CAPÍTULO 115
Al abrir los ojos, Polansky se encontró en medio de la nieve, con innumerables coníferas a su alrededor. Apenas pudo preguntarse lo que había pasado, pues su atención fue reclamada por las fuertes náuseas de su revuelto estómago. El científico cayó de rodillas y comenzó a vomitar.
—Lo siento— le dijo Augusto, alcanzándole un pañuelo—. Debí advertirle que la primera vez es un poco desestabilizante para el sistema digestivo.
—¿Qué pasó? ¿Dónde estamos?— preguntó Polansky entre arcadas.
—En el extremo norte del lago, cuatrocientos cincuenta kilómetros al norte de Irkoutsk— explicó Augusto—. Estamos al pie del monte Chersky— señaló la montaña nevada—. Mire hacia allá— le indicó con la mano.
Polansky siguió la mano de Augusto y se quedó boquiabierto ante la belleza del lago congelado que se desplegaba ante sus ojos como un enorme espejo blanco.
—¿Cómo...?— tartamudeó, asombrado.
—Teletransportación— respondió Augusto—. Vivirla es más fácil que explicarla.
—Increíble— murmuró Polansky, embelesado. Y luego: —¿Por qué no hace frío aquí? Deberíamos estar congelándonos— cuestionó, desconcertado.
—Lyanna mantiene una temperatura constante de 23,5 grados a su alrededor. Mientras estemos junto a ella, estaremos bien— replicó Augusto.
—¿Por qué exactamente 23,5?— se interesó Polansky.
—Porque así lo quiero— respondió Lyanna—. Es mi temperatura favorita.
—Venga— lo tomó Augusto a Polansky del hombro—. Ya tendrá mucho tiempo para disfrutar de la vista del lago.
—¿A dónde vamos?— preguntó el otro, interesado.
—A nuestra casa. Usted es nuestro invitado de honor— le sonrió Augusto.
—¿Volvemos a Irkoutsk?
—No, nuestra morada está aquí— anunció Lyanna.
—¿Aquí? ¿Dónde?— miró el científico en derredor a los pinos nevados en el gélido paisaje. No había signos de civilización en ninguna dirección, solo nieve, montañas y el lago hecho hielo.
—Aquí mismo— dijo Lyanna, realizando un gesto abarcativo con los brazos.
Polansky experimentó un leve mareo al percibir el brusco cambio de paisaje. De repente, se encontró en una hermosa pradera verde con flores. Ante él, se abría un camino empedrado que conducía a una inmensa casa en la distancia, hecha con rocas y troncos, con grandes ventanales, adornada con todo tipo de plantas.
—¿Nos teletransportamos a otro lugar?— preguntó Polansky.
—No. Estamos en el mismo lugar que hace unos segundos— le explicó Augusto—. Todo esto es obra de Lyanna.
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EL SELLO DE PODER - Libro V de la SAGA DE LUG
FantasíaLa razón de existir de la Hermandad del Sello es llegar a realizar el Ritual Maestro Final de Liberación. Para eso necesitan dos elementos fundamentales: el Sello y la presencia del Marcado. Después de mucho tiempo, las piezas han comenzado a acomod...