Capítulo 5

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Febrero y Marzo transcurrieron en un abrir y cerrar de ojos. Jamás una temporada en Londres fue tan divertida, hasta Lady Higgins que siempre era la viva muestra del decoro no podía evitar divertirse y es que ésta era gran admiradora de la familia Ringham, los tenía en tan alta estima que hasta los elogiaba frente a Lord Vieuxford y, gracias a ella, Lía podía disfrutar casi todas las veladas con sus amigos. Su padre aceptaba su amistad con los Ringham por respeto a la inteligencia del hombre en lo referente a los negocios pero aún así no los había recibido ni una sola vez en su casa, sólo los había saludado en una ocasión, durante el intermedio de un concierto de ópera y habían causado una buena impresión en él, la hija de el señor Ringham era muy bella, podría llegar a ser esposa de un hidalgo, si su padre movía las piezas adecuadas, así como él hacía con Lía.

Como Barón que era, no podía aspirar que su hija, ya entrada en años, se casara con alguien de mucho mayor rango, pero tampoco iba a permitir que se casara con cualquiera, fue con la llegada del Conde de Northshire que una gran oportunidad presentó ante sus ojos; el caballero era un hombre viejo en busca de una esposa joven y fértil, por lo tanto tendría que abrir su campo de búsqueda en otras ramas de la nobleza, con esto en mente más los atractivos de Lía, que podía decirse que no eran pocos, todo estaba en buen camino, solo necesitaba que el Conde diera el primer paso.

Lía era más que consciente de los planes de su padre y su única esperanza era que el conde no se atreviera a pedir su mano. Prefería ser una solterona y todos los días se recordaba a sí misma que más le valía no perder la cabeza por ningún hombre mucho menos el corazón. Kathryne era harina de otro costal, ella era libre de elegir al hombre que amara y con varios pretendientes rondando en las calles de Londres había uno que la hacía suspirar.

- Me preguntó si tendremos el placer de ver a el señor Bradley en la cena de esta noche en casa de los Edmund- comentó Lía curiosa al ver a su amiga arreglando con esmero un jarrón con flores, el comentario cumplió su cometido y pronto un sonrojo despertó en las mejillas de Kathryne

- Lamento que no sea así - respondió el señor Ringham quien estaba entrando en la habitación en ese momento - hace no más de media hora lo he visto en mi paseo matutino, al parecer debe abandonar Londres por asuntos de negocios y el día de hoy estará haciendo varias diligencias que lo mantendrán ocupado.

Kathryne no pudo evitar ocultar su sorpresa al escuchar la noticia, en realidad, todos los presentes se sentían tristes de perder la compañía del joven que quince días atrás habían conocido gracias a la intervención de Lady Higgins, la cual no pudo evitar mostrar su disgusto.

- ¡No pensará irse sin despedirse de nosotros! ¿Cierto? - expresó contrariada, deteniendo su labor de bordado.

- Prometió venir mañana temprano a despedirse, quise invitarlo a cenar mañana por la noche, pero me dijo que se le hacía imposible quedarse tan tarde, así que lo esperamos para media mañana- los ojos de el señor Ringham se desviaban continuamente en dirección a su hija, tanteando sus expresiones - por supuesto, bellas damas, espero que se encuentren aquí en ese momento, el señor Bradley tiene muchos deseos de verlas, ya luego podríamos organizar un paseo, para aligerar nuestros ánimos.

- Me parece una gran idea, papá... - su sonrisa demostraba tranquilidad pero Lía sabía que una amarga decepción embargaba a su amiga.

- ¡Pero si el señor Bradley se va eso significa que no podrá estar para el cumpleaños de Kathryne el próximo sábado! - interrumpió Lía indignada ya que tenía en mente una cena en celebración a su amiga y quería unir a ese par en dicha velada.

- Querida, eso no importa, para mi es más que suficiente que ese día cuente con tu compañía, la de mi padre, Lady Higgins y por supuesto la de Robert.

El disfraz de una dama ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora