Miro por última vez la dirección que se encontraba en su teléfono y la casa gigante que se mostraba frente a sus ojos. Su padre apago el auto antes de bajarse del mismo para correr a socorrerla y ayudarla a sentarse en la silla de ruedas.
Respiro el aire limpio del lugar y luego miro a su padre que también le miraba con una sonrisa en su cara. Las últimas semanas en Seattle habían sido un poco agotadoras en la búsqueda de trabajo y sumándole a eso, las terroríficas noches de "amigos" a las que debía ir con sus padres tal cual niña de diez años. Le comenzaban a molestar demasiado esas noches, en especial esas en las que debía toparse con Simon Fitzpatrick siendo un completo idiota.
Pero pronto todo eso iba a cambiar. Después de semanas de encontrarse buscando trabajo por la ciudad y sin una llamada devuelta ahora se encontraba en el último que había decidido iba a intentar. Si no funcionaba esa vez entonces entendería que trabajar con su profesión no le iba a funcionar. Pero el aviso publicitario dado por su hermana tres días atrás le había dado atisbos de esperanza por última vez, con el hecho de mejorar su vida económica.
Milena era muy perfeccionista, sabía que su hoja de vida se encontraba perfecta, pero entendía que algunas personas no la iban a aceptar por obvias razones. Pero nunca fue un impedimento para ella dar clases cuando se encontraba en Washington, a lo mejor se debía, por lo que ella pensaba, era porque en Seattle había personas menos tolerantes que en la capital. Pero por alguna razón el encontrarse frente a esa casa la hacía creer que había llegado su momento de volver a trabajar.
Cuando leyó en el aviso publicitario que se buscaba una mujer para dar clases de piano a tres niños lo primero que pensó fue en pura felicidad. Extrañaba trabajar con niños y extrañaba enseñarles sobre música, pues amaba eso y sabía que esa era su vocación.
Su padre la acompaño hasta la puerta y miro por última vez el reloj. Apuntaba las 8:00 am. Justo la hora que habían confirmado la noche anterior por teléfono para la entrevista. Su padre toco el timbre y luego le beso la cabeza antes de dar media vuelta e irse de nuevo al auto para esperarla allí. Era algo a lo que estaba acostumbrado ya, Milena se lo había pedido desde un principio.
Unos gritos sonaron fuertes, ladridos y pisadas se escucharon cercanas a la puerta y luego una puerta abrirse. Frente a la morena se encontraba una mujer muy embarazada, demasiado embarazada a decir verdad. Con el cabello alborotado y lleno de pintura, llevaba un overol puesto que se encontraba lleno de manchas de pintura. A su lado se puso un perrito que movía sus orejas mientras veía de una chica a otra.
—Buenos días—hablo la mujer mostrándole una perfecta sonrisa llena de felicidad— ¿Eres Milena no es así? —Pregunto con felicidad en su voz.
—Lo soy, Milena Romanueve. Para servirle, ¿usted es? —Pregunto.
—Soy Samantha, Samantha Abbruzzi, anoche hablamos—Milena asintió y trato de no poner su cara de impacto. Samantha Abbruzzi era su posible jefa, y nunca, ni en sus más grande sueños, la chica pensó alguna vez encontrar a una jefa vestida de esa manera. Miro sus sandalias y pensó en Jesucristo. Entonces la chica movió los dedos—. Justo de la época de Jesús, son las amadas por esta familia. Pasa, entra.
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ARRIÉSGATE CONMIGO | LIBRO #3 |
Teen FictionSimón Fitzpatrick tenía sueños, su vida puesta en una balanza eran más cosas buenas que malas, era maravillosa, hasta que vio como el sueño que había construido durante toda su vida se destruyó en pocos segundos. Para un deportista decirle que no p...