II Capítulo 18

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El pelinegro hubiese dado cualquier cosa en ese momento por poder verla aunque fuese por unos minutos. De hecho, lo deseaba con tal fuerza que por un minuto podría haber jurado que lo hizo. La pelirrosa que había amado por tantos años y que aún amaba con la misma intensidad (si no más) que la primera vez que la vio; caminando hacia él, paso a paso, al ritmo de la música. Se veía más hermosa que nunca. Sus ojos verde jade brillaban como estrellas; su cabello se encontraba perfectamente arreglado, cubierto bajo aquel tradicional manto traslúcido que hacia juego con el bellísimo vestido blanco que llevaba puesto. Todas las miradas se concentraban en ella, pero ella solo lo observaba a él, con una sonrisa en los labios.

Regresó a la realidad cuando sintió el contacto de su mano sobre su piel.

Y la oscuridad regresó.

La pelirrosa tomó la muñeca del pelinegro y colocó su mano sobre su mejilla. Él trazó su rostro con los dedos, recorriendo el camino desde sus mejillas hasta su frente, su nariz, sus labios. Dibujó su rostro en su mente, tratando de recordar perfectamente hasta el más mínimo detalle, tratando de imaginar la expresión que llevaba su prometida en esos momentos. ¿Feliz? ¿Triste? ¿Emocionada? ¿Afligida?

La mano del pelinegro regresó a la mejilla de la pelirrosa y sintió una lágrima bajar lentamente sobre la suave piel de su rostro. Él la removió delicadamente con su pulgar y suspiró.

-Estás llorando -susurró, pensando lo peor.

-Estoy feliz -le respondió, simple, rápida y sencillamente.

Él sonrió.

Jamás hubiese imaginado que el día de su boda tomaría lugar en las circunstancias tan particulares en las que se encontraba en esos momentos. Podría decir que era el día mas felíz de su vida, que no se arrepentía de nada, pero estaría mintiendo. Desposar a la persona que más amaba  y que lo significaba todo para él era, al mismo tiempo, la mejor y la peor decisión que había tomado en su vida. Por supuesto que la amaba, por supuesto que la quería para él y por supuesto que la quería para toda la vida... Pero amar significaba hacer felíz a la otra persona y él -y estaba absolutamente seguro de ello- era incapaz de lograrlo. Después de todo, ¿qué podría ofrecerle una persona en su estado? Nada. Nada que valiera la pena por lo menos.

Y si estaba tan seguro de ello... entonces ¿por qué se estaba casando? ¿Por qué estaba diciendo "acepto"? ¿Por qué permitía que ella pronunciara la misma palabra? ¿Por qué no se oponía? ¿Por qué callaba?

Porque la amaba demasiado.

Porque era egoísta y simplemente no podía dejarla ir. La quería a su lado, la necesitaba a su lado. Por el resto de su vida (o lo que quedara de ella).

-Puede besar a la novia

La pelirrosa se acercó a él y tomó su rostro con ambas manos. Sus labios se encontraron por unos segundos, que para ellos se sintieron como una eternidad, y luego se separaron, casi como una premonición de lo que les esperaba en el futuro. El pelinegro apoyó su frente sobre la de ella y suspiró.

El contrato estaba firmado y ya no había vuelta atrás.

Secretos Dolorosos | Sasusaku | Temporada I & II Donde viven las historias. Descúbrelo ahora