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MIS AMORES, HOY TENDREMOS TRES POR UNO, YA QUE LA HISTORIA HA TENIDO TANTA ACOGIDA. ASÍ QUE DISFRUTEN.

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Dio vueltas por todos lados, buscando una posible explicación, y una solución también al problema. Lis estaba desaparecida, y lo único que quedaba como evidencia de que recientemente había estado en el claro, eran sus horquillas, y el anillo que siempre llevaba en la mano.

Pensó en todas las posibles razones de lo que podía haber ocurrido. ¿Se cansó de buscar a su príncipe y se había vuelto una chica de la jungla? Poco probable si ella lo había rechazado y parecía amar a ese hombre más que a su vida. ¿La habría raptado una malvada bruja? Falso. No existían brujas desde hacía muchos años. ¿Se ahogó en el lago que había en el claro? Elizabeth no era tan estúpida como para caerse a un lago así como así. ¿Y si tal vez ella estaba bien y él era el idiota aterrado? ¿Pero cómo podía haber dejado entonces el anillo en cualquier parte, si era una de las cosas más preciadas que tenía y nunca dejaba que nadie lo tocara?

—Que hago, que hago—se dijo a si mismo, abriendo y cerrando los puños, tratando de que no se le agarrotaran por el frío y la lluvia.

Al final no lo pensó dos veces, se guardó el anillo en sus alforjas y se metió por el hoyo que había en la tierra. Con suerte lo llevaría a donde sea que estuviera Lis.

Tenía sus ventajas ser tan pequeño ya que podía moverse por dentro de la tierra con total libertad. Aunque su traje no opinaba lo mismo. Ya no se podía decir que era blanco porque con el lodo, el viaje a pie y la lluvia, tenía un bonito color café. Todo dentro del hoyo estaba iluminado con unas velas indicando el camino. Si eran topos los que la habían capturado, eso explicaba los caminos laberínticos y que fuese bajo tierra.

—Más te vale que estés aquí, Lis—

Corrió con la espada desenfundada, y esperando poder encontrarla.



— ¿Segura que no quieres cenar?—se cubrió más con la manta, mirando hacia la puerta, donde la señora Topo salía lentamente.

Asintió.

—Muy segura. Gracias, señora Topo—ella cerró la puerta y la sintió alejarse.

No recordaba cuantas veces le había rechazado la cena que consistía en lombrices que no dejaban de revolverse en los platos. Era la primera vez que como humana comía, pero quería algo decente. Algo tan comestible como lo que le daban a Rosie. Y las lombrices que por Dios no estaban en el menú. Agradecía la hospitalidad de los señores Topo, que la dejarían quedarse hasta el otro día, y marcharse temprano a continuar su búsqueda. Pero no estaba de humor para recibir algo tan repugnante, por más que a ellos les apeteciera.

Se estaba muriendo de hambre, eso era cierto. Sentía su estómago doler, y los mareos nublarle la cabeza. ¿Pero qué sería un día más?

Apagó una de las velas y trató de dormir. Estaba agotada y mañana tendría que continuar su travesía en busca de su príncipe. Levantó la mano para mirarse su anillo y frunció el ceño, confundida, cuando no lo encontró. Miró en la mesita, y buscó a tientas en la cama, por si se le había caído sin querer. El susodicho no estaba.

Bajó de la cama y caminó con torpeza hacia la velita que colgaba de un soporte en la puerta, tomándola en mano, y apuntando con ella al suelo, por si conseguía ver el anillo. Casi se echa a llorar al ver que la sortija no aparecía. ¿Cómo podía haberla perdido así? Se sacudió el camisón y el cabello, en una última esperanza de que estuviera enredado entre sus cabellos. Pero todo en vano.

Ahora si estaba perdida.

Se pasó las manos por el cabello, inhalando hondo y tratando de mantener la calma. Tal vez se le había caído al quedar inconsciente, o lo había perdido dentro de los túneles, y la señora Topo lo tendría.

No tenían la apariencia de ser ladrones. O eso pensaba ella.

—Lo vas a encontrar, Elizabeth. No pudo desaparecer así como así—

Al día siguiente sería lo primero que haría al despertarse. Buscar su anillo. Si la búsqueda resultaba un fracaso, preguntaría como quien no quiere la cosa a los señores Topo. Y al salir de la cueva bajo tierra, miraría por el suelo hasta encontrarlo. Si su príncipe estaba por ahí y lo hallaba, esa sortija era la única forma de que el la reconociera.

Volvió a la cama y nuevamente trató de dormir. Menos tranquila que cuando había llegado a ese lugar.



La despertó un suave golpe en la puerta, y al dar el permiso, vio a la señora Topo entrar con otra bandeja con comida. Esta vez no eran lombrices. Se trataba de frutas. Unas cuantas frambuesas silvestres y kiwi. Caminaba casi que tropezándose con todo, por lo que la ayudó a llegar hasta la cama, bajando y recibiendo la bandeja para ponerla en la mesita.

—Gracias, linda—simuló una sonrisa.

— ¿Qué es todo esto?—miró la fruta.

Su estómago protestó de nuevo. Había estado así toda la noche, no dejándola descansar, y por poco y tocando la quinta sinfonía de Beethoven.

—Anoche no comiste nada, y me puse a pensar que tal vez fuera porque no te gustaban mis lombrices. Mi hermano era como tú, y recordé que cuando venía de visita comía frutas todo el día—Elizabeth sonrió.

—Los... los humanos no acostumbramos comer insectos. Lamentó mucho rechazar su hospitalidad ayer. Esto si lo comeré con gusto—

La señora Topo buscó de dónde provenía la voz, no viendo muy bien. Elizabeth movió la mano frente a su rostro.

—Estoy aquí—le giró el rostro para que la enfocara—gracias por desayuno. Lo comeré, alisto todo y me voy. No quisiera ser un problema más—

El señor Topo entró.

—Creo que estás lejos de serlo, niña—ella le hizo un gesto a su marido para que callara—anoche hablamos sobre ti—avanzó al interior del cuarto, mientras la chica trataba de terminar lo más rápido posible el desayuno.

El señor Topo no terminaba de agradarle. A pesar de ser un poco miope al igual que su esposa, tenía una mirada demasiado penetrante e incómoda. Y cuando Lis les había dicho sobre no tener como pagarles por lo que hacían, el señor la observó con algo parecido a la duda. O como si se le hubiese encendido el bombillito y tuviera una idea.

— ¿De mí?—

Miró de uno a otro, mientras terminaba su desayuno, poniéndose después la ropa que Effie le había regalado. El vestido y la chaqueta de jean. No le gustaba que hablaran de ella, y menos unos topos que había conocido el día anterior.

—Querido, cállate. Ya te dije que no es necesario—ella retrocedió un paso, cuando el topo avanzó dos.

—Claro que lo es. Nuestra vista no es muy buena y lo sabes. Hace tiempo te he dicho que necesitamos una sirvienta. La chica dice no saber cómo pagarnos. Yo propongo que se quede con nosotros. Tendrá un sitio donde descansar, comida gratis y todo lo que desee. Solo tendrá que cuidar de nosotros, ayudar en las tareas del hogar y cazar lombrices para la cena—

 Solo tendrá que cuidar de nosotros, ayudar en las tareas del hogar y cazar lombrices para la cena—

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TAN TAN TAAAAAN

¿QUE PASARÁ?

LAU<3

LA BAILARINA DE JUGUETE (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora