Mi padre acababa de fallecer, después de luchar 15 años contra la enfermedad de Parkinson. Recuerdo como vinieron varias de sus alumnas a su funeral, llorando y no pudiendo creer que haya sucedido tal cosa. Mi mama y yo llorando tampoco podíamos creerlo, era como una pesadilla de la cual queríamos despertar, pero no era así, mi padre había fallecido y todos sus alumnos, amigos y conocidos estaban allí con flores, adornos y condolencias a mi madre, a mí, y a su familia, recordando lo buena persona que era y todas las cosas que enseño siendo profesor de Tai Chi.
Unos días después, mi tío Julio, hermano de mi padre, nos contó que se podría hacer realidad el deseo de mi padre de que sus cenizas sean esparcidas por el mar de Matarani, ya que estaba investigando sobre viajes a dicho lugar. Mi padre había sido cremado días atrás y mi mama y yo no pensábamos en eso por carecer de dinero, siendo la cremación de mi padre cortesía de mi tío Lucho, hasta que mi tío Julio nos contó lo del viaje, aceptando mi mama y yo encantados.
Fue un día sábado cuando mi mama y yo ya estábamos listos para ir al terrapuerto, no sin antes olvidar la urna donde estaban las cenizas de mi padre, tomando rápidamente un taxi ya que se nos hizo algo tarde, pero llegamos temprano de todas formas. Estuvimos esperando a que llegara mi tío, ya que él tenía la plata para ir, impacientándonos y alarmándonos un poco la idea de perder el bus. Finalmente llego, pago a la cajera y subimos a un bus interprovincial con destino a Mollendo, la tierra donde nació mi abuela paterna.
Todo el viaje en el bus fue tranquilo y sin ningún problema o inconveniente, salvo pequeñas paradas hechas por personas en plena carretera. En el trayecto, vi hermosos paisajes que en mis historias nunca se me habían ocurrido retratar, quedando maravillado y sorprendido por lo que veía. Mi tío se quedó dormido en el camino, mientras mi mama me daba conversación de vez en cuando. Estando a punto de llegar, vi la costa peruana por primera vez, quedando maravillado. Finalmente llegamos a la plaza central de Matarani, donde bajamos debido a que mi tío nos dijo que sería más difícil llegar allí en el terrapuerto de Mollendo. Al bajar sentí mareos y ganas de vomitar, pero solo fue algo que se pasó al rato. Lo curioso es que no dije nada hasta que regresamos a Arequipa.
Era la segunda vez que salía de mi ciudad natal. La primera había sido años atrás en la Joya con mi tía Marga, hermana de mi mama. Aun así, nunca había estado en una ciudad tan diferente a lo acostumbrado que veía en Arequipa. Por primera vez vi pescadores regresando del puerto en sus autos, edificios mucho más pequeños que los de Arequipa, y como no, el olor a pescado recién salido del agua que inundaba el ambiente, junto al océano que se veía a lo lejos, mientras mi tío compraba pasteles para comer en el camino, compartiéndolos con mi mama y yo.
Mi tío logro tomar un taxi después que varios lo rechazaran, ya sea por prisa o por cuestiones raciales. El taxista nos llevó al muelle más cercano, hablando gentilmente con nosotros, contándonos varias cosas de Matarani, pero lo que más me llamo la atención fue la historia de un farol que llevaba ahí desde la época colonial, contándonos que una vez ese farol salvo a un importante capitán español de encallar en el frio océano, también nosotros le contamos sobre las cenizas de mi padre que arrojaríamos al mar, diciéndonos que eso era mucho mejor que tener tanto cadáver pudriéndose en el cementerio y que debería hacerse más seguido.
Llegamos al muelle, quedándome realmente sorprendido por ver por primera vez barcos en un muelle y en el mar, no creyendo que era realidad lo que veían mis ojos, siendo como un sueño del que nunca quisiera despertar, conociendo por primera vez el mar, aparte de seguir sintiendo el olor a pescado en el aire. Mi madre bromeo diciendo que ya no era niño boliviano. Tardamos un tiempo en alquilar una barca, pero finalmente un pescador nos ofreció su lancha sin cobrarnos ni un sol. Tuvimos miedo al subir, ya que nunca habíamos estado en una lancha, primero subiendo mi tío lleno de nervios, luego yo igual que él, y por ultimo mi mama que fue la más valiente de los tres.
La lancha comenzó a moverse con todos adentro, sintiendo miedo mi tío y yo por cómo se movía el mar, como si en cualquier momento llegaría una ola fuerte y nos tumbaría a todos, mientras mi madre seguía tranquila. Pero nos relajamos un poco al ver volar a los albatros y pelicanos, siendo un gran espectáculo digno de ver. Nos adentramos al mar adentro, sintiendo nervios por no saber qué pasaría, ya que el agua se tornaba cada vez más fuerte. Mi tío saco su celular para distraerse y tomar fotos, yo hice lo mismo, sacando ambos varias fotos del mar, de las aves, y de los lobos marinos que navegaban, aunque yo más bien trataba que hubiera internet en un sitio sin Wifi.
Nos acercamos a un punto donde ya casi no se veía el muelle, entrando en pánico mi tío y yo, por lo que mi madre rio y comenzó a esparcir las cenizas de mi padre en el mar, sintiendo felicidad al pensar que mi padre estaría sonriendo feliz desde el otro mundo por cumplir su última voluntad. Luego de eso, comenzamos a regresar a la orilla poco a poco, calmándonos a mi tío y a mí, diciéndonos el pescador que la cremación le parecía un mejor método de despedida del cuerpo, que tenerlo pudriéndose en el cementerio.
Al principio sentí miedo de ir muy mar adentro, pero solo al principio, al quedar maravillado por el bello lugar que era el mar, y al ver las rocas donde se posaban los lobos marinos y como estos saltaban en picada al mar, viendo incluso a un tierno lobo marino bebe, y como no, peces y unas cuantas tortugas, pero sobre todo estaba maravillado por cumplir el deseo de mi padre. Quizá mi miedo inicial fue por los relatos de monstruos marinos que tanto había leído en internet años pasados, principalmente del Megalodon y el Leviatán, o que simplemente se volteara el bote.
Finalmente llegamos al muelle, no sin antes que un lobo marino se posara bajo nuestra lancha, pero sin hacernos ningún daño, donde subimos ya relajados y sin temor, agradeciéndole al señor que nos había hecho el favor gratis. Lo malo y pesado fue esperar que viniera una combi al muelle para regresar a Matarani, comprando mi tío helados para los tres, para intentar no aburrirnos ni abrumarnos porque hacía mucho calor. Llego la combi y nos embarcamos de vuelta a Matarani, dejándonos está en un paradero de buses, recordando graciosamente los temores de mi tío y yo, y como mi madre estaba tranquila en las circunstancias.
Los tres realmente sentimos tristeza a la hora de irnos. Esperamos el próximo bus a Arequipa en un paradero, hablando de lo feliz que estaría mi padre por cumplir su deseo y toda la maravillosa experiencia de conocer el mar, pensando como estaría feliz en el cielo al ver que hicimos lo que había dicho en su última voluntad. El bus finalmente llego, subimos y nos dirigimos nuevamente a Arequipa. De regreso a casa, pensaba en lo hermoso que había sido conocer el mar, conocer una tierra tan diferente a la mía, y sobretodo, cumplir la última voluntad de mi padre.
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Criticas, reseñas, artículos, ensayos y opiniones sueltas
RandomEste libro tratara sobre criticas, reseñas, ensayos y artículos que hice y que siempre quize subir, algunos fueron hechas como tareas de la universidad. Ahora tengo la oportunidad de subirlos en wattpad. Antes de leerlos les digo que si no les gusta...