—Feliz año nuevo
Jiyong besó a Jennie en la mejilla, mientras toda la familia miraba los fuegos artificiales en el patio de la casa que tenía la familia en Filipinas, donde acostumbraban a pasar las fiestas.
Jennie tenía en ese entonces 16 años y quedó petrificada al recibir tal gesto de su "padrastro".
Jiyong nunca había ejercido el rol de padre con las chicas, mucho menos con Jennie, siempre se limitó a hablarle lo justo y necesario y nada más que eso, por eso a la adolescente le llamó la atención el beso en su mejilla.
Ella sentía por él una especie de adoración platónica. Nunca había conocido a su verdadero padre, y tampoco podía ponerlo a él en esa imagen. Ninguno de sus tíos o primos cubrían ese espacio vacío en su vida. Mino era una especie de hermano mayor, tenían muy buena relación, pero hasta con él había límites.
Jennie no confiaba en nadie, incluso en su madre, con la cual siempre se llevó muy mal.
Ella sólo confiaba en sus hermanas.
—¡Feliz año nuevo, Jennie!— le dijo una pequeña Chaeyoung abrazándola.
—No es necesario, Chae— intentó quitarla, pero justo vino Jisoo y las abrazó a las dos juntas.
—Las quiero, hermanitas— les dijo la mayor— intenten no morir este año.
Chaeyoung hizo gesto de ponerse a llorar y Jisoo la abrazó más riendo. Jennie sólo las miraba y recordaba cómo era su vida, y cómo no cambiaría aunque el año lo haga.
Miró a su alrededor, e incluida sus hermanas, sólo podía ver asesinos, mafiosos, criminales. Incluso ella lo era, ¿tiene permitido un criminal sentir amor?
Le dolía la panza y se sentía mareada. Entró a la mansión y se dirigió a la cocina. Sandara estaba afuera abrazando a Jisoo y a su madre, así que ella misma tendría que prepararse un trago.
—Pronto cumplirás 17 años— dijo una voz detrás de ella— creo que puedes tomar champagne si lo haces conmigo, un tutor responsable.
—¿Ahora eres mi tutor responsable, Jiyong?— respondió Jennie con voz desafiante.
—Puedo ser todo lo que tú quieras Jennie.
Las piernas de Jennie comenzaron a temblar por primera vez en 16 años. No temblaban cuando asesinaba, ni cuando estafaba o se encargaba del negocio de las drogas, pero si cuando él la miraba, cuando él estaba cerca.
Jiyong sonrió al notar lo nerviosa que estaba la menor.
—Increible que caiga por una niña— le dijo él recordando la diferencia de edad— Soy un hombre retorcido pero...
—No soy una niña.
Jennie se armó de valor y se acercó hacia él para besarlo. Jiyong la alejó y la miró a los ojos, le acarició la cara y la levantó en sus brazos.
Sin dejar de besarse, mientras el resto de los Yang estaba afuera en su propio mundo, Jiyong llevó en sus brazos a Jennie hasta su cuarto.
Él bajó el cierre de su vestido y el tacto los enloquecía a los dos.
—No puedo hacer esto— dijo Jiyong frenando y dejando a Jennie sentada en la cama a medio desvestir— no puedo.
Los ojos de ella se llenaron de lágrimas, por primera vez sentía vergüenza.