Capítulo 30

1.2K 154 21
                                    

  Me había pasado gran parte del día con Ubbe, comenzaba a apreciar a los hijos de Ragnar, eran la mayor parte de mi compañía. De otro lado, sólo tenía a Eniarth.

  Me dio curiosidad ver si tal vez podía conocer a Helga y Floki. Amaba a esos dos, eran personajes muy simpáticos. De ser por mi, los seguiría para conocerlos. Pero debía abstenerme a mis impulsos de fan y actuar como una persona más de aquellos tiempos.

  A medida que iba oscureciendo, la temperatura bajaba a grandes diferencias. Y para evitar volver con mis extremidades congeladas, decidí que lo mejor sería  regresar a casa, junto con Eniarth.

  Los días de invierno, eran oficialmente los peores. Las actividades se reducían a tejer y guardar comida. No se parecían en nada a mis sueños de invierno en mi casa. Porque acá no había Internet, ni capuchinos, ni mucho menos netflix. 
  He suspirado tantas veces por el aburrimiento, que hasta Eniarth comenzaba a mirarme raro. Definitivamente Kattegat en invierno no era una buena opción.

  Ya habían pasado dos meses más de frío, tejer, cocinar caldos, volver a tejer, y arreglar la casa. Se podría decir que iba a cumplir mucho más de medio año fuera de casa. En ,vaya a saber Odín dónde. De todas formas, nunca llegaba a pensar en el tiempo fuera, porque siempre conseguía como distraerme, aunque en invierno esta acción se me dificultara. 

  Aproveché que el cima había mejorado, y decidí realizar las compras, debido a que Eniarth no se encontraba del todo bien. De todas formas, iba a insistirle hasta que me dejara salir, necesitaba sentirme útil, y no un parásito.

  Caminé alegremente hasta llegar al mercado, Eniarth me había encargado que comprara carne fresca y licor. Me pareció extraño que no me haya mandado a matar algún borrego, pero se lo agradecí de todas formas, no estaba lista para realizar aquella acción.

  Noté que el mercado lucía mucho más variado y repleto de gente , mucho más que de costumbre. Pude notar más puestos asiáticos,  en especial, lo que serían turcos. No me privé en recorrer cada puesto, y analizar cada cosa. De todas formas, aún era temprano para comenzar a cocinar, incluso para Eniarth.

  Comencé por buscar las especias para la carne, las cuales, estaban en prácticamente todos los puestos. Olí, y elegí la que mejor se veían. Mientras analizaba cada una de las futuras compras, sentí que alguien estaba vigilándome, pero decidí por ignorarlo.

  Me dirigí al puesto de carne, el que siempre está abierto, hasta en invierno. Encargué mi compra, y esperé hasta que la buscara. Mientras esperaba, me giré disimuladamente, para ver si podía localizar aquella mirada. Pero no había nadie a la vista, tal vez eran imaginaciones mías, demasiado tiempo encerrada podía volverte loca. ¿Cierto?

  Una vez conseguido todo, me dirigí nuevamente hacia la cabaña. Pero mi caminata se detuvo cuando alguien dijo mi nombre. Me sobresaltó, debido a que la voz estaba más cerca de lo que esperaba. Volteé a ver de quién provenía, y no me sorprendió encontrarme unos intensos ojos azules perforándome con la mirada.

  -Ivar...¿Cómo haz estado?- Le mostré una de mis simpáticas sonrisas. La cual devolvió muy levemente. Más que una sonrisa, tenía una expresión de consternación, lo cual me resultó muy divertido. Tuve que reprimir mi risa.

  -Como siempre. El invierno es algo aburrido.-

  -Ni que lo digas, no hice nada más que tejer.- Le respondí acompañado de un ligero bufido.

  -Peor es intentar cazar en bosques vacíos, créeme. Es una pérdida de tiempo, y calor.- Ivar se encontraba sentado en una silla de cuero, la cual, no tardé mucho en analizar. Parecía ser plegable, y liviana, al menos, en comparación con otras sillas de por ahí.

  -La verdad es que nunca antes he cazado.- Ivar se sorprendió, pero reemplazó aquella sorpresa, con una sonrisa. 

  -Debes venir a cazar con mis hermanos, y conmigo, será divertido ver como los animales se escapan ante tu ruidosa presencia.- Rió para si mismo. 

  -Puedo ser sigilosa cuando quiero.- Respondí actuando una falsa ofensa.-

  -Mañana por la mañana saldremos, si quieres venir, sólo debes presentarte antes de que amanezca.- Analicé su propuesta por unos segundos. Sonaba bien, ¿Qué podría salir mal?


Cambios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora