Sexta Parte: LUG - CAPÍTULO 86

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CAPÍTULO 86

Liam desató la tela que amordazaba al Marcado y la retiró con cuidado. El prisionero movió la mandíbula, abriéndola y cerrándola para aflojarla, y luego escupió un poco de sangre de Liam que le había entrado en la boca.

—¿Qué sigue ahora?— preguntó con la voz ronca, tenía la garganta seca.

—Una larga sarta de idioteces que no tengo intenciones de recitar— dijo Liam, quitándose la máscara—. Soy Liam, tu ejecutor. Pensé que sería justo que me conocieras cara a cara.

—Gracias por tu honestidad, Liam, ya había deducido que eras el elegido para matarme. Soy Lug. ¿Tienes un poco de agua?

—Claro— asintió Liam, sacando una botella de debajo de su túnica—. También tengo algo más fuerte, si te parece más adecuado para estas circunstancias— le ofreció.

—El agua está bien, gracias. 

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Liam destapó la botella de agua mineral y la apoyó sobre los labios de Lug, inclinándola para que pudiera beber. Decidió que él sí necesitaba un trago de algo más fuerte y sacó una petaca licorera que vació hasta la mitad.

—¿No sería mejor que te mantuvieras sobrio para esto?— inquirió Lug.

—¿Estás bromeando? ¿Quién puede estar totalmente sobrio y llevar a cabo algo como esto?

—Tal vez tengas razón.

Liam le ofreció la petaca con un gesto de la mano, pero Lug declinó, meneando la cabeza. Liam se encogió de hombros.

—¿Cuánto tiempo has estado en esta posición?— le preguntó Liam.

—Varias horas, creo, desde mucho antes que tú entraras.

—No tengo la llave de los grilletes, lo siento.

—Entiendo— suspiró Lug.

—Quiero que sepas que esto no es personal, viejo.

—Tampoco lo es de mi parte, supongo— le respondió Lug.

—Solo acepté esto para salvar a Juliana. Fue el precio que tuve que pagar para que la dejaran en paz. Lamento lo de su mano, sin embargo, no sabía que el maldito la iba a cortar.

—Bueno, parece que los dos estamos aquí por la misma razón, entonces. Yo también me entregué para resguardarla a ella.

—Lo sé. La Hermandad contaba con eso.

—No te preocupes por lo de su mano, tengo amigos que pueden arreglar eso.

—Sí, yo también tengo amigos en ortopedia, pero las manos artificiales no son lo mismo.

—Mis amigos no hacen ortopedia, hacen regeneración de tejidos.

—¿En serio? ¿Pueden hacerle crecer una nueva mano?

—En serio, sí.

Liam tomó otro trago, considerando si lo que Lug le estaba diciendo era verdad o no. Recordó a Augusto sanando su corte en segundos... tal vez el Marcado no le estaba mintiendo.

—Juliana te describió como una especie de dios, aunque dice que te molestas mucho cuando la gente te llama así.

Lug sonrió, a pesar de la fatiga y el dolor en los brazos:

—La gente llama dios a personas y cosas que no lo son. No me gusta ese tipo de confusión, solo lleva a la esclavitud— dijo.

—Sabias palabras— levantó su petaca Liam a modo de brindis—. Supongo que Juliana estaba exagerando, o no estarías encadenado en este sótano.

—Eso, o tal vez tu sangre realmente bloqueó mi poder— respondió Lug, mirándose el torso con las marcas rojas de las cruces.

Liam lanzó una carcajada:

—Creo que existe el verdadero poder, pero no está en estos rituales estúpidos— dijo.

—Te subestimas, Liam, y los subestimas a ellos.

—No, las únicas muestras de poder que les he visto realizar son siempre muy mundanas: matar con pistolas, torturar con cadenas y dagas, forzar con amenazas, lograr colaboración de otros por medio del miedo o la exhortación a la codicia. Eso no es verdadero poder.

—En eso tienes razón, pero igualmente, estos rituales tienen ciertos efectos.

—¿Me estás diciendo que realmente sellé y corté tu poder con esas cruces y el recitado de esas frases?

—No, pero la única razón por la que no pudiste hacerlo es porque mi poder ya estaba bloqueado desde antes.

—Sí, ya me imaginaba que me habían hecho derramar sangre gratuitamente. No es la primera vez. Debí saber que no confiarían en mí para un trabajo tan importante. ¿Quién te bloqueó? ¿Fue mi tío, el Maestre?

—No, algo más arriba que él. Este mundo entero está bloqueado, lo ha estado por miles de años.

—¿Por rituales como estos?

—Sí, por pactos ritualizados que han permitido el sometimiento de la raza humana.

—¿Entonces, tú crees en todas estas bobadas? Me decepcionas, Lug, pensé que eras un hombre más centrado y práctico.

—Que no seas capaz de percibir los resultados de estos rituales no significa que no existan, Liam. Te aseguro que si sigues con esto hasta el final, verás claramente a lo que me refiero.

—Preferiría no verlo, gracias.

—Yo pienso igual. Ya que coincidimos y parece que hemos entablado una relación amistosa, ¿hay alguna posibilidad de que puedas arreglar las cosas para que pueda escapar de esto?

Liam soltó otra estruendosa carcajada:

—Estoy en la cúspide de la Hermandad, pero solo soy un títere de ellos, Lug. No tengo poder alguno para ayudarte, aunque me gustaría, porque me caes bien, pero me tienen vigilado muy de cerca y no puedo salirme del guión. Así que no puedo apartar este cáliz de ti, como dicen los cristianos, lo lamento.

—Dices que no puedes salirte del guión, y sin embargo, no creo que esta amena conversación sea parte del libreto que te dieron.

—No, pero por si no lo notaste, trabaron la puerta por fuera. No me dejarán salir de aquí hasta que no cumpla con lo que tengo que hacer.

—¿Tus recitaciones?

—Y otras cosas más— respondió Liam, mirando de soslayo el cofre que contenía la daga.

—Ya veo— dijo Lug, siguiendo la mirada de Liam y adivinando a qué se refería—. Antes de que comiences a mutilarme, me gustaría hacerte unas preguntas.

—Puedes preguntarme todo lo que quieras y te responderé lo mejor que pueda, pero nada cambiará el hecho de que terminarás sangrando para la Hermandad.

—Entiendo— tragó saliva Lug.

Liam se sentó en el suelo, apoyando la espalda contra la pared del fondo. Inclinó su petaca una vez más sobre sus labios y frunció el ceño al ver que estaba vacía.

—Adelante, haz tus preguntas— invitó a Lug.    

EL SELLO DE PODER - Libro V de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora