13- Practica de Tiro.

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¿Qué tan malo puede pasar si le enseño a disparar a Troy?

Todo puede salir mal ¡TODO!

— ¡Te dije que con las dos manos! —le grité, jalando mi cabello.

Habían pasado más de dos horas y media ¡y él seguía cayéndose cada vez que disparaba por no hacerme caso y hacerse el muy macho!

La primera media hora le había explicado cómo utilizar el arma, desde cómo limpiarla hasta armarla y desarmarla, la forma más rápida de cargarla, y ponerle y quitarle el seguro, el resto era cuestión de memoria muscular. Para mi suerte él tenía buena puntería. Y desde entonces llevamos dos horas disparando a un árbol, pero Troy no para de presumir que es capitán del equipo de fútbol americano y que puede sostener el arma con una sola mano como en las películas. ¡También llevo dos horas diciéndole que no importa si es la reina de Inglaterra, tiene que tomar el arma con dos manos o se va a ir de espaldas! ¡Y por una hora se ha estado cayendo de espalda como si le jalaran de los hombros!

— ¡Yo puedo con una sola mano! –insistió.

— ¡Llevas dos horas cayéndote de espalda! —le grite alterada, estaba perdiendo mi paciencia, mi preciosa paciencia que llevaba años perfeccionando —¿No es suficiente prueba de que no puedes?

—¡Yo puedo! —me gritó de vuelta, volviendo a ponerse de pie.

— ¡No puedes! —volví a gritar. Fui hasta él y le arrebaté el arma en un parpadeo —. Si tienes el arma con una sola mano es más fácil que te la quiten —separé los pies a la distancia de mis hombros y sostuve el arma con las dos manos y disparé tres veces en el mismo sitio hasta perforar el árbol —. Con las dos manos tienes más precisión y firmeza. Con una sola mano, la fuerza del retroceso te jalara hacia atrás haciendo que pierdas el equilibrio y caigas —respire profundo y me tranquilicé —. Tienes buena puntería, solo necesitas más fuerza al sentir el impacto. Clava los pies al piso y separarlos a la distancia de tus hombro —él lo hizo, pero igual patee un poco sus talones para que los pusiera en mejor posición —sujeta el arma con las dos manos, la pistola no te va a morder —la apretó con fuerza —apunta el objetivo, toma aire y cuando casi te quedes sin él, disparas.

Siguió al pie de la letra lo que le dije (¡por fin!) y disparó dando al centro del árbol, unos centímetros más arriba que donde disparé yo.

— Lo hice –sonreí con suficiencia — ¡Lo hice! –gritó con euforia y me abrazo zarandeándome de un lado a otro.

— Regla número uno, el arma siempre está cargada aunque no lo esté –dije separandome de él —, y regla número dos, siempre ponle el seguro si no te quieres disparar el pie.

—Lo siento —dijo sin quitar su sonrisa, y le puso el seguro a la pistola y me volvió a abrazar —Gracias, Robin.

— No es nada —dije divertida devolviéndole el abrazo —Puede que no sepas prender una fogata, pero ahora sabes cómo disparar un arma. Es un avance.

— Ahora... ¿qué hacemos? —preguntó todavía abrazándome, se sentía extraño, no había abrazado a alguien por tanto tiempo.

— No lo sé —respondí. La verdad es que no lo sabía, había pasado todo el tiempo pensando en ir a Nueva York (sigue siendo mi meta) pero no lo considero ya como algo primordial en este momento.

Por un segundo se me olvidó que estábamos en el bosque, que había enseñado a disparar y que en cualquier momento podía morir. Me sentía bien, solo era una chica que está abrazando a un chico. Me sentía normal otra vez, y era una sensación agradable después de semanas sin sentirme sola. Pero no todo es alegría, porque seguimos en medio del fin del mundo, y porque estaba condenada a cargar el apellido de un pesimista el que le hizo una larguísima teoría porque su maldito pan se cayó al suelo.

Se escucharon pasos rápidos. Como una persona corriendo de prisa sobre las hojas secas y ramitas delgadas que se caían de los árboles. Agudice mi oído. No, no era solo una persona. Había unos pasos más ligeros. Eran pasos de alguien experimentado y otros más torpes, lo sabía porque era el mismo sonido que llevaba escuchando un buen tiempo, eran parecidos a los pasos de Troy y los míos.

Separé a Troy detrás mío por puro instinto y me puse alerta. Le hice señas para que también se preparara para cualquier cosa, pero como era de esperar no me entendió. Nota mental, enseñarle señas de combate. Colgué mi mochila en el hombro y le quité el seguro a mi arma.

— Viene alguien, tenemos que irnos —dije en un susurro, con suerte, audible para él.

Empezamos a correr cayendo en las puntas de los pies para no ser escuchados. Por un segundo no escuché los pasos de las personas que nos seguían y me relajé.

Mala idea. ¡Pésima idea! Mi padre se debe estar retorciendo y maldiciendo por hacer algo tan estúpido. Era la primera regla, ¡no confiar en nadie, ni siquiera en tus propios sentidos! por algo era, maldita sea. Si bajas la guardia, te acuchillan la espalda.

Retomaron los pasos, más cerca y rápido que antes. No necesité decirle nada a Troy, ya no importaba si nos escuchaban o no, solo empezamos a correr, en cualquier dirección. Tenía la cruda sensación de que nos estaban siguiendo.

Seguimos corriendo hasta que me choqué con algo. O quería pensar que eso fue.


***

Vótenme, coméntenme, apóyenme, anímenme, no sean malos c:

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