La rutina es diferente para cada persona. Algunas veces es aplastante, otras veces es lo que hace seguir a muchas personas. A Simón por su parte, la rutina era lo que en este momento lo hacía feliz. Levantarse a diario y pensar "¿Cuándo conseguiré trabajo?" o "¿seré realmente bueno para algo?" eran las constantes preguntas a las que un adulto joven se enfrentaba al salir a un mundo lleno de puertas sin abrir al salir de la universidad. Fitzpatrick ya había pasado por ahí y por primera vez, la rutina lo hacía sentir completo.
Varios chicos se movilizaban de un lado para otro con sonrisas en sus caras y grandes grupos de amigos. La escuela siempre le traía buenos recuerdos, en especial porque había disfrutado sus mejores años como deportista allí. Aunque las amistades se habían distanciado y no se habían cumplido las promesas que muchos estudiantes se hacen al dejar la escuela e ir a la universidad, de vez en cuando veía a sus compañeros en Facebook, con sus hijos o viajando por el mundo. Pero siempre recordaba lo que era pasar tiempo en el salón de clases burlándose de todo y compartiendo con personas que si o si iban a dejar algo en tu corazón.
Encontrarse de nuevo en el entorno escolar, le traía muchos recuerdo y le gustaba. Porque enseñar le gustaba bastante, no sabía si era el mejor, pero luchaba por serlo. Normalmente los jugadores tomaban carreras como un soporte. Sin embargo él nunca lo vio así, le gustaban las matemáticas y la física, era el mejor de su clase también y aunque su propósito años atrás era ser un beisbolista profesional, nunca desmerito la carrera que había estudiado. Ahora la veía no como una profesión, si no como una vocación, una que esperaba con el tiempo la amara mucho más.
Nunca había trabajado con niños o adolescentes, aunque le gustaban mucho, sus clases siempre se resumían al nivel universitario y estaba siendo un reto para él trabajar con salones grandes. Pero algo le emocionaba de todo esto; la capacidad que tenía una persona para impactar a otros y él específicamente como profesor, para impactar la vida de un estudiante. Porque si de algo estaba seguro Simon Fitzpatrick, era de lo mucho que puede marcar a un chico un profesor de secundaria. Muchos olvidan a sus profesores en la universidad, incluso, no los recuerdan al año siguiente, pero a los de secundaria, por muy malos que sean, no los olvidas jamás. Y él no quería ser olvidado.
Su primer ciclo de clases había sido bastante bueno y ahora se dirigía a la sala de profesores con sus nuevos colegas como lo hacía diariamente. Sin embargo unos gritos de parte de varios chicos lo percataron.
— ¡Que te vayas enojado del campo no hará que te vuelva a poner en el campo! ¡O aprender a seguir mis órdenes o te vas! —esos gritos se hicieron familiares para él. Había pasado años escuchando unos parecidos— ¡Johnson, no me encuentro jugando contigo!
— ¡Y yo tampoco, lo dejo! —grito una voz que Simon reconocía. Se trataba de Hayden Johnson, era su estudiante de último año en nivelatorias. Al salir del campo de juego lo primero con que dieron los ojos del menor fueron con los de su profesor. El chico se encontraba rojo como un tomate, sudado como si hubiera salido del baño y llevaba la camiseta en el hombro.
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ARRIÉSGATE CONMIGO | LIBRO #3 |
Ficção AdolescenteSimón Fitzpatrick tenía sueños, su vida puesta en una balanza eran más cosas buenas que malas, era maravillosa, hasta que vio como el sueño que había construido durante toda su vida se destruyó en pocos segundos. Para un deportista decirle que no p...