En la mañana, revisé los puntos de Kyllian, le cambié la gasa y vendas. No podíamos seguir hasta que la herida se curara por completo, lo cual atrasaba los planes iniciales, pero también nos daba un tiempo de descanso. Estábamos seguros en la casa, no salíamos más de lo estrictamente necesario.
Después de esa noche no volví a ver la silueta ni escuchar la voz, y fue un alivio. Tory había preparado el desayuno y cuando estábamos en la mesa nadie sacó a relucir el tema del día anterior. Troy me sonrío al sentarse y comimos en un incómodo silencio.
—Estoy aburrida —dijo Giovanna de la nada, apoyando su cabeza en su palma.
—Mira una película —le respondí revolviendo la comida con mi tenedor —, creo haber visto La colina de las amapolas por ahí, es tu favorita ¿no?
—Tal vez un paseo —propuso ella, ignorando mi comentario.
—No podemos salir de la casa hasta que Kyllian tenga la herida curada —le dijo Troy.
—Es solo un paseo —rodó los ojos —Caminar, ver el sol, no lo sé...
—Un simple paseo implica cruzarse con algún lunático, y no estoy de ánimo como para disparar —dije alejando el plato ya vacío.
—Un paseo puede despejar la mente —insistió.
—O hacer que nos maten —dije en voz baja.
—Un paseo no parece una mala idea —terció Kyllian, rodé los ojos, aquí íbamos otra vez.
Miré a Troy para que aportará algo a mi favor.
—Es una mala idea —fue lo único que dijo Troy para defender mi punto. Lo mire incrédula y él se encogió de hombros.
—Estamos todos tensos —dijo Giovanna —, estamos viendo el vaso medio vacío...
—El vaso se rompió hace mucho tiempo —apoye mi espalda al respaldo de la silla y crucé los brazos sobre mi pecho.
—Estás siendo pesimista —me acusó Giovanna.
—Estoy siendo realista —le dije —Giovanna, despierta, nada es como antes, no podemos andar por ahí fingiendo que todo está normal. Si salimos hay una gran probabilidad de que nos crucemos a un lunático y nos dispare, o en el mejor de los casos nos ataque un animal salvaje. Somos ese pequeño porcentaje que sigue con vida, y tú sigues pensando que todo sigue como hace unos meses.
—Robin, hemos estado encerrados aquí por días. Las ventanas cerradas, las cortinas puestas ¡estamos en una cárcel! —protestó ella.
— Estamos haciendo todo lo posible para cuidar de tu petulante trasero —golpee mis palmas en la mesa —. ¡Mierda, Giovanna! ¿Qué parte de que estamos con un pie en la muerte y otro en la vida no entiendes?
—Trato de vivir, Robin, aunque todo se esté yendo al diablo.
—¿Te parece que eso es vida? —reí sarcástica —Estamos temiendo cada mísero paso que damos, cuidado cada respiración que damos, pensando si el segundo siguiente seguiremos respirando... ¡Eso no es vida, es desgracia!
—Tal vez deberías dejar de pensar que todo es blanco y negro, y empezar a ver los colores —me respondió Giovanna.
—Ves todo a color porque no tienes que matar para tratar de sobrevivir —le dije —Y en realidad estoy muy feliz de que no tengas que hacerlo, porque vivir con esa sensación es una mierda. Pero te pido, por lo que más quieras, si no vas a ayudar, no estorbes.
Sentía la cara encendida de ira. No podía controlar las palabras que salían de mi boca.
—Siento ser un peso muerto —dijo mientras se ponía en pie y caminaba hasta la puerta.
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Atenea
Ciencia FicciónSeñales en el cielo. Los días se acortan. La gripe Negra. Larvas que invaden los cuerpos. Cortaron todo contacto. Silencio eterno. Las luces tratan de decirme algo. Quien haya creído que los extraterrestres eran buenos, que se ponían capas y volaban...