Tercera Parte: LIAM - CAPÍTULO 27

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CAPÍTULO 27

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CAPÍTULO 27

A la mañana siguiente, Augusto se levantó de buen humor. Guardó la ropa que usaba en el Círculo en su placard y se puso algo más acorde a este mundo: una camiseta de mangas cortas y un jean. Bajó rápido a desayunar.

—Buenos días— lo saludó su madre, poniendo una taza frente a él en la mesa y sirviéndole su té—. ¿Quieres leche?

—No, gracias— respondió él—. Pero sí tomaré una de esas tostadas con manteca.

—Claro— se las alcanzó su madre.

—¿Qué novedades hay?— preguntó, mientras masticaba su tostada.

—Tu amigo Liam me llamó esta mañana. Le dije que se presentara hoy en la facultad para hablar con la secretaria académica sobre su nombramiento como asistente.

—¿Y qué dijo?

—Reaccionó como si le estuviera anunciando que había ganado la lotería.

—¿Crees que la facultad lo acepte?

—Si no lo hacen, les recordaré quién está pagando la construcción de la nueva biblioteca— sonrió ella.

—¿Todavía queda del dinero de Strabons?— se sorprendió Augusto.

—Mientras Allemandi lo siga manejando, ese dinero irá creciendo en vez de agotarse.

—¿Cómo lo hace?

—No tengo ni la menor idea.

—¿Cómo están Nora y Mercuccio?

—Bien. Seguramente se alegrarían mucho si les hicieras una visita. Podrías mostrarles tus nuevos trucos— sugirió su madre.

—Lo haces ver como si fuera un mago de feria— protestó Augusto, simulando estar ofendido.

—¡Vamos, hazlo otra vez! ¡Quiero verlo!

—Mamá, por favor...— meneó la cabeza Augusto.

—Vamos, no te hagas rogar, sé que quieres hacerlo.

Augusto rió de buena gana. Colocó una cuchara sobre una punta de la mesa y se fue al otro extremo, llamándola con su mente para que viniera hasta su mano. Después de cinco minutos de esfuerzo, Augusto resopló, frustrado ante la falta de resultados.

—No lo entiendo...— dijo, preocupado.

—Lo siento, no quería presionarte, de seguro necesitas tranquilidad para estas cosas y mi presencia te distrae— se disculpó su madre.

—No, no es eso— aseguró Augusto—. Algo está mal...

—Solo toma tu desayuno, cariño, ya volverá.

Augusto asintió, pero no estaba convencido de que su habilidad fuera a volver. No sentía ninguna de las sensaciones previas al movimiento de energía y materia, nada. Comenzó a pensar que tal vez sus trucos del día anterior solo habían sido posibles porque le quedaba algún remanente de su habilidad traída desde el Círculo, pero que con el correr de las horas, su poder se había ido disipando hasta desaparecer o tal vez ser bloqueado por este mundo. Suspiró un tanto descorazonado, y su buen humor se apagó. Su madre percibió enseguida el cambio en su hijo:

EL SELLO DE PODER - Libro V de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora