Segunda Parte: AUGUSTO - CAPÍTULO 20

208 25 3
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


CAPÍTULO 20

—¿Qué...?— entrecerró los ojos Juliana para ver mejor.

Ya estaban a escasos metros de la entrada de la casa. Augusto dirigió la vista hacia donde ella estaba mirando y vio también lo que a ella le había llamado la atención: había un hombre espiando hacia adentro de su casa por una ventana del costado izquierdo de la vivienda que daba a un patio. El hombre había saltado el tapial de no más de un metro de alto, invadiendo descaradamente la propiedad.

 El hombre había saltado el tapial de no más de un metro de alto, invadiendo descaradamente la propiedad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Sigue de largo, no te detengas— indicó Augusto a su madre.

Ella aceleró y pasó la casa de largo.

—Da vuelta en la esquina— dijo él, y luego: —Detente aquí, estaciónate.

Su madre asintió e hizo lo que él le indicaba.

—¿Pudiste reconocerlo?

—No— negó ella con la cabeza.

Él bajó abruptamente del coche. Abrió la puerta trasera, sacó su espada y se la colocó. Tomó también su capa y se la puso, envolviéndose de tal forma que no se viera que estaba armado.

—Quédate en el coche, no te muevas de aquí— le ordenó Augusto a su madre.

—Gus, ¿estás loco? No puedes...

—¿Y qué quieres hacer? ¿Llamar a la policía? ¿Permitir que inicien una investigación sobre nosotros? ¿Dejar que revuelvan toda nuestra casa con la excusa de protegernos?

—Sabes que no, pero tal vez solo sea un ladrón común, tal vez solo...

—Solo quédate aquí, mamá. Y por una vez en la vida, confía en mí.

Ella tragó saliva y asintió con el rostro grave. Él caminó con pasos rápidos hasta la esquina y dobló hacia la casa. Con gran sigilo, se movió por el jardín delantero, saltó el tapial, y en un tris, estuvo detrás del invasor, la espada desenvainada apoyada en su cuello.

El asaltante contuvo la respiración, asustado, e inmediatamente levantó las manos en señal de rendición.

—Date la vuelta, despacio— le gruñó Augusto desde atrás.

EL SELLO DE PODER - Libro V de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora