Miro por última vez al auxiliar de vuelo que le ayudo a bajar del avión mientras se acomodaba perfectamente en su silla de ruedas. El chico le hacia la entrega de una de sus maletas y un morral. Vivir en Washington al principio no había sido fácil, aunque no lo hizo sola, vivió en casa de unos pastores amigos de sus padres, su vida fue tranquila, tuvo una increíble adaptación y a pesar de que recaía siempre se levantaba de nuevo. Porque aún seguía viva y la gran mayoría de cosas podía realizarlas y eso era algo por lo que agradecer.
Ella no podía decir que le agrado todo del cambio que dio su vida, pero entre quejarse y aprender a vivir; prefiero aprender a vivir. Gasta su saliva, su tiempo y sus pensamientos en la negatividad solo la iba a hundir en un hueco gigante llamado desesperación, no era algo que ella quería y no era algo que Dios quisiera para ella tampoco. Muchas personas al pasar por cosas como las que ella había pasado definitivamente se alejaban en ocasiones del creador, pero a ella, Él era lo que la mantenía viva; sin tapujo alguno, era él.
Observo la maleta a su lado y su bolso sobre las piernas. Miro alrededor y suspiro, su ciudad. Extrañaba Seattle, extrañaba su clima, su gente y sobre todo, extrañaba su casa. Aunque no debía encontrarse feliz debido a que ahora estaba desempleada, lo estaba, indiscutiblemente lo estaba; era una desempleada feliz. Así de fácil. Dio una sonrisa al chico que le miro con compasión antes de sonreírle y alejarse de ella, Milena estaba familiarizada con esas miradas, algunas las odiaba, otras las entendía, otras simplemente las ignoraba, era algo con lo que ya había lidiado, lidiaba y seguiría haciéndolo.
Agradeció haberle hecho caso a su madre cuando le pidió que le enviara algunas cosas empacadas por cajas hace unos días. Ahora solo llevaba esas dos maletas y nada más. Sus padres le habían avisado que la señora Fitzpatrick la recogería en el aeropuerto así que eso era lo que ella se encontraba esperando. Verla por algún lado. Se movilizo hasta la puerta de salida de los pasajeros y maniobro para salir bien, nadie allí la miraba extraño, era una linda sensación, esa sensación de que no era simplemente ella la rarita en silla de ruedas. Amaba eso de los aereopuertos, las personas se encontraban de todo.
Se acomodó muy bien de un lado para no obstruir el paso de las demás personas y espero unos minutos tranquila mirando de un lado otro hasta que se aburrió y comenzó a imaginarle historias a las personas de un lado para otro. La mejor de todas fue la mujer de los 86 años que por año tenía un gato, fue su mejor invención en ese día, pero luego su imaginación de una manera casi que increíble fue bloqueada al ver dos ojos azules capturándola con la mirada.
Camisa de trabajo azul muy pegada al torso, los primero botones de la camisa sin abrochar, el cabello largo y despeinado. Agitado con la cara roja como un niño y una barba bien pulida. Milena conocía muy bien esa mirada, ese aspecto y conocía no en su totalidad pero algo; a la persona que se encontraba agitado llegando hasta ella. Era como sacado de una película y entonces en ese momento le dolió encontrarse nuevamente en Seattle y desempleada, quería dar la vuelta y tomar un avión de vuelta a Washington o a donde sea, no se encontraba preparada para una tonta broma de Simon Fitzpatrick en ese momento, pero esa broma no llego, simplemente llego un chico un poco flaco, sin perder su figura de deportista acompañado de una hermosura rubia sosteniéndole el brazo como si fuese su propiedad. Se acercaron mucho a ella y cuando estuvieron frente a frente, él hablo y Milena Romanueve no pensó nunca que su cuerpo, todo su sistema y cada parte minúscula de ella, hubiese extrañado aquella voz tanto.
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ARRIÉSGATE CONMIGO | LIBRO #3 |
Fiksi RemajaSimón Fitzpatrick tenía sueños, su vida puesta en una balanza eran más cosas buenas que malas, era maravillosa, hasta que vio como el sueño que había construido durante toda su vida se destruyó en pocos segundos. Para un deportista decirle que no p...