Desperté en mi casa, con el cabello pegado a mi nuca por el sudor. La única luz que entraba a mi cuarto era la de la luna filtrada por la ventana. El reloj marcaba las tres. La hora del diablo, como la solía llamar Talia. Una pesadilla, eso debió ser. No pude pegar un ojo por el resto de la noche, y cuando el cielo empezó a volverse gris y después naranja, supe que era hora de empezar a alistarme para mi clase. No quería ir, tenía un dolor de cabeza parecido a lo que deben de usar para torturar a la gente en el infierno, y mi lengua le hacía competencia a un desierto, pero estar en la escuela hacía que distraerme fuera muchísimo más fácil.
Traté de prestarle atención a mis clases, pero mi conciencia estaba lejos de mi cuerpo en el aula. En clase de biología, mi compañero de banco me tuvo que despertar del trance repetidas veces porque la profesora me hacía preguntas a las que no tenía respuesta. Quería culpar a la resaca, pero era un golpe duro para mi orgullo decir que quede K.O. por un mísero vaso de cerveza. Y decir que habían echado algo a mi vaso sin pruebas sería algo demasiado serio como para comentarlo a la ligera.
A la hora del almuerzo todos hablaban animadamente de la fiesta. Le decían a Jacob que tenía que repetir la ocasión y platicaban de la apuesta de Talia y Dave. Mi mente estaba flotando por toda la sala. Cuando mencionan mi nombre solo asentía con la cabeza aunque no hubiera escuchado la pregunta o sonreía débilmente. Esperaba que ellos pensaran que solo tenía resaca o algo parecido. Kyllian, que estaba sentado unas sillas después que yo, estaba de la misma manera.
—¿... después de la fiesta, Ro? —preguntó Scar mientras metía el tenedor con pasta en su boca.
—¿Qué? –pregunté alzando la vista de mi plato casi lleno —. Lo siento, no tuve una buena noche.
—¿Dónde fuiste anoche después de la fiesta? —repitió —Dijiste que fuiste a tomar aire pero nunca volviste.
—Ah, Tony vino de visita y me escribió para salir a comer —mentí. Pero era una mentira conveniente, porque ella sabía que no desperdician ninguna oportunidad de estar cerca de mi hermano cuando venía a la ciudad. Ella asintió no tan convencida. Algunas risitas nerviosas y suspiros soñadores se alzaron en la mesa al mencionar a Anthony.
—¿Y tú Kyle? No te vi después de que dieron las doce, ¿te volviste calabaza? —bromeó Dave.
Él se rió, una hermosa risa que hizo que se me saltara un latido.
—Si no volvía mi hermana me delataba —dijo con una sonrisa cómica.
Cruzamos una mirada, haciendo que me eriza el vello de la espalda y aparté la vista en un disimulado movimiento. Me aclaré la garganta.
—Tengo que ir a la biblioteca —dije levantándome —. Tengo un trabajo de historia que entregar hoy.
Me despedí de todos con la mano y me fui antes de que hicieran preguntas que no pudiera responder. En las demás horas de clase solo me senté en silencio y no hablé más de lo necesario con mis amigos.
Al terminar la última hora, cuando ya todos estaban afuera, fui al baño. Cuando me aseguré de que no había nadie, le puse seguro a la puerta. Enjuagué mi cara con agua fría, me quedé mirando el agua correr por unos segundos. Tal vez me estaba volviendo loca. ¿Finalmente la falta de sueño estaba haciendo que mi cerebro se comiera a sí mismo? Elevé la vista y ahí estaba la silueta, pero al voltearme ya no estaba.
—¿Qué quieres de mí? —pregunté entre dientes.
No pasó nada. Me puse de cuclillas y sostengo mi espalda contra la pared.
Empecé a recordar las escenas donde todos estaban muertos a mis pies. Una sensación de impotencia junto a un nudo fuerte en la garganta me invadieron. Trate de olvidarlo. Tal vez fue una pesadilla o un efecto a causa del alcohol, o los dos juntos.
Conté hasta diez, me puse de pie y respiré profundo, me colgué el bolso en el hombro y salí del baño. Estoy bien, estaré bien pronto. Caminando fuera me encontré con varios amigos que me saludan normalmente y trate de relajar mis hombros y saludarlos también, con una sonrisa que no se viera tan falsa.
En el pasillo me encontré con Kyllian. No sé si lo hizo a propósito o no, pero golpeó su hombro con el mío. Voltee a mirarlo dispuesta a disculparme o insultarlo, lo que saliera primero, pero él hizo lo mismo y las palabras quedaron atrapadas en mi garganta. Nos miramos unos segundos, pero me pareció una eternidad. Su mirada se desvió hacia adelante y siguió caminando. Yo hice lo mismo.
Al llegar a casa procuré hacer el menor ruido posible. No quería que papá o Hal me saquen información que no quiero contar. No quería preocuparlos.
Me vi en el espejo de la sala, mi apariencia daba asco. Mi cabello estaba totalmente enredado y debajo de mis ojos había medias lunas oscuras. Mi piel estaba más pálida de lo normal. Tony sentado viendo la televisión tranquilamente. Me invadieron las ganas de correr hasta él y abrazarlo tan fuerte hasta dejarlo sin aire o romperle las costillas.
Él volteó a verme al sentirse observado y su expresión se avinagró.
—Dios, Robin ¿Estás bien? —sus ojos estaban desorbitados por la preocupación. No aguante más y fui a abrazarlo tan fuerte hasta sacarle el aire. Me devolvió el abrazo.
—Tuve la peor noche de toda mi vida —fue lo único que le solté al respecto, con la cara todavía enterrada en él.
—¿Quieres hablar de eso? —preguntó rozando mi cabello. Yo negué con la cabeza y abracé más fuerte.
Él entendió y nos quedamos un rato así hasta que Harold bajó las escaleras con la vista pegada en un libro de recetas. Caminó hasta la cocina como si no estuviéramos ahí y empezó a hacer la cena.
Subí a mi habitación y me acosté en la cama después de comer, y tomé mi teléfono. Veía mis notificaciones de las fotos tomadas en la fiesta de ayer cuando me llegó un mensaje de Scar.
Scarlett: ¿Ahora me vas a decir qué te pasó?
Robin: No tuve una buena noche.
Scarlett: Dime la verdad.
Respire profundo. No quería alterarla y lo que vi tal vez fue producto de lo que Carter le pudo haber puesto o no a mi bebida en una mala broma, o solo una horrenda pesadilla, algo que nunca pasó. Y la sombra del baño solo ser producto de una mala noche de sueño.
Robin: Tuve una pesadilla y no dormí casi toda la noche.
No era mentira, pero tampoco era la verdad absoluta. Ella tardó en responder.
Scarlett: ¿Estas viendo lo mismo que yo?
Fruncí el ceño y fue cuando entendí que toda mi habitación estaba a oscuras. Me puse de pie. No era normal, miré por la ventana, había un eclipse.
—¿Pero qué...? —Busque en mi teléfono las noticias. Estaban colapsadas, el sol se había apagado en todo el mundo.
Llame a Scar.
—¿Lo estás viendo? —preguntó aterrada.
—¡Claro que lo estoy viendo! ¡Es un eclipse!
—¿Cómo es posible? —preguntó con voz débil.
Recordé la primera imagen, cuando la silueta negra señaló al cielo. No... no puede estar pasando.
—No lo sé —dije con un hilo de voz tragando saliva
—Crees que es por los... —comenzó Scarlett.
El eclipse pasó, la luz de la tarde volvió.
—Te veo mañana, Scar —finalice la llamada.
Caminé de un lado a otro en mi habitación, mi estómago se revolvió y casi no pude alcanzar el retrete para vomitar todo el almuerzo. ¡Esto no puede estar pasando! ¡No a mí!
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Atenea
Science-FictionSeñales en el cielo. Los días se acortan. La gripe Negra. Larvas que invaden los cuerpos. Cortaron todo contacto. Silencio eterno. Las luces tratan de decirme algo. Quien haya creído que los extraterrestres eran buenos, que se ponían capas y volaban...