Salimos alrededor de las cinco y media de la mañana. Tuve que limitarme a mantener la boca cerrada para no discutir con nadie tan temprano. Después, cuando sea más tarde y mi mente esté más despierta y, si estaba de ánimo, consideraría terminar la discusión del día anterior.
No me despegué de Troy. Sabía que en algún momento tenía que dejar de lado el orgullo y seguir los cuatro juntos, pero simplemente era tan difícil dejar caer mi orgullo para luego arrodillarme a recogerlo, pedazo por pedazo y después irme. Me fue más fácil dejar las cosas como estaban. Si se veía el caso, me tocaría pensar con cabeza fría para no matarnos a todos por cómo mi temperamento estaba estos últimos días. Cada que quería hablar, Troy me lanzaba una mirada de advertencia, así que fue un silencioso camino en auto. Si, en auto. Yo lo robé, yo lo conduzco, me daba igual que no tuviera licencia. La parte de adelante de este auto era mi zona segura.
Troy, el experto en mapas, era mi copiloto. Giovanna iba atrás con Kyllian, que parecía estar igual que yo: condenados a guardar silencio para no provocar nuestras propias muertes. Detuve el auto cuando ya no había más camino que recorrer en él. Lo iba a extrañar, me había salvado de muchas ese auto negro. Todos bajamos y miramos con atención el puente medio destruido. Si no pareciera que fuera a caerse si lo miras durante mucho tiempo, seguro que podremos seguir en el auto, pero la vida había demostrado numerosas veces antes que estaba en mi contra.
—¿Se supone que este es el puente que dijiste? —pregunté, alzando una ceja.
—No se suponía que estaría en tan mal estado —dijo Troy rascándose la nuca —Es nuestra única salida.
—Dudo que eso nos soporte —tercio Giovanna —Solo mírenlo... está cayéndose a pedazos.
—Si cruzamos uno por uno tal vez no se caiga —aportó Kyllian.
—Si caemos, nos arrastra el río —dije acercándome al borde con cuidado —, el hielo no está tan grueso. Si caemos lo más probable es nos de hipotermia, o nos ahoguemos. O ambas.
—Tan positiva como siempre —me dijo él, sarcástico.
—Estoy siendo realista; si cruzas y te caes, no te voy a salvar.
—No necesito tu ayuda si caigo a un río.
Lo arrastré al borde y lo obligue a observar el agua con una fina capa de hielo.
—¿Ves eso? —pregunté —. Es una corriente, una demasiado fuerte. Y eso — señalé el hielo fino — va a cortar tu piel si te caes, vas a sentir que te congelas hasta que no sientas los músculos, te duermas y no despiertes.
—Ella tiene razón —dijo Giovanna —. El puente es inestable, si caemos, la corriente nos va a arrastrar. Y no estoy segura de si podremos salir a tiempo antes de... ya saben, morir.
—¿Sugerencias? —preguntó Troy cruzado de brazos.
—Podemos buscar otro modo de cruzar —me encogí de hombros —. Este no puede ser el único manera de cruzar.
—Hay otro puente, pero está muy lejos de donde estamos — dijo Troy –, está al otro lado de la ciudad y nada nos asegura que esté en mejor estado que éste.
—Podemos buscar un árbol caído y cruzar por él —sugirió Kyllian.
—No —descartó Giovanna enseguida —. Puede haber musgo y hacer que nos caigamos más rápido. Sería más seguro cruzar por el puente que por un árbol.
Nunca estuve tan de acuerdo con Giovanna. Era impensable cruzar por un árbol. No tenía estabilidad, era resbaloso y húmedo. Si se cayó fue por algo.

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Atenea
Science FictionSeñales en el cielo. Los días se acortan. La gripe Negra. Larvas que invaden los cuerpos. Cortaron todo contacto. Silencio eterno. Las luces tratan de decirme algo. Quien haya creído que los extraterrestres eran buenos, que se ponían capas y volaban...