Primera Parte: LYANNA - CAPÍTULO 8

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CAPÍTULO 8

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CAPÍTULO 8

Cuando Llewelyn terminó de explicar la importancia de la visualización y los tipos de detalles a considerar antes de cualquier transporte, vio que todos sus alumnos tomaban notas en sus cuadernos. Todos menos Lyanna, claro, que solo observaba a su hermano en silencio. Llewelyn conocía bien aquella mirada: algo no encajaba con la concepción de realidad que tenía su hermana, y el conflicto era casi dolorosamente visible en su rostro.

—¿En qué piensas?— le preguntó Llewelyn.

—En que tu teoría es incompleta— le respondió ella.

—¿Incompleta?— repitió él. Por un momento, Llewelyn pensó que tal vez había olvidado explicar algo. No, no creía haber pasado nada por alto—. ¿A qué te refieres?

—A que la identificación de un lugar físico concreto conlleva más que su concepción con el sentido de la vista.

—He estado teletransportándome desde antes de que tú nacieras, y créeme, conozco de esto, podría decirse que soy un experto...—comenzó Llewelyn .

—Un experto incompleto— lo cortó ella—. El sentido de la vista es con frecuencia engañoso y poco confiable, así que hay otros elementos de una localización que deberían tenerse en cuenta para completar la información y lograr mayor precisión.

—¿Cómo cuáles?

—La temperatura, por ejemplo.

—La temperatura es demasiado variable, Lyanna.

—No si es forzada a mantenerse estable— le retrucó ella.

—Pero en ese caso, tendría que haber alguien en el punto de destino que mantuviera la temperatura estable.

—Exacto, sería como crear un marcador.

—¿Pero qué pasa si no hay nadie en el punto de destino que cree ese marcador?— cuestionó uno de sus compañeros.

—Lo del marcador sería solo para principiantes, porque la verdadera forma de llegar a la definición del lugar de destino es en realidad utilizar la percepción de la configuración energética del sitio. Claro que para eso, hay que saber percibir el ambiente usando sentidos no físicos, algo que ustedes no están en condiciones de hacer, ni siquiera tú, Llew— explicó Lyanna.

—¿Y tú sí?— le espetó el compañero con tono burlón.

—Sí, lo he estado haciendo desde que nací— le respondió ella.

—Te crees mejor que todos nosotros, ¿no es así? Mejor incluso que los maestros— masculló el otro con tono agresivo.

—Lo creo y lo soy— replicó ella.

—Eres una...

—La clase terminó— los cortó Llewelyn—. Mañana seguiremos.

Gruñendo y murmurando, los estudiantes cerraron sus cuadernos y se levantaron de sus sillas, enfilando hacia la puerta del salón.

EL SELLO DE PODER - Libro V de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora