Los pensamientos acumulados en mi cabeza hicieron que el viaje fuese más rápido de lo que pensaba. Era más placentero el viaje si pensaba nuevas formas para insultar a Kyllian sin tener las inmensas ganas de ponerme a chillar. Era de esperarse que las puertas tuvieran seguro. Por alguna razón, a todos se les hacía fascinante la idea de trabar la puerta una vez que se fuera para siempre de donde estuviese. Hice unos arcos con las manos alrededor de mis ojos y observé a través del vidrio sucio y empañado. Era casi inútil intentar ver, pero pude lograr visualizar algunas cosas.
Primero le di una vuelta al local, para tratar de encontrar una puerta trasera que no estuviera atrancada, pero sin suerte.
Busqué en mi bolso el magnífico regalo de navidad de hacía unos años, el estuche de diferentes ganzúas. Nunca pensé que sería tan útil. Mi tío Hal, y también mi abuelo Timothy en algunas ocasiones, me habían enseñado cómo abrir cerraduras con estas cosas, y a diferencia de cómo se veían en las películas, tardabas un rato en forcejear la cerradura, pero al cabo de un rato lo logré. La puerta estaba pesada y los engranajes muy oxidados, me costó un el infierno y medio abrirla, pero al final entre dejándola abierta. No pude evitar sonreír con orgullo al entrar. Me abstuve de darme unas palmaditas en el hombro, como hacía papá cuando lograba superar alguna meta personal.
—Vieron eso —dije para mi misma, mirando inconscientemente el nublado cielo —, acabo de romper mi récord personal.
Empecé a husmear por los pasillos y rebuscar cosas que podría llevarme. Alimentos enlatados que no se hubieran vencido, agua, medicamentos. No había mucho, pero había suficiente para cuatro personas; después encontraríamos otro supermercado al cual asaltar.
Revisé también la parte trasera del lugar. Había cosas en cajas que no se alcanzaron a poner en estantes y sonreí, por primera vez la suerte estaba de mi lado. Aunque todavía no sabía cómo me iba a llevar todo eso yo sola. Tal vez si debí dejar que Kyllian me acompañara. Mordí mi labio y descarte la idea. Con toda esa comida podíamos durar más o menos las siguientes semanas sin ningún problema. Solo faltaban medicamentos y municiones por tachar de la lista.
Abrí la puerta que decía «SOLO PERSONAL AUTORIZADO» y unas ganas de salir corriendo de ahí y vomitar me invadieron. Olía a podrido. Las arcadas no tardaron en llegar. No dude ni un instante que se trataba de carne en descomposición. Debía haber un cuarto lleno de carne podrida desde dios sabía cuándo en algún lugar tras esa puerta pintada de un horrible color verde limón.
Maldije entrando del todo en la habitación. Comencé a respirar por la boca, pero el olor fantasma no dejaba mi nariz. El hedor era demasiado fuerte. Traté de ignorar la peste; me iría de ahí en unos minutos, solo necesitaba provisiones y volvería a casa con las personas que tenían más roces que las placas tectónicas en un terremoto.
De pronto quedarme con las carnes podridas no sonaba tan mal.
Cruce una esquina y ¡bingo!, había unas cajas llenas de medicina que no había llegado a ser acomodada en la farmacia. No me detuve a leer los nombres, solo los tome y pateé la caja llena fuera del maldito cuarto y seguí buscando. No tardé mucho en encontrar las municiones y me vi seriamente tentada en tomar ese hermoso rifle, pero demasiado grande como para cargarlo conmigo, ¡pero de verdad lo quería! Con ese chico podía limpiar el camino de lunáticos con un disparo a cada uno.
El olor se intensificó al hacer un esfuerzo de tratar de sacarla de su lugar y respire inconscientemente por la nariz. Mi estómago me hizo una mala jugada al mover una caja y ver la sangre seca bajando por la pared y a la persona desparramada en el piso con la mitad de la cabeza destrozada por el impacto a quemarropa. Tenía una escopeta en su mano, sus dedos estaban negros por la descomposición.
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Atenea
Fiksi IlmiahSeñales en el cielo. Los días se acortan. La gripe Negra. Larvas que invaden los cuerpos. Cortaron todo contacto. Silencio eterno. Las luces tratan de decirme algo. Quien haya creído que los extraterrestres eran buenos, que se ponían capas y volaban...