Capítulo II

148 26 1
                                    

Yuri había empujado a ambos hombres y saltado a los brazos de Otabek antes de que los demás pudieran reaccionar.

Enterró la cara en pecho de su amigo y sollozaba Beka a cada tanto.

Yakov se tensó al escuchar pasos, por el callejón solitario se acercaban dos hombres, uno portando una cámara.

Tomo por el pescuezo a Otabek y Viktor, Yuri colgaba de los brazos del Kazajo, Yakov los lanzó a los tres a la parte trasera del carro.

—Pero deje mi moto...

—Alguien la va a recoger.

Otabek apretó la mano de su amigo para darle apoyo pero un quejido de dolor le alertó

Otabek se fijó en la camisa manchada y observó furiosos a Yuri.

— ¿Qué pasó en tu mano?

—Me caí —respondió Yuri, en un tono inexpresivo.

Otabek con cuidado tomó la mano herida y analizó los moretones de la muñeca, chasqueó la lengua al notar que era una fractura.

— ¿Te golpeaste en otro lugar?

Yuri señaló de forma indiferente su brazo y el tobillo.

Otabek rasgó la manga herida para hacer un torniquete en el brazo, recordó lo que había hecho su madre cuando se cortó y esperaban a la llegada de la ambulancia.

Amarró con fuerza la tela sobre la herida y con otro trozo hizo presión.

Yuri entre cerró los ojos pero en ningún momento se quejó, no maldijo a ninguno por haberlo metido en el carro, no le gritaba a Viktor que se alejara y dejara de acariciarle la cabeza para intentar consolarlo, no gruñó ni amenazó al ser tratado.

Yakov sujetó con fuerza el volante, la muerte de su madre y su abuelo por si mismos eran un problema para Yuri, Nikolai Plisetsky era la persona más importante para Yuri.

Pero una muñeca rota tardaba en sanar, con el tobillo el problema se agravaba, si era serio no podría patinar como antes, nunca más, tanto talento perdido por una rabieta al escuchar la muerte de su abuelo. Yakov rogó a todo dios que quisiera escuchar para que ninguna herida fuera algo grave.

Atrás Viktor hablaba de banalidades para lograr sacar alguna emoción de Yuri, aunque fuera enojo.

—Te ganaré, esta vez no habrá empate.

Yuri asintió y acercó las piernas a su pecho.

—Vamos Yurio, ¿No aceptas un reto?

Viktor continuó parloteando sobre una coreografía ganadora, capaz de volver a darle el récord mundial en los mundiales, le dijo que los padres de Yuuri los habían invitado a pasar un tiempo en Hasetsu.

—Mari-chan estará muy emocionada de verte.

Yuri logró ignorar olímpicamente a Viktor, se acurrucó contra Otabek y pareció quedarse dormido.

Al llegar al hospital Yakov les ordenó quedarse en el carro mientras cobraba unos favores para que nadie supiera dónde estaba Yuri, Viktor se excusó de salir para estirar las piernas.

— ¿Cómo te sientes?

—Mareado, algo me presiona el pecho y siento que algo está trabado en mi garganta, quiero llorar, pero mi abuelo no querría eso.

— ¿Tus heridas?

—Me duelo mover la mano y el pie, me arde la cara y me pica la nariz, siento el brazo dormido.

— ¿Qué sientes sobre tu madre?

—Nada, entré al patinaje para llamar su atención, funcionó hasta que aseguraron que era un prodigio, luego me ignoraba y me miraba furiosa, mi padre nunca estuvo, siempre fuimos mi abuelo y yo.

Yuri inhaló profundamente y se recostó contra Otabek, apoyó su cabeza en el pecho de su amigo y entrelazó los dedos, respiro el masculino aroma a colonia y cerró los ojos en un suspiro de tranquilidad.

Otabek se recostó contra la puerta y rodeó la cintura de Yuri con sus brazos, le masajeó las manos e inhaló el champú con aroma a manzanilla.

Su corazón palpitaba en la garganta, su estómago se revolvía y una sonrisa de enamorado se expandía por su rostro, su cuello cosquilleaba y sentía cada lugar donde Yuri se encontraba, sus manos, su espalda, las piernas.

Otabek estaba feliz de la cercanía con Yuri, era su primer amigo y para ser sincero consigo mismo, podría decirse que se estaba enamorando de aquel agresivo pero tierno jovencito.

Otabek haló un poco más a Yuri para acercarlo cuando la puerta en la que estaba apoyado cayó y ambos terminaron en el suelo

Viktor los miraba burlescamente y frente a él había una silla de ruedas.

Otabek masajeó la cabeza dolorida y con el rostro estoico levantó a Yuri y lo sentó en la silla de ruedas.

Los dos hombres esperaron una pataleta, que Yuri se levantara y cojeara hasta la entrada, pero se quedó ahí, sentado, indiferente.

Algo estaba roto dentro de Yuri Plisetsky.

¿Qué duele más, ser engañado por alguien a quien quieres, ser abandonado, saber que no le importas o que alguien que te amo sea arrebatado de tu lado sin previo aviso?

La familia también puede romper tu corazón, aniquilarlo, sin querer, o no.

ErrantesWhere stories live. Discover now