Capítulo 17

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  Ya habían pasado cuarenta minutos desde que Eniarth decidió tomar algo con su amiga. Por mi parte, decliné lo más cortesmente a su oferta, prefería ver las pequeñas olas que se formaban en la orilla. Estaba un poco cansada de los extraños, no me molestaban ellos en sí, sino la situación. Estar en una habitación, con una mujer extraña haciendo preguntas sobre mi falso pasado... odiaba mentir, y también las preguntas incómodas. 

  Suspiré pesadamente, no estaba de humor en este instante. Me sentía mal por no acompañar a Eniarth en esto, aunque se la notaba muy entusiasmada con esta visita. ¿Tal vez era esta amiga una de las alianzas que el vidente había advertido? ¿Acaso debía creer algo delo que dijo? 

  "Lena, no seas paranoica, no dejes que este tipo de superstición tome importancia en ti misma, nada de lo que pasó o pasará, tiene que ver con una lectura del vidente por parte de los dioses" 

  Dios, o dioses, sea lo que fuera que me espera, que sea algo bueno. Como volver a casa.

  Estaba tan absorta en mis pensamientos sobre conspiraciones paranóicas de los dioses, que no noté que una joven mujer había tomado asiento a la orilla del mar, junto a mi. Claro que había tomado cierta distancia, lo que me pareció bien. Volteé para mirarla, y así hacerle saber que me había percatado de su presencia. Le dirigí una amistosa sonrisa, y luego la examiné cautelosamente.

  Era una joven, que, tal vez tenía mi edad. Su cabello era bastante rubio, como el la hermana de Reggan, y tenía unos ojos celeste muy claro, eran bastante intensos. Más allá de su apariencia superficial, parecía tener ganas de entablar una conversación. Tenía un atisbo infantil en sus expresiones. No tardé mucho en reconocerla, era Margrethe, la esclava que se acostaba con casi todos los hijos de Ragnar. Claro que lucía más joven, y estaba mucho más sucia.

  -Hola..- Mi saludo no salió como esperaba, sonaba tímido, y sinceramente ella no me intimidaba. 

  -Hola- Ella, en cambio, saludó de un modo más enérgico.- Soy Margrethe.

  -Mi nombre es Sigrid.- Le extiendo la mano, de forma amistosa, ella no tarda mucho en corresponder.

  -He escuchado algo de ti.- Noté que quería añadir algo, pero antes de hablar, se mordió ligeramente el labio inferior, ¿Tal vez intentaba contenerse?- ¿Es cierto que entrenas para ser escudera?

  Su repentino interés, y pregunta hecha, me tomaron por sorpresa, por un momento me quedé sin palabras. ¿Qué debía responder? El entrenamiento había comenzado como una medida necesaria para la defensa propia, pero era cierto que había dedicado bastante tiempo en eso, incluso había mejorado lo suficiente como para vencer a Eniarth con un escudo en mano. ¿Puedo considerarme aprendiz de escudera?

  -Si... eso creo. ¿Por qué?- Noté , que al igual que hizo ella, mi pregunta la tomó desprevenida. Titubeo antes de contestar.

  -Me llama la atención... todos decían que Hakoon era alguien mas bien pacífico, me interesó el hecho que hayas ido por otro camino.-

  -Oh.. bueno, era alguien tranquilo- Recordé que Eniarth dijo algo sobre que Hakoon no era quien todos creían que era. Eso me hizo pensar que Eniarth o conocía bastante bien. - Pero no estaba del todo en contra de los combates.-

  -Admiro a las mujeres que deciden hacerse fuertes.- Noté que su mirada estaba perdida en algún punto en el horizonte, sobre las tranquilas olas de aquellas gélidas aguas.

  -Gracias.- No estaba segura de qué decir en esa situación, Margrethe parecía estar hablando consigo misma, pero de todas formas decidí hablar.

  -Me gustaría tener más tiempo para hablar contigo, pero debo volver al trabajo, fue un gusto conocerte.- Margrethe se despidió con una amigable sonrisa, la cual devolví con total carisma. Luego se levantó, sacudió su vestido, el cual estaba lleno de hollín y tierra, y volvió hacia el centro de Kattegat. La perdí de vista rápidamente.

  No pasó mucho tiempo hasta que me di cuenta de que empezaba a sentir la soledad, por lo que me levanté de mi lugar para dirigirme donde estaba Eniarth, al parecer, la soledad estaba acompañada de la gélida brisa del lugar. Me encaminé con los brazos cruzados, intentando mantener calor en mi pecho.

  -No recordaba que la casa quedara tan lejos- Pensé en voz alta, mientras caminaba.

  -No es necesario que camines tanto.-Escuché la familiar voz de la amiga de Eniarth, volteé  mi mirada hacia mi izquierda, puede ver que detrás de ella se encontraba Eniarth. Ambas parecían estar en una herrería. Lo supe por el yunque, que se encontraba al descubierto.

  Me acerqué a ambas, no entendía que hacían ahí y no en la casa, pero decidí ignorar ese detalle. Por alguna extraña razón, la amiga de Eniarth me sonreía de una manera inusual, sentía que escondía algo... o al menos trataba de hacerlo. Cuando ya estaba a menos de dos metros, Eniarth se acercó a mi con una amplia sonrisa.

  Sinceramente, nunca me sentí tan extrañada y perdida como en ese momento. ¿Acaso algo debía pasar?


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