25- De Camino a Nueva York.

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Después de que la fiebre bajara, la hipotermia se fuera y las heridas se cerraran, Troy nos dio "de alta" a Kyllian y a mí. Estábamos mejor, física y emocionalmente hablando. Aunque con Kyllian seguíamos discutiendo estupideces, estábamos haciendo todo lo que fuera posible para hacer de esto una relación algo normal. En cuanto a Troy y Gio, no lo sé. A veces eran como uña y mugre, y otras veces como agua y aceite, no los entendía, pero ellos tampoco deberían entender lo que teníamos Kyllian y yo. El camino por el que nos guió Troy era una carretera amplia y llena de autos apagados. El silencio era aterrador y cada tanto se sentían leves temblores, era extraño.

No tuve que comprobar con una brújula que estaba pasando, porque lo sabía de sobra. Las imágenes de la fiesta de Jacob eran recurrentes en las pesadillas que tenía de noche, si es que no me quedaba despierta por el insomnio, aunque no sabía por qué, dormir junto a Kyllian me ayudaba a dormir mejor. Al parecer el incidente con las brújulas traía un perturbador silencio en el paquete. La vegetación se veía seca y descolorida por la falta del sol por culpa de los eclipses, aunque ya no eran tan recurrentes como lo eran antes, de igual manera afectaba todo a su alrededor.

—Esto lo viste en una de tus visiones extrañas, ¿no? El silencio —preguntó Giovanna. Al parecer no era a la única que le afectaba la falta de sonido en el ambiente.

—Sí, algo así —asentí con la cabeza —. Fue lo último que vi.

No sabía qué significaba la última visión. Mucho menos sabía si algo iba a venir después de eso. Solo sabía lo que la sombra me había mostrado y desde esa vez en que casi golpeó a Kyllian con un florero, no lo volví a ver. No le di tantas vueltas en mi cabeza ese asunto, no tenía ganas de hacerlo, tampoco es que tuviera alguna lógica. El silencio empezó a ser demasiado al momento en el que no se escuchaba ni el aleteo de una mosca o el cantar de un grillo.

—El silencio me está dando dolor de cabeza —era consciente de lo ilógico de mis palabras.

—Por lo menos no soy la única — dijo Gio con una mueca— Es demasiado, ni siquiera se escucha un miserable insecto.

—Mira el lado positivo —dijo Troy y lo miré en espera de buenas noticias, pero él no dijo nada.

—¿Cuál es el lado positivo? —pregunté alzando las cejas, impaciente.

—No lo sé. Giovanna siempre mira el lado positivo de las cosas —lo miré incrédula y lo golpeé en la cabeza —¡¿A qué se debe el golpe?!

—A veces de verdad eres un idiota —rodé los ojos.

—No tiene la culpa —dijo Gio, encogiéndose de hombros —. Los hombres no pueden hacer dos cosas al mismo tiempo. Si guía el camino, no puede pensar en otra cosa.

Reí junto a Giovanna. Troy rió sin gracia para después bufar.

—Si nos apuramos, podemos llegar mañana en la tarde a Nueva York —dijo sin despegar la vista del mapa —. Tal vez antes, si no hay ningún imprevisto.

—No invoques a Murphy —pedí —, estoy segura de que tiene algo contra mí.

Definitivamente empezaba a odiar a ese hombre. Por sus estúpidas y pesimistas leyes quedé colgando de un puente tres veces ¡Y una de esas casi me da en la cabeza un lunático! «Si algo malo puede pasar, pasará» ¡Ja! ¿Todo esto por una tostada que cae al suelo del lado de la mantequilla? Esto era estúpido. Prefería no pensar en todas las leyes pesimistas que ese hombre ha hecho. Todas eran lo opuesto a lo que necesitaba en este momento. Pero poco valía lo que quisiera, porque al parecer el espíritu de Murphy se alineó con los planetas y el universo para ponerse de acuerdo para que pagara por maldecir tanto su nombre y sus estúpidas leyes.

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