iv.

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—Les dije que no sería un trabajo fácil —señaló Amya al tiempo que entraban en su departamento. El corazón de Alex aún palpitaba con fuerza tras el robo que habían llevado a cabo. No solo habían robado por quinta vez, sino que habían entrado a la casa de la madre de un miembro del consulado. Si las descubrían, debían darse por muertas—. Pero hemos ganado bien —señaló con una sonrisa al tiempo que se daba la vuelta para mostrar un fajo de billetes. Brienna y Alex rieron, aunque esta última no lo sintió así—. ¿Cuándo dejarás de poner esa cara cada vez que hagamos algo? —cuestionó Amya dejando caer la mochila donde llevaba el dinero y quitándose la peluca rubia para revelar su cabello negro como el pelaje de un cuervo.

—No es algo que me enorgullezca —replicó Alex encogiéndose de hombros, también quitándose su peluca rojiza y dejando libre su melena castaña. Brienna se sentó en la cama de Amya, su peluca negra había desaparecido para darle paso a su cabello marrón y corto.

—A nosotras tampoco nos enorgullece —comentó Amya. Aquella charla la habían tenido miles de veces pero parecía que Amya no se daría por vencida hasta que Alex disfrutara de lo que hacían. Sabía que aunque Brienna y Amya lo negaran, a ambas les gustaba el dinero fácil mientras Alex no tenía otra opción—. Nosotras debemos vivir de esto, Alex. Somos lo único que tenemos —Alex sonrió con cierta tristeza. Sus padres habían sido flotados tras haber sido acusados de robos y ellas vivían de la única manera que conocían—. Piensa en tu madre cada vez que salimos. Haces esto por ella —susurró apoyando su mano en el brazo de Alex, quien ladeó la cabeza con una sonrisa. Tenía razón. Lo hacía por ella.

El camino de vuelta al campamento fue más fácil de lo que creyó. Los gritos de júbilo la guiaban en la oscuridad y casi sin darse cuenta ya estaba al pie del campamento, con los delincuentes alrededor de una fogata. Vio una fila de gente que se acercaban para que dos personas les quitaran la pulsera y las tiraran en la fogata. Era un caos.

Una voz llamó su atención: Wells. Estaba discutiendo con Bellamy del otro lado de la fogata. Alex se acercó sin pensarlo dos veces.

—Pensarán que estamos muertos, Bellamy —acusó Wells. Cuando Alex llegó a su lado, Bellamy apenas la miró y Wells continuó—: Quieras o no, en el Arca tienen los suministros suficientes para sobrevivir —continuó hablando más fuerte para captar la atención de todos, quienes lo oyeron. Alex sintió una chispa de esperanza en el pecho. Lo estaban escuchando—. Aquí solos no dudaríamos nada sin los ingenieros, los médicos y toda la gente que conforma una verdadera sociedad. Los necesitamos.

—Te equivocas, Wells —apuntó Bellamy sin inmutarse—. Nosotros podemos hacerlo solos, ¡¿no es verdad?! —gritó para que el público aullara. Sonrió autosuficiente. Alex no podía creerlo. Los tenía hipnotizados.

—No podemos hacer lo que queramos —susurró Wells dando un paso hacia delante y Alex lo contuvo apoyando una mano en su brazo. Wells la miró confundido y Bellamy la observó unos segundos como si estuviera esperando a que dijera algo pero su intención era detener a Wells de hacer lo que fuera que estaba pensando. Bellamy tenía un ejército detrás de él.

—No es como piensas, Wells —repuso Bellamy aunque mirando a Alex antes de concentrarse en Wells—. Tú, yo y todos podemos hacer lo que queramos —anunció tan fuerte que el resto de los delincuentes comenzaron a repetir una y otra vez las últimas palabras de Bellamy. Alex lo miró sin poder creerlo, giró su cabeza hacia Wells, quien negó antes de clavar sus ojos en ella y, por primera vez, no vio miedo ni incomodidad, sino aquella clase de mirada que se utiliza cuando comparten un chiste íntimo, aunque en este caso no se trataba de ningún chiste sino de algo serio.

En aquel instante, el cielo tronó y el rostro de Alex se vio completamente mojado de un segundo a otro. Lluvia.

Los delincuentes comenzaron a festejar y Bellamy los observó con una sonrisa mientras Wells le señalaba con la cabeza que se alejaran de allí.

Los delincuentes comenzaron a festejar y Bellamy los observó con una sonrisa mientras Wells le señalaba con la cabeza que se alejaran de allí

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Alex despertó debido al calor que sentía en el rostro. Pestañeó varias veces para adaptar la vista a la luz del sol que le reflejaba directo a los ojos. Se estiró. A pesar de todo lo que había salido mal la noche anterior, Wells y Alex habían encontrado un lugar seguro cerca de la nave pero aún adentrados un poco en los bosques donde descansaron tras la lluvia. Alex se sintió eternamente agradecida a pesar de no haberlo expresado en voz alta. Estaban tan cansados que apenas se hubieron acomodado al pie de los árboles, cayeron rendidos.

Pero algo estaba mal. Alex se dio la vuelta pero no encontró a Wells. No estaba allí. Se puso de pie con el miedo erizándole los vellos de la nuca mientras se adentraba al campamento donde los delincuentes ya estaban despiertos, pero Wells no estaba allí. Caminó unos metros más y su pecho de desinfló cuando lo encontró de pie junto a unas tumbas que había cavado en la tierra. Llevaba la campera atada a su cintura como Alex, aquel era un día caluroso, pero lo que más le llamó la atención fue su muñeca. Vacía. Se apresuró a alcanzarlo tan deprisa que casi tropezó.

—¿Dónde está tu pulsera? —cuestionó. Wells la miró pero no se sorprendió. Clavó la pala a un lado antes de observarla detenidamente.

—Me la quitaron.

—¿Quién?

—Bellamy.

Alex suspiró. Bellamy había ido a por Wells y no tardaría en ir a por ella, pero no lo dejaría. No se rendiría tan fácilmente, si quería hacerles creer en el Arca que Alexandria Mendaro estaba muerta, entonces la tendría que matar.

—¿Por qué no te quitas la tuya?

Volvió al presente tras la pregunta. Ladeó la cabeza confundida.

—¿Qué quieres decir?

Wells se movió de un lado a otro antes de sentarse en el césped y limpiarse la frente con su brazo. Alex lo imitó.

—No ganas nada si bajan —replicó despacio como si tuviera miedo de la reacción de Alex. Por un momento, había olvidado que era una asesina para el resto del mundo. Miró sus dedos mientras pensaba en una respuesta que ella conocía perfectamente pero que nunca se planteó hablarlo con otra persona que no fuera Jasper.

—Mi mamá está ahí —respondió mirándolo pero Wells no se inmutó—. No la he visto desde el juicio y no la culpo. Estoy segura de que ser madre de una presunta asesina le arruinó la vida... Claro, si no la flotaron.

—¿Por qué crees que la flotaron?

Alex se quedó en silencio. Nunca creyó estar dispuesta a indagar tan profundo en su mente.

—Ella sabía de los robos, por más que tratara de alejarme de eso, nunca lo logró. Podrían haberla acusado de cómplice —dijo con cierta tristeza que no logró ocultar. Volvió a bajar la mirada a sus manos.

—¿Lo hiciste? —cuestionó Wells logrando que volviera a mirarlo.

Sacudió la cabeza.

—No.

Beautiful Mess I → Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora