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Y ULTIMO POR HOY. NOS VEMOS EL DOMINGO.

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Phillip hizo a un lado la maleza con su corta espada, con el corazón roto en mil pedazos y la ira burbujeando en su cabeza.

Desde que había llegado a manos de esa pequeña de cabello rubio y ojos azules, y había conocido a Elizabeth, su mundo había cambiado, llenándose de color. Era la más hermosa bailarina que vio en toda su vida, con un rostro sereno, aunque una mirada taciturna. El cuerpo tan perfecto y delicado como un capullo de rosa. Sí. Se le notaba que cargaba una pena muy honda en su corazón, pero pensaba que era debido a que se encontraba sola. Con el pasar de los meses, el gran Phillip se había propuesto conquistarla y alegrar su corazón. Pero lo que él veía como un amor naciendo, ella lo interpretó como una gran amistad.

Cometió un error tras otro al pensar que podrían aspirar a algo juntos. Al bailar con ella, se sentía el hombre más feliz sobre la faz de la tierra. Pero mientras más felicidad irradiaba el, más tristeza asomaba en la mirada de su Lis. La besaba y ella solo respondía a sus caricias con poco entusiasmo. Tarde vino a darse cuenta de que las cosas andaban muy mal. Tonto, tonto y más tonto. Eso había sido él. Si hubiese interpretado mejor su comportamiento, si le hubiese preguntado antes qué le pasaba, nada de esto habría ocurrido. No se habría humillado de la forma en que lo hizo, creyendo que tenía un bello amor correspondido.

Miró sobre su hombro con tristeza, y después apretando con más furia la espada. Que le hicieran a ella lo que se les viniera en gana. Que incluso la raptara un feo ratón, o su adorado principito apareciese muerto. Se lo merecía por ser tan egoísta y no pensar en las personas que se preocupaban por ella.

Continuó avanzando de regreso, y comenzó a estar tranquilo cuando a lo lejos divisó la cerca que separaba el jardín de los Weddgwood con el resto del bosque. Dudó un momento entre avanzar o dar la vuelta. Su cabeza le pedía ser razonable y continuar su camino a la seguridad del cuarto de Rosie. Su estúpido corazón le pedía simplemente seguir luchando por ese amor e ir a buscarla.

—Demonios, Elizabeth. Tengo que estar muy idiotamente enamorado si voy a volver por ti aunque me pidieras dejarte—

Asió la espada con la mano izquierda, y echó a correr de vuelta al bosque, a acompañarla, aunque ella lo odiara el resto de su vida.



Ya era cercano el final de la tarde, cuando unas goteras inmensas comenzaron a caer del cielo, y un trueno retumbó como un tambor por todo el bosque. Como si las cosas no pudieran ponerse peor, después de que se desgastaran sus zapatillas de bailarina, para tener que dejarlas atrás y continuar su camino descalza; llegaba la lluvia y la dejaba completamente empapada, con su vestido blanco pegado a su cuerpo, los pies enlodados y el hambre haciendo protestar su estómago.

Debido a la transformación en humana al salir de la casa de Rosie, comenzaba a sentir todo lo que una persona del común sentía. El agotamiento en el cuerpo, el hambre y la sed. Eso sumado con el frío y el miedo por estar posiblemente perdida y solitaria en ese bosque. Tampoco es que pudiera hacer nada. En casa, los demás juguetes no habían contado con que se convertiría en una humana diminuta y que necesitaría comida. Por lo que no llevaba nada en su bolsito. Y había sido tan dura con Phillip que lo había sacado de su lado y no tenía con quien charlar. Le entraron los remordimientos. Al menos si estuviese con él, no le daría tanto miedo escuchar los ruidos de los animales del bosque, muchísimo más grandes que ella.

Al momento de burlarse de Phillip, respecto a los animales salvajes del bosque, todo le había parecido tan imaginario y divertido. Ahora viendo que quizás esos animales si pudieran existir. No le hacía tanta gracia.

LA BAILARINA DE JUGUETE (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora