Capítulo XII

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Viktor tomaba la mano de Yuri y acariciaba sus nudillos del japonés, los Crispino reían de un chiste que dijo Mila, el teléfono de Viktor vibró y la cara furiosa de Yakov apareció en su pantalla.

— ¡VITYA, SE SUPONE QUE DEBEN ESTAR ENTRENANDO! —gritó el teléfono de Viktor.

—Estamos acompañando a Yurio, debe hacer una tarea con la hija de Anastasia Pávlova, estamos en un salón de ballet.

—Vitya, ven a la pista junto a Katsuki, Mila y los Crispino, ¡AHORA!

—Pero Yurio necesita compañía.

—No necesito compañía, mejor ve a entrenar, Viejo —replicó Yuri—. El tío de Aleksandra nos va a llevar.

— ¿A dónde van a ir? —preguntaron Yakov y Viktor a la vez.

—Vamos a disparar, vamos a disparar —canturreó Aleksandra.

— ¡NO VAS A DISPARAR A NADIE, YURI PLISESTSKY! —gritó Yakov desde el teléfono de Viktor—, ¡EXIGO HABLAR CON UN ADULTO RESPONSABLE!

—Yo soy un adulto —aportó Viktor.

—No eres responsable —refutó Yakov—, el único adulto responsable ahí es Katsuki.

—Tío Vitya es un adulto, y supongo que si comandas a la policía eres responsable —comentó Aleksandra, señaló a un hombre alto, de cabello rojizo, algo cano y unos ojos azules brillantes que hablaba con la recepcionista.

Viktor lo reconoció como el hermano mayor de Anastasia, siempre rondaba la pista para llevarse a la joven después de entrenar. Al escuchar que su sobrina lo llamaba sujetó el teléfono que le tendía Viktor y habló con Yakov, luego pasó el teléfono a Yuri que torcía los ojos ante las palabras de Yakov, pasó el teléfono a Viktor.

—Ven a la pista, Vitya, Yuri estará bien en la práctica de tiro.

—Yo quiero ir —se quejó Viktor como niño pequeño—, además mañana se van Michele y Sara, debemos despedirlos.

Yakov refunfuñó cosas como ‹‹Nunca me escuchas›› o ‹‹Siempre haces lo que quieres››, Viktor colgó y observó a los patinadores con una gran sonrisa de corazón.

—Vamos a la práctica de tiro.

Todos los presentes, menos Aleksandra, observaron estupefactos al peliplata, la canadiense empezó a saltar sobre sus tacones de manera impaciente mientras halaba a su tío.

—El lugar está abierto al público, lo usan policías en su mayoría, pero cualquiera puede alquilar un arma y un cubículo el tiempo que quiera —comentó el hombre, luego sacó un juego de llaves de su bolsillo y se las entregó a Aleksandra—. Si quieres puedes ir encendiendo la camioneta.

—Gracias.

Aleksandra besó la mejilla de su tío y salió corriendo con Yuri.

El hombre se encogió de hombros ante los patinadores y señaló a los dos niños que estaban montando una camioneta.

—Si quieren pueden ir, igual debo llevar a Sasha y Yuri a la práctica, si no voy Sasha es capaz de irse ella sola.

Viktor le dedicó una mirada suplicante a Yuuri, el japonés se rindió ante Viktor y asintió, si no aceptaba el ruso era capaz de irse en la camioneta del policía.

El japonés suspiró, Viktor enredó sus dedos y lo haló hacia el Cadillac rosa que se aparcaba detrás de la camioneta, Mila y Sara hablaban alegres detrás de ellos, aunque a Michele parecía no gustarle la idea de ver disparar un arma a su hermana.

ErrantesWhere stories live. Discover now