—Bienvenida a Loria, Elizabeth—sintió a Iris a su lado.
La tierra era fantástica. Por lo que abrió la boca, mirándolo todo. Casas en los árboles, campos de flores, puentes colgantes y un palacio de piedra y cristal, al fondo. Cascadas y ríos abundantes.
Con razón los ratones querían apoderarse del reino.
Dio un traspié, cuando alguien la empujó hacia adelante.
—Camina—le ordenó uno de los soldados que la tenía cercada.
Continuaron el recorrido. Se sintió un poco incómoda, al ver que todos los de la tribu la observaban al pasar por todo el reino, con las manos atadas. Seguían a la guardia real, y las miraban a Iris y a ella con curiosidad.
—No te preocupes. Al final ya no serás una novedad para ellos. Se acostumbrarán a verte por aquí—Adelice se acercó, con una mueca cínica.
—No te encariñes con ella, hermana. Si Úras decide que no es productiva para la tribu, se va—
Sintió verdadero terror. No podían sacarla. Debía hallar a su Dimitrie y dar la información de la inminente guerra. Para eso había venido. Había llegado muy lejos para que simplemente la echaran.
—Y por irse, me refiero a lanzada desde la punta más alta del muro—
Iris negó, y Lissie tragó saliva, nerviosa, contemplando el muro que medía casi que más diez metros.
Si los elfos no la mataban primero, sin duda lo haría una caída por ese muro.
—No puedes decidir nada, Adelice. Ni siquiera Úras. Solo nuestro rey tiene el poder y permiso para determinar esa sentencia en alguien—
—Él no está aquí—se jactó, sonriente.
—Pero Úras, sí. Y el lidera en su lugar. Sabe que con un asunto como el enviar a alguien al muro, no tiene voz y voto. Y no intentes seducirlo para tener algo a cambio—
La elfa se alejó con paso elegante, esperando que dos guardias abriesen las puertas de oro
Estos la abrieron con una reverencia, y entraron a la fortaleza de grandes columnas, techos en arco, ventanales de cristal y suelos de mármol. En el fondo se veía un gran trono donde un hombre de cabeza rapada en los lados y cabellos canosos sostenía un bastón dorado y con una capa larga en tonos cafés. Dos guardias más estaban a cada lado suyo. Si miraba hacia arriba veía pisos en espiral donde estarían todos los aposentos.
Adelice hizo una breve reverencia.
—Lord Úras, hemos encontrado una intrusa en las cercanías del muro—
— ¿Quién es?—
Iris se adelantó y la soltó de los guardias, acercándola casi a regañadientes. Elizabeth estaba tan cansada y hasta un poco mareada, que no era capaz de andar mucho por su propio pie.
—Milord...--empezó la elfa, para presentarla.
Úras la detuvo.
--Quiero que sea la prisionera la que se presente. Ya puede retirarse, soldado—
--Milord...--
--Silencio, Iris—
Ella tuvo que retroceder, soltando a Elizabeth y dejándola inestable delante del trono.
El lord de aspecto duro, se levantó de su sitio, bajando los dos escalones y acercándose a ella, con la barbilla en alto. La estudió de pies a cabeza, dando una vuelta a su alrededor.
—Tu nombre—
—Elizabeth—dijo con firmeza, cambiando un segundo de postura.
Y cuando el elfo no dijo nada, ella creyó que podría continuar.
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LA BAILARINA DE JUGUETE (COMPLETA)
FantasyRoselinda es una niña de diez años, que tiene en su poder como regalo de su padre, una caja de música con una bailarina y su príncipe, con mágicos secretos. Cuando esta se va, los muñecos cobran vida. Rosie los cree hermanos, pero por dentro se esco...