Capítulo 15

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Lía se dirigió a la casa, nuevamente sentía un vacío en su corazón, pero en cuanto puso un pie dentro del umbral sus amigos corrieron a recibirla con muestras de cariño y miles de planes para disfrutar el día. Su hermano tenía razón: en Willow Hall había gente que la amaba.

El grupo se dirigió al salón de música, donde Kathryne prometió deleitarles con unas notas en el pianoforte y, para sorpresa de todos, Robert se ofreció a hacerle compañía con el violín.

- No sabía que su hijo sabía tocar el violín - le susurro Lía al señor Ringham mientras los hermanos coordinaban sobre la canción que iban a interpretar.
- Y lo hace espléndidamente, señorita Lowell- sonrió orgulloso-.Verá, mi esposa amaba la música y siempre intentó inculcarles ese amor a Kathryne y Robert, aunque ninguno de los dos tienen la maestría que usted posee, cada uno aprendió a tocar el instrumento de su elección.
- Mi madre también amaba la música…
Lía se abstrajo en el recuerdo de su madre, pero Kathryne la devolvió a el presente cuando comenzó a hablar.
- Este concierto tal vez no sea tan mágico como los que sueles dar- dijo mirando a Lía- pero esperamos que lo disfrutes, tómalo como un agradecimiento por todas las veladas que nos has deleitado con tu música y también como una celebración por el reencuentro con tu hermano, creo que todos coincidimos en que es un muchacho encantador y esperamos en un futuro poderlos tener nuevamente juntos en nuestro hogar.
- ¡Absolutamente!- aplaudió el señor Ringham- el joven Lowell es un muchacho agradable e inteligente, será un placer recibirlo nuevamente y la celebración es muy acertada porque yo también tengo agradables noticias, pero primero quiero escuchar su interpretación.

Con la expectativa de la noticia los jóvenes comenzaron a tocar, era un dueto hermoso, el sonido del violín en compañía del piano era extraordinario. Lía se sorprendió del talento del joven y sintió envidia de su amiga por poder tocar en compañía de su hermano, el Barón no compartía el mismo amor que madre e hija poseían, y le había prohibido al hijo a involucrarse en las artes, sometiendolo a actividades más «varoniles» como la equitación y la caza; si acaso fueran amigos, Lía le pediría a Robert que la acompañara un día con el violín como hoy hacía con su hermana, lamentablemente no lo eran.

Robert estaba concentrado en su interpretación, pero el saber que Lía lo observaba lo hacía voltear la mirada en su dirección, la joven disfrutaba de concierto con animación, su ojos permanecían cerrados, tratando de concentrarse en la música, pero su cuerpo se balanceaba de un lado a otro con el compás de las notas, para su sorpresa la joven abrió de pronto los ojos y lo miró directamente, dedicándole una sonrisa arrebatadora, estuvo a punto de equivocarse por el asombro: era la primera vez que la joven le sonreía. Al terminar, el señor Ringham y Lía aplaudieron efusivamente y luego de los agradecimientos volvieron al tema de conversación anterior.

- Y bien, papá ¿de qué se tratan las noticias?- preguntó el hijo.
- Es sobre una visita.
- ¿Se trata de lady Higgins?- preguntó Lía, curiosa, ya que no sabía si la señora le había rebelado al señor la fecha exacta de su llegada.
- Lady Higgins me prometió que vendría en cuestión de dos o tres semanas, pero no, hablo de otra persona especial.
- ¡Por Dios, papá! ¡Acaba con este misterio!- añadió su hija emocionada.
- Hoy recibí una carta de un amigo de Londres...- dijo añadiendo suspenso- dice que tiene ciertos negocios en Bristol y quiere venir a Herefordshire a visitarnos, como lo prometió meses atrás.
- ¡¿El señor Bradley?!- exclamó Lía emocionada mientras volteaba a ver a su amiga, quién había palidecido y se sentaba de nuevo en el banquillo del pianoforte- ¿cuando vendrá?
- Me dijo que aún tiene unos asuntos que arreglar en Bristol, así que supongo que llegará en las mismas fechas que Lady Higgins, tal vez antes.

Aquella noticia era maravillosa, Lía le había tomado cariño al muchacho, tanto por su agradable forma de ser como por su amiga, desde que conoció al señor Bradley supo que éste iba a contribuir a la felicidad futura de su querida amiga. Robert aún estaba confundido del por qué se le daba tanta importancia al sujeto, dejó de importarle cuando vio a Lía caminar en su dirección con una sonrisa de oreja a oreja.

El disfraz de una dama ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora