Capítulo 6

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  Según Eniarth, la rutina que íbamos a adoptar a partir de aquel incidente, era un intensivo. Ella me dijo que no tendría la cantidad de tiempo que, hasta el momento, tenía para descansar. 

  Si bien, la decisión de aprenderme a cuidar; era solo eso, una decisión. Me sentía obligada a hacerme más fuerte. En cierta forma, se lo debía a Eniarth. No podía borrar de mi memoria aquel sentimiento de vulnerabilidad que recorrió cada una de mis fibras. Y cada vez que pensaba en eso, una sensación de suciedad quedaba como estela de aquel recuerdo.

  -Voy a tratar de ser lo más clara posible.- El sonido de la voz de Eniarth me devolvió de nuevo a la tierra. Estaba algo nerviosa; lo estuve desde que desperté, e incluso mientra alimentaba a los animales. No dejaba de pensar en que podía hacer el ridículo.

  -Está bien- Eso fue lo único que conseguí decir. Eniarth asintió, y luego me dedicó una sonrisa tranquilizadora. Al parecer, mis nervios se percibían. Para mis adentros, surgió una sonrisa. Era lindo de su parte ayudarme; desde que me hospedó, hasta con estas clases de defensa personal. Comenzaba a tenerle cariño.

  -El único modo de aprender a defenderte, es practicado- Eniarth hizo unas señas con sus manos, indicando que me posicionara en frente de ella. No fue difícil comprender que debía practicar defenderme con ella.

  -Entiendo. Pero debe tener en cuenta que no soy muy fuerte.- estaba segura que la mirada que le di a Eniarth era la de un perrito mojado. Pero era cierto, si ella intenta "atacar", lo más probable es que termine en el suelo.

  -Seré considerada, pero por lo menos, esfuérzate.- Me dedicó otra de sus sonrisas, pero esta vez puede notar que en su expresión había algo de diversión. Ya me estaba arrepintiendo. -Debes usar tu cabeza, intenta predecir los movimientos de tu oponente. Ten en cuenta sus intenciones.-

  Traté de enfocarme en sus movimientos, se acercaba de manera lenta, eso me ponía los pelos de punta. Pero debía mantener una distancia segura. A diferencia de aquel hombre, desconocía las intenciones de Eniarth, sabía que era solo entrenamiento; pero no sabía como iba a atacar.

  Su primer golpe se dirigió a mi abdomen, el impacto no fue significativo, había logrado esquivarlo, al menos, pude librarme de la fuerza de impacto, Eniarth no se detuvo allí; siguió atacándome. Solo logré agarrar su mano una vez, a mitad de trayecto de un golpe, y al hacer contacto visual con ella, me dí cuenta de que había cometido un grave error. 

  La adrenalina que sentía en esos momentos era de cierta manera fascinante. Tenía en claro algunos movimientos. Nunca antes había luchado, pero debo admitir que era divertido. La idea de mantener este tipo de prácticas luego de trabajar en las tierras, me gustaba.

  Eniarth daba algunos consejos cada vez que me confundía en cosas muy notorias. No estaba segura de si yo igual debía atacarla, por lo que solo me concentré en defenderme de ella, y si tenía la oportunidad, neutralizarla.

  En un abrir y cerrar de ojos, me encontraba en el suelo, esta vez, el impacto no pudo ser evitado. Eniarth me miraba fijamente a los ojos, noté que trataba de ocultar su orgullo de haber salido victoriosa. Pero yo no era un contrincante digno, estoy segura de que fue demasiado fácil ganarme, ni siquiera usó todos sus movimientos; ni hablar de la fuerza.

  -Peleas como una niña - Su tono de voz era serio, en un momento sentí mucha vergüenza, ese comentario me había caído mal. - Pero... tus reflejos son bastante buenos, debes animarte a atacar tu también. Tienes potencial.

  Esas palabras hicieron que olvidara por completo su comentario anterior, el cual, fue en parte una broma. Me sentía feliz de no ser tan inútil como pensaba que era. Aunque de todas formas me reprochaba el no haber visto la patada de Eniarth, que dio como resultado el que me estampe en el duro y frío suelo.

  Como consecuencia, tenía un dolor de espalda y trasero que molestaban cuando quería sentarme. Estuve al menos unos minutos sacudiendo la oscura tierra de mis nuevos pantalones de cuero. 

  Mis nuevos labores, y clases de lucha se habían convertido ya en parte de la rutina; al igual que mis intentos por volver a casa. Incluso, le conté a Eniarth lo extraño de todo; obviamente modifiqué algunas partes de la historia para que no me tome por loca. Como por ejemplo la parte de vivir en lo que para ellos sería un futuro o algo así. Ni yo estaba segura de lo que pasaba. 

  Según Eniarth, en una charla que tuvimos en la cena, ella dijo que yo fui una enviada de los dioses; y admitió que se sentía culpable de que me sintiera tan sola, pues fue ella quién le pidió a los dioses compañía, y una mano para los campos. Yo trataba de consolarla, pero insistía en que fue ella quien me trajo hasta acá.

  -Yo le pedí a Frigg, esposa de Odín, que me ayudaran con el hogar, estaba desesperada- El tono de su voz reflejaba desolación, e instintivamente, pero igual dubitativa, extendí mi mano, para tomar la suya.

  -No es tu culpa, y me siento a gusto siendo tu compañía, ayudarte con tus tierras. Sin ti no tendría a donde ir.- Vi como tragaba saliva, y se preparaba para hablarme; pero al parecer no pudo hacerlo. Luego de dar por entendido que no había más que hablar esa noche, bajó su mirada hacia las talladuras de la mesa, y mantuvo sus ojos grises viendo los patrones. Todo su cuerpo reflejaba cansancio, aunque pero lucía mejor que cuando la conocí, se veía menos agotada. 

  Su pelo rubio, ya con bastantes canas, caía sobre su rostro. Era obvio que no estaba con ánimos, y es por eso que decidí no molestarla. Ofrecí limpiar la mesa, con una de mis mejores sonrisas, y ella agradeció para luego irse a la cama.

  Esa noche de sinceridad quedó grabada en mi memoria. Desde mi llegada ya habían pasado dos meses, o tal vez más. Estaba empezando a acostumbrarme a vivir allí, no voy a mentir; extrañaba un montón a mi madre, mi música, y también los tampones y toallas sanitarias. Era una realidad innegable, ser mujer en esa época era un infierno en ese aspecto.

  Solté un largo suspiro luego de haber terminado de acomodar y limpiar el comedor en general, y luego me fui a acostar. Estaba tan agotada física y emocionalmente, que no me fue difícil conciliar el sueño.

  

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