El sonido de la música y las risas traspasaba las paredes, constantemente se escuchaban copas tintinear y los murmullos iban en aumento; el ambiente estaba cargado de energía y era imposible ignorar el aire festivo que inundaba el salón, todos parecían disfrutar de aquel baile, aquella noche era perfecta... perfecta para cualquier joven que anhelara encontrar pareja y felizmente atarse a un matrimonio por dinero o ¿porqué no? Por amor.
Mientras tanto Lía estaba sentada en el alféizar de la ventana, tras las cortinas de la biblioteca de Lord Fernsby, el anfitrión de la noche. Hacía tres semanas que la invitación llegó a manos de su padre y fue imposible negarse porque era una oportunidad perfecta para que su hija estuviera en contacto con potenciales pretendientes; potenciales pretendientes con dinero y título. Lord Vieuxford había escuchado rumores de que Fernsby había invitado al Conde de Northshire y por ningún motivo iba a perder la oportunidad de que su hija estuviera en esa fiesta; anteriormente habían tenido la oportunidad de conocerlo y no le pasó desapercibido el hecho de que Lía había captado la atención del Conde; aunque era viejo, aún conservaba su postura rígida e intimidante, y lo más importante: su segunda esposa había fallecido dos años atrás y él seguía sin un heredero.
Lía sabía por experiencia que negarse a los deseos de su padre no era una opción y la única cosa que hizo tolerable la idea de ir al baile fue el saber que su amiga de la escuela, Kathryne, también iba a asistir a éste. Hacía tres años que no se veían, pero habían mantenido su amistad por medio cartas, y esta temporada Kathryne por fin había venido a Londres con su familia. La excitación y el miedo eran sentimientos que embargaba por completo su corazón, no podía mantenerse quieta en un solo lugar, sus manos sudaban y su mente no dejaba de maquinar, al final el miedo se esfumó al saber que el rumor de la visita del Conde era sólo una mentira y su excitación menguó al pasar de las horas y ver que su querida amiga no aparecía en el salón. Y así fue como terminó encerrada en la biblioteca, sola, escuchando los murmullos a través de las paredes mientras miraba al exterior tras la ventana.
***
El sonido de la puerta al abrirse hizo que Lía despertara de su ensoñación, quiso hacer notar su presencia pero al escuchar la voz de dos jóvenes prefirió permanecer en silencio, no obstante se interesó en la conversación que mantenían.
—Por favor, siéntese aquí – decía el joven con una voz potente y cortés- ¿se siente usted bien? Permítame ir en busca de su madre.
—¡Oh no, por favor! no es nada, es sólo una torcedura de tobillo- respondía ella con una voz melosa e incitadora, Lía creía haber escuchado esa voz antes pero no identificaba a quién pertenecía- pronto estaré bien solo necesito descansar, por favor siéntese a mi lado y conversemos ¡afuera hace tanto ruido que apenas puedo escuchar mis pensamientos!
Lía admiró las agallas, o más bien el descaro, de la joven al solicitarle a un caballero el permanecer a solas con ella en esa sala, si el joven aceptaba la invitación o bien era un ingenuo o un sinvergüenza.
—Señorita Steele, no creo que sea conveniente permanecer mucho tiempo aquí, por favor déjeme ir por su madre.
¿La señorita Steele? la simple mención de su apellido la golpeó como un rayo, ¡esa era la voz melosa y molesta que se le hacía tan familiar! Dios, esa mujer la irritaba tanto que había bloqueado por completo todo recuerdo de ella, pero ahora todo volvía a su mente: Harriet Steel, la odiosa, desesperante e interesada chica que había asistido con Kathryne y ella a la escuela, no había vuelto a escuchar de ella más que en rumores, al parecer cada pretendiente se le escapaba de la garras y su padre se encontraba con problemas financieros, debía de estar desesperada por encontrar marido, algunos decían que había intentado embaucar a un par de caballeros para someterlos a un matrimonio forzoso pero se habían salvado por un pelo y por supuesto no habían dudado en ponerla en evidencia, todo caballero de Londres sabía que no debían de acercarse a la señorita Steele, todos menos, al parecer, el pobre tonto que se encontraba con ella en estos momentos...
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El disfraz de una dama ©
Historical FictionA sus veinte años, Lía es una joven sin ninguna aspiración romántica; juró jamás entregar su corazón a sabiendas de que nunca podrá casarse por amor, por lo que espera con anhelo que su juventud pase para poder abandonar los salones de Londres cada...