15.

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Pasaron dos días, hasta que la joven por fin pudo abrir los ojos, sintiéndose renovada, aunque un poco mareada y confundida.

Lo primero que vio al despertar, fue un rayo de sol entrando por el techo iluminándole la mano, la cómoda cama, una bandeja con algo de comer despidiendo vaho y buen olor. Y... su amado príncipe sentado junto a la cama en una silla, con el codo apoyado en el posa brazos y la cabeza recostada en esa mano, dormido.

Era él. Estaba ahí.

Sintió que se le iba a salir el corazón del pecho. Sujetándose las manos al pecho, se sentó, llamándolo en susurros.

—Dimitrie—sus ojos se llenaron de lágrimas.

Lo había encontrado por fin.

Se miró la mano en busca del anillo, y vio su dedo sin él. Otra vez. Muy probablemente se le habría caído en los calabozos. Ahora no tenía comprobante de que era ella.

Volvió a mirar a su príncipe, ahora rey de los elfos. Seguía dormido en la silla, pero se había movido levemente.

—Dimitrie—volvió a llamarlo y el abrió los ojos.

Los mismos que la enamoraron desde que lo vio la primera vez. Pero estaba cambiado, tenía un breve nacimiento de barba, el cabello recortado como el de Úras, solo que sin líneas grises. Los brazos más fuertes. Se veía tal y como ellos. Como un guerrero. Vino a darse cuenta tarde, que él llevaba un rato mirándola, y ahora estaba poniéndose de pie para acercarse.

—Despertaste—su voz era tal cual la recordaba— ¿cómo te sientes?—

Lo que ella se esperaba era totalmente diferente. ¿Que no iba a rodearla en sus brazos, alborozado, e iba a decirle lo mucho que la había extrañado? Porque ella lo había extrañado en serio. Para respirar, para vivir. ¿Qué había pasado con el amor que se tenían?

—Dimitrie—repitió ella, esperando a que él la recordara o dijera algo al respecto.

Solo le sonrió.

—Sí. Ese es mi nombre. Pido disculpas por la bienvenida que te dio la tribu. Úras es algo cruel a veces. Ya Iris te curó con emplastos de corteza de sauce y vendó tus heridas—ella se miró y vio que él tenía razón.

El codo tenía una venda, la parte de atrás de su cabeza, también. Los pies ya no le dolían tanto, y las ampollas empezaban a desaparecer.

— ¿No me recuerdas?—se le zafó.

El la miró dudoso, y con el ceño semi fruncido. Se veía muy apuesto.

— ¿Nos hemos visto antes?—su alma decayó.

No la recordaba. Ni siquiera el sonido de su voz.

Ella negó, tratando de esconder las lágrimas y mirando a donde estaba la bandeja con comida. No tenía sentido quedar mal, contando una larga historia que tal vez él iba a negar. Además, apenas había llegado, aun debía recuperarse. Con suerte luego le haría las preguntas. El pareció interpretar lo que pensaba y le acercó la bandeja con comida, amable.

—Lo siento. Olvidaba que no habías comido casi nada—ella le dio las gracias.

Se hizo un incómodo silencio. Uno que ella ahora no se atrevía a romper. Pues tenía el corazón prácticamente arrugado de comprobar que aunque ella había soñado todas las noches con el y con recuperarlo, el no la recordaba. Sin importar si la había olvidado de forma voluntaria, o incitado por Nimdra y la tribu. Si tan solo trataba de hablar o de mirarlo a los ojos, rompería a llorar sin remedio.

—Debo retirarme—le dijo el, un rato después—llamaré a Iris para decirle que despertaste. Querrás cambiarte y descansar un poco más—

Ella asintió sin mirarlo.

LA BAILARINA DE JUGUETE (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora