamente pálido a la luz de la luna, casi como si fuera un fantasma. En cambio, mi piel lucía su ligero bronceado provocado por mi rutina de trabajo a la intemperie.

  -Entonces... nos veremos dentro de poco.- 

  -Hasta la próxima.- Hizo un gesto que mostraba que estaba extrañado con aquella expresión, pero sólo duró unos segundos, porque volvió a sonreír y dio media vuelta. Lo vi alejarse unos metros, y luego decidí entrar a casa.

  



Cambios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora