23- Jersey.

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¿Esto se siente estar muerta?

Me estaba congelando y además sentía que me golpeaban en el pecho. No. Definitivamente no estaba muerta. Si estuviera muerta, no me estuviera preguntando si estoy muerta, eso sería ridículo y antinatural. Además, si esto era el más allá, quería un reembolso.

¡Pero sentí la falta de aire y la hipotermia! ¿Cómo sobreviví a eso? Tal vez, después de todo, si soy de titanio. Que ridícula era. Hasta tratar de sacrificarme por mis chicos me salía mal. Quise golpearme la cabeza, pero mi cuerpo parecía no asimilar que no estaba muerta. ¿O si lo estaba, y estaba en algo así como consciente de mi muerte y atrapada en mi cuerpo? Eso era aún más ridículo que la simple idea de haber muerto.

No lo entendía ¿Cómo saltar de un puente, caer en un río y congelarme hasta el alma no me mató? ¡Soy un fiasco! Una vez leí un libro donde la protagonista era inmortal y no lo sabía, hasta que le atravesaron el corazón con una espada y solo le quedó un rasguño, tal vez eso era lo que me estaba pasando. No, eso era imposible, porque ella podía viajar en el tiempo y yo claramente me sentía como la mierda. ¿Estaba respirando? porque no sentía que lo estuviera, la verdad no sentía mi entero ser.

Los golpes fueron más fuertes contra mi pecho y el aire entraba por mi boca mientras algo tapaba mi nariz. Un último golpe hizo que me retorciera de dolor y escupiera agua, seguida de una desesperada tos. Unas manos me ayudaron a voltearme para no atragantarme con el agua que acababa de expulsar. Sentía que me atragantaba por tanto aire entrando de repente a mis pulmones. Me ardía la garganta y la nariz, y no sentía nada de fuerza, ni siquiera para doblar un dedo o abrir los ojos.

—¿Robin? — me llamó una voz temblorosa, pero se escuchaba muy lejos, casi como un eco.

—¡Estás loca! ¡¿Cómo te atreves a saltar de un puente?! —la voz estaba tan lejana, pero a la vez tan presente. Se escuchaba llorosa y melancolía. Y yo me moría de sueño.

—Deja de gritar —regaño una tercera voz —. Tiene hipotermia. Trae unas mantas —ordenó —, y tú llévala a la calefacción. Ponla al máximo.

Alguien me levantó de donde sea que estuviera pensando que había muerto y me dejó en otro lugar, seguramente donde estaba la calefacción.

—Te pondrás bien —dijo la primera voz acariciando mi mejilla — Tan solo, no nos dejes.

Ya lo había dicho una vez, no será tan fácil deshacerse de mí. La yerba mala nunca muere. Sí, había saltado de un puente hacia mi muerte por mi cuenta y sin ningún plan al respecto... pero fingiré que era todo premeditado. Así no me culparían por ser impulsiva y suicida. Casi me reí a la idea. Ahora bien ¿Quién me había sacado del río? ¿Y quién me había revivido? Teniendo en cuenta que no recuerdo nada a partir de caer al río y volví a estar medio lúcida al momento de que me estaban golpeando el pecho, creo que si había muerto.

Traté de doblar los dedos. Tenía que ir poco a poco, o de lo contrario sentiría que me iba a romper por las bajas temperaturas.

—Va a estar bien — dijo la voz que regañó al principio —. Cuando la sacaste del río estaba azul. Además si te ve así se va a asustar, o se va a burlar. Seguramente la primera, ¿sabes?, le importas mucho.

¿Azul? Quise reír. ¡Y vaya drama que se estaba montando mi cabeza! ¿Por qué de pronto todo me está dando risa? Tal vez sea el oxígeno que no había llegado al cerebro y lo frágil que me sentía como si estuviera en una dimensión desconocida. Me envolvieron con una manta caliente, lo cual agradecí porque me sentía como una paleta humana.

—No la viste, ella no... —no pudo terminar la primera voz, porque un sollozo le quebró la voz.

—Pero ya lo está. Así que deja de ser un llorón y ve a descansar, yo la voy a cuidar.

AteneaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora