7- Seis Horas.

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Deseaba más que nada decir que estos días fueron igual de aburridos que siempre, pero estaría diciendo una gran mentira. Una mentira que realmente quería creer.

Los eclipses cada vez eran más frecuentes y más largos. Perfectamente podía haber tres eclipses seguidos, cada uno durante treinta y cinco a cuarenta minutos. Y no, no era un eclipse normal, era una masa espesa de oscuridad que te dificulta ver. Era como si pusieran un velo denso y oscuro sobre las cabezas de todos.

No se veían estrellas y la Luna parecía negarse a brindarnos su brillante luz plateada.

Cada vez eran menos las personas que salían de sus casas, los supermercados quedaron vacíos.

Algunos estudiantes seguían yendo a clase, pero los profesores parecían no saber que enseñar que fuera relevante en estos tiempos. No existe un manual de supervivencia extraterrestre...

Papá casi nunca estaba en casa y lo entendía, era el coronel, tenía que proteger su país. Hal trataba siempre de mantener una sonrisa en su rostro aunque yo sabía que esto lo tenía con los nervios de punta. A todos en realidad. Era el constante temor psicológico que te decía que algo peor iba a pasar, pero te torturaban al no darnos ni una pista de cuándo y él como. Y en el por qué era una pregunta silenciosa que todos tenían y nadie tenía una respuesta.

Tony... no sabía qué le pasaba, simplemente estaba ahí, todo el día, todos los días y a la misma vez su mente estaba flotando por toda la casa. Conocía esa mirada en sus ojos, tratando de controlar estar al borde de una crisis, era mi misma mirada al verme al espejo desde que todo esto estaba pasando. Conocía lo suficiente a mi hermano para saber que entre más intentaba ser fuerte, más estaba sufriendo, porque así habíamos crecido los dos. La manzana nunca cae tan lejos del árbol. Él había actuado igual durante el divorcio de nuestros padres.

Scar, Jack, Talia, Adam... no sabía que era de ellos. En la escuela solo era llegar y calentar el asiento. Parecía que le hubieran sacado todo su espíritu fiestero y alegre, y lo hubieran reemplazado con caras largas y medios círculos morados debajo de sus ojos. Como si a una insípida dona le hubieran sacado su delicioso relleno dulce. Jack no me molestaba solo por diversión, Talia no reía estrepitosamente. Scar ya no era dramática por una tontería y Adam ni siquiera se esforzaba por sonreír.

Kyllian era otra historia. Vivía en frente, su hermana mayor se había ido a estudiar el extranjero, su hermana pequeña seguramente estaba aterrada. Él... no lo sé. Nunca lo sabía. No importaba cuánto me esforzara para poder leer las emociones de los demás, él simplemente era indescifrable para mi. Actuando con cuidado, como si el suelo se fuera a deshacer si pisaba muy fuerte, y eso le había quitado el brillo a sus preciosos ojos y llenando su rostro de sonrisa vacías que me partían el alma.

Yo, me sentía como la misma mierda. Sentía el peso del mundo en los hombros, casi podía sentir como Atlas debió sentirse y me apiada del pobre diablo. Sabiendo lo que seguía, pero no sabiendo cuando, estaba en una guerra en mi cabeza por no dejar que esta película de terror me hiciera hacer algo estúpido. No quería ser la responsable de sembrar pánico. Estaba masacrada. Me sentía como si me hubieran utilizado como bolsa de boxeo, una y otra vez. No dormía en la noche, y si lograba cerrar los ojos no duraba mucho tiempo dormida. Me despertaba muy temprano en la mañana por las pesadillas, y solo me levantaba de la cama esperando que todo esto fuera una horrible pesadilla...

Mi día era despertar, bañarme con agua helada para despertar mis sentidos, menear la comida e ir a la escuela. Allá esperaba los eclipses como si se trataran del timbre de cambio de hora. En la mesa del almuerzo comen pocos y el silencio era espeluznante, como si hubieran silenciado alguna película de terror. No había risas, ni grititos pícaros, ni papas fritas en el aire y mucho menos jugosos chismorreos...

Ellos no lo decían, pero era claro que esperaban que yo fuera valiente, no tuviera miedo y así podían encontrar un refugio. Pero la verdad es que, ¡estaba aterrada! ¡Me sentía malditamente asustada! No podía cerrar los párpados por pura desconfianza a que algo pasara. Me sentía responsable por lo que estaba pasando. Tenía miedo por lo que pudiera pasar mañana o dentro de un minuto. Tenía miedo al sentir que les fallé a las personas que amo. Tenía miedo a las siguientes visiones que había visto. Tenía miedo de sentir miedo. Suena estúpido, pero desconfiaba de mi misma y empezaba a hacerlo con los demas.

Con el tiempo a nadie le sorprendían los apagones del Sol. Era aterrador que nos hubiéramos acostumbrado a esto. La ausencia del Sol hacía que el aire fuese frío. El clima variaba demasiado. Un día puede haber un sol que calienta el clima invernal y otro se está descosiendo el cielo. Como ahora. Estaba en mi habitación mirando como las gotas hacían constantes carreras en el vidrio de mi ventana. Tenía los audífonos puestos con la música baja para poder escuchar la tormenta de fuera, era relajante de alguna forma. Un relámpago cruzó el cielo pero la densa oscuridad del eclipse solo permitía que se viese una línea de luz Y momentos después, el estruendoso sonido de un trueno aterrador.

Un insignificante primer eclipse de unos segundos se había convertido en uno extenso de dieciocho horas. Era peligroso salir con esta masa de oscuridad, así que en las seis horas de día que nos queda hacemos todo, en las demás... rogamos en silencio por seguir vivos un minuto más.

—Sabes que papá odia que estés en la ventana cuando hay un eclipse —dijo Tony. Estaba apoyado en el marco de la puerta, su postura tensa aunque tratara de verse relajado y su mirada ausente.

—Solo quería ver la lluvia —respondí volviendo a ver la ventana —. Si fuera de día, habría un hermoso arcoíris —dije con una sonrisa triste.

Desde que empezó a notarse que todo iba mal de una forma irremediable, pareciese que los colores se fueran desvaneciendo, junto con la alegría de las personas y también sus esperanzas de que algún día mejorase todo esto.

—Apuesto a que sí —dijo sentándose en una silla cerca de la mía —. También habría un montón de esos bichitos que tanto odias.

—Son muy molestos —hice una mueca al recordarlos —, se enredaban en mi cabello y otros pican.

Él rió débilmente, era la primera risa que escuchaba en mucho tiempo. Aunque fuera débil y casi sin gracia.

—Probablemente estaríamos paseando a los perros y jugaremos a no pisar las lineas del suelo —reí por lo bajo.

—Eso hubiéramos hecho —dijo Tony y suspiró.

Otra línea de luz atravesó el cielo.

—Tengo miedo, Tony —dije sin despegar la vista de la ventana.

—Es normal tener miedo. Te hace humano —dijo con calma —, nos recuerda lo pequeños y vulnerables que somos. Pero también nos hace permanecer alerta y actuar en consecuencia.

Papá decía eso, no los repetía cada vez que le decíamos que teníamos miedo de algo. Lo dijo el día que le dije que había un monstruo debajo de mi cama. Había ido conmigo a ver qué era y había dicho esas exactas palabras después de ver comprobar que solo era una horrenda muñeca que no recuerdo de dónde había salido. Era aterrador pensar que esto de verdad estaba sucediendo, no era solo una broma pesada de Tony después de ver una película de terror, o una horrenda pesadilla de la cual podía despertar y trataba de recordar que nada era real. Con esto no podíamos hacer nada para detenerlo. Era adaptarse o morir, y no quería morir.

AteneaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora