II Capítulo 10

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-¿Qué haces aquí? -preguntó el pelinegro.

No se suponía que estuviese ahí.

Su presencia era lo último que necesitaba en esos momentos.

-¡¿Por qué no me lo dijiste?! -le preguntó la pelirrosa, al borde de la desesperación

-Porque sabía que te pondrías así -le respondió, serio y tranquilo, como si no hubiese pasado nada. 

¿Cómo podía mantener la calma en un momento así?

-¡Debiste habérmelo dicho! -le reprochó.

¿No era su derecho saberlo? ¿No era su deber decírselo? ¿Es que su relación con ella no tenía ningún valor para él?

-No es de tu incumbencia.

-¿Cómo puedes decir eso? -dijo ella, lastimada por aquellas frías palaras

-Lo nuestro murió hace ya mucho tiempo. Tú saliste adelante y yo también.

¿Estaba hablando en serio? ¿Acaso era tan poca cosa? ¿Tan insignificante?

No. No era así. No podía ser.

La pelirrosa lo observó detenidamente y lo examinó de pies a cabeza. Su rostro se veía pálido, cansado. Sus ojos estaban opacos y su mirada estaba perdida. Se le veía más delgado, más débil.

Lo siguió examinando hasta que llegó a sus manos y ahí se detuvo por un minuto.

Entonces lo vió.

El anillo.

Lo estaba usando. Lo tenía puesto.

Las palabras de Naruto se repetían en su cabeza una y otra vez.

“Todo este tiempo... Te ha estado esperando...”

Todo este tiempo... él....

-Estás usando el anillo.... -susurró la pelirrosa con lágrimas en los ojos

El pelinegro observó su mano y se maldijo por dentro. Luego desvió la mirada hacia la ventana para no verla y colocó su mano sobre el anillo, intentando cubrirlo.

-¡No trates de esconderlo! -gritó ella- ¡Lo estás usando claramente!

-Eres una molestia -respondió sin voltear

Yo...

Yo...

-Aún te amo -dijo ella, firme, sin dudar.

El pelinegro volteó y la miró fijamente. No sabía qué decir. No sabía como reaccionar.

¿Después de todo este tiempo? ¿Después de todo lo que había hecho? ¿Se había vuelto loca?

-Nunca... -prosiguió la pelirrosa, acercándose a él- nunca dejé de amarte...

El pelinegro no quería que ella estuviese ahí. Él no quería que supiera. Ella lo estaba superando bien sin él y sabía que esto solo le traería más dolor.

Sin embargo escuchar aquellas palabras... Era todo lo que necesitaba para sentirse vivo otra vez.

Ella lo abrazó y él se quedó inmóvil. No se atrevió a corresponder el abrazo, pero tampoco se atrevió a detenerlo. Porque lo necesitaba. La necesitaba. Él colocó una mano sobre la espalda de la pelirrosa, correspondiendo el abrazo por un segundo, pero inmediatamente se detuvo. Debía volver a la realidad. Debía dejarla ir. De una u otra forma, él tendría que marcharse pronto, y era mejor dejarla en vida, que dejarla en muerte.

Secretos Dolorosos | Sasusaku | Temporada I & II Donde viven las historias. Descúbrelo ahora