Cuarta Parte: LLEWELYN - CAPÍTULO 48

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CAPÍTULO 48

—No sabes cuánto me alegra tenerte aquí de vuelta— abrazó Llewelyn a Augusto en la entrada de la cueva—. Lamento no haber ido a recibirte a la cúpula, pero no quería pasar tiempo con Humberto solas, tiene una forma insidiosa de sonsacarte información.

—También me alegra mucho verte, Llew. ¿Qué está pasando? Humberto me advirtió que no hablara con Lug, y ahora tú me dices que Humberto está tratando de sacarte información a ti... no entiendo nada.

—No aquí. Toma mi mano y cierra los ojos— le pidió Llewelyn.

Augusto lo hizo y enseguida comenzó a sentir las características náuseas que acompañaban la teletransportación.

—Tranquilo— lo sostuvo Llewelyn de la cintura, mientras Augusto era sacudido por arcadas.

—¿Alguna vez se acostumbrará mi estómago al viaje?— inquirió Augusto.

—Tal vez si lo hacemos más asiduamente— comentó Llewelyn.

—No, gracias— suspiró Augusto, su estómago había comenzado a calmarse y miró por primera vez en derredor—. ¿Dónde estamos? Creí que me llevarías a la escuela— dijo al ver los árboles.

Llewelyn se llevó un dedo a los labios, indicando silencio.

—Ven— le pidió a su amigo. Augusto lo siguió sin hacer más preguntas.

Caminaron unos quinientos metros y Augusto comenzó a reconocer los árboles rojos. Estaban en el bosque de balmoral, al sur de la escuela. Llewelyn siguió caminando, adentrándose casi un kilómetro dentro del bosque rojo antes de detenerse.

—Creo que aquí ya está bien— anunció Llewelyn—. Tenemos que hablar y no quiero a nadie husmeando ni tratando de escuchar nuestra conversación.

—¿Tan graves están las cosas?

—Sí, más de lo que te imaginas— le respondió el hijo de Lug, sentándose en un tronco caído e invitando a su amigo con un gesto de la mano a sentarse junto a él.

Augusto suspiró y se sentó:

—Cuéntame— pidió.

—No sé ni por dónde empezar— resopló Llewelyn.

—¿Averiguaste algo sobre el plano?

—Sí, el plano, buen punto para comenzar— asintió Llewelyn, descolgando el bolso de cuero de su hombro y revolviendo su contenido.

Sacó la copia del plano que había hecho y se la dio a Augusto.

—Sí— dijo Augusto, estudiando el dibujo—, esto es exactamente lo que vi. ¿Qué es?

—Como bien lo dedujiste, es un refugio.

—¿Para protegernos de qué?

—De mi hermana, Lyanna.

EL SELLO DE PODER - Libro V de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora