—¿Por qué lo hiciste? —preguntó Troy.
—¿Qué cosa? —pregunte de vuelta, sin despegar la vista del mapa.
Troy había accedido a trazar un camino en el mapa para ir a Nueva York. Y a acompañarme, aunque yo le había dicho que no era necesario. Muchas veces. Este chico se pegaba como una sanguijuela. Y en parte lo deje venir para aprovechar su buen sentido de la orientación y llenar el vacío que dejaron mis perros. Había llorado en silencio la mitad del camino cuando me di cuenta que se habían perdido. Troy no dijo nada, lo cual agradecí. Ellos eran lo último que me quedaba de mi familia ¡y los había perdido! Me sentía fatal.
— No dejarme a mi merced —dijo caminando a mi par —Pudiste dejarme noches atrás en el bosque y que me comiera un oso.
— Aquí no hay osos —negué y respire profundo para no volver a llorar por el recuerdo de sus preciosas ojitos que no volvería a ver—. Eres muy difícil de convencer de lo contrario cuando te decides a algo. Además necesitaba a alguien que fuera bueno ubicándose en Nueva York.
— ¿Por qué piensas que soy bueno en eso?
Me detuve y le sostuve la mirada ladeando un poco la cabeza.
—Eres neoyorquino, no soy idiota —puse los ojos en blanco.
—¿Cómo llegaste a esa conclusión?
— Sé leer a las personas —me encogí de hombros —, ya te lo había dicho.
— Pero no te había dado ninguna pista.
—¿Piensas que vivo debajo de una roca? — frunciendo el ceño —Sé quién es tu padre, Raphael Vance, rico y famoso empresario —dije obvia —Es una ciudad pequeña, pero estamos informados. Tu acento te delató desde el primer día. Y tu padre y mi padrastro tienen varios negocios. Además te ves como un niño mimado y rebelde que necesita atención, ¿Quién viene con ropa tan costosa a este pueblito si no quiere llamar la atención? —solté de corrido, no estaba de humor, pero aún podía ahorrarme decirle de su complejo de superioridad para ocultar lo inseguro que en realidad se siente por, seguramente, sus gustos no convencionales y su necesidad de enfermiza de encajar siempre —, seguramente tienes un uniforme horrendo de escuela de élite. Apuesto también que te escapaste de tu casa porque así pensaste que tu padre te prestaría más atención, ¿y adivina que? Eres estúpido si crees que tu padre no te quiere solo porque no pasa el tiempo que desearía contigo, pero alguien tiene que pagar tu estilo de vida exploradora. Y por dios santo, no te muerdas las uñas, es un hábito desagradable.
El resto del camino fue silencioso hasta que sonó la alarma de mi reloj y buscamos una casa que, gracias a dios, estaba vacía.
—Lo siento —dijo de la nada cuando cerré la puerta de la entrada, empezaba a adorar este juego de ganzúas —, suelo ser un poco arrogante — no respondí, poco me importaba su actitud, ese era su problema, yo tenia los míos propios —, y gracias —volvió a decir —, por soportarme casi cuatro semanas.
— No es nada.
— No, es mucho —contradijo, apretando los labios —Si yo fuera tú, me habría dejado atrás hacía días.
— Papá siempre me decía: "nunca dejes a nadie atrás. Aunque sea como una piedra en el zapato" algo del ejercito o yo qué sé —dije agarrando fuerte la chaqueta ante su recuerdo —. Creía que todos servían para algo, así sea para algo mínimo. Nada es insignificante.
— ¿Cómo se llamaba? –preguntó con cuidado.
— Ron —dije —Ronald Murphy —parpadee varias veces para evitar llorar y me aclaré la garganta cuando amenazaba con soltar un sollozo.

ESTÁS LEYENDO
Atenea
Science FictionSeñales en el cielo. Los días se acortan. La gripe Negra. Larvas que invaden los cuerpos. Cortaron todo contacto. Silencio eterno. Las luces tratan de decirme algo. Quien haya creído que los extraterrestres eran buenos, que se ponían capas y volaban...