Ella era tímida y reservada, el amable y comprensivo... pudieron ser amigos si lo deseaban, pero el destino siempre es cruel con los mas débiles de corazón. La promesa que hicieron en secundaria... ¿algún día se cumplirá?
-¿Y bien? ¿Quién fue el graciosito que implemento esa absurda ley?- exigía con enojo la joven ante su docena de soldados, sintiendo por primera vez el miedo de enfrentarse a su señora en un estado de furia.
-Ninguno de nosotros... mi señora- comento uno de los soldados, provocando que la joven lanzara una de sus dagas hacia ellos, no con intención de matar, solo causar pavor.
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-No te atrevas a decirme que ninguno de ustedes, malditos bastardos, se atrevió a desafiarme en implementar esa ley que les da mayor autoridad que mis subordinados cuando está pasando enfrente de mis ojos... es una verdadera ofensa a mi persona, y si saben lo que les conviene, me dirán quién fue el que se quiso pasar de listo
-No sabemos mi señora... lo juramos, no será... quizá
-HABLA DE UNA VEZ- grito eufórica ante el balbuceó, el silencio se presentó por unos dos minutos.
-¿No será que fue el monarca quién la impuso?- una nueva daga fue lanzada al cuello del joven soldado, escuchando el impacto de su cuerpo y la sangre que derramaba.
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-¿Alguien más quiere decir idioteces?- habiendo preguntado y sin respuesta de los demás soldados asustados, la joven prosiguió -Bien, ya que nadie sabe que fue el estúpido de "Roberto Zuarth"... entonces les permitiré que se retiren con una advertencia y cómo puedo adivinar, par de idiotas, no sabían que estaba en una junta con Rick y el comandante Dan cuando la ley fue implementada. No los matare...- suspiros de alivio se escucharon con disimulo -Pero están despedidos- ante la noticia, los barullos de los soldados se hizo presente, más callaron al ver a su señora muy molesta -Llamen al siguiente grupo cuando salgan, y cuidadito si les dicen algo... no tengo mucha paciencia para ustedes
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