Trozos de porcelana estaban esparcidos por el suelo de la habitación, así como restos de comida; polvos y cremas también estaban desperdigados por todo lugar y podían verse manchas en las paredes, al parecer la joven se había ensañado con ellas, finalmente, una pequeña caja de madera vuelta astillas reposaba sobre la cama, pero además de eso no había rastro de Lía.
- ¡¿Dónde está?!- gritaba histéricamente lord Vieuxford, asustando a todo el personal que estaba frente a él formando una fila- ¡Usted lo sabe! ¡¿No es así?!
El hombre señalaba con su dedo a la señora Martin y se dirigió a zancadas hacia ella, la mirada asesina del hombre ponía a temblar a todos, pero Fanny no se amedentró, hacía tiempo había perdido el respeto por su señor.
- No lo sé, señor- respondió la señora con la mayor calma que pudo- usted fue la última persona en entrar en la habitación.
- La señora Martin tiene razón, señor- abogó el ama de llaves- usted mismo guardaba la llave de la habitación.
El Barón hervía en furia, pero antes de poder replicar a gritos por la incompetencia de su personal llegó el mayordomo junto con Ben y un sirviente con librea.
- Señor, hemos buscado por toda la casa, pero no hay rastro de la señorita...- dijo con pesar el mayordomo, quién odiaba descepcionar a su señor.
- Es cierto, padre- añadió Benedict con cautela, aunque se sentía feliz por la decisión de su hermana, no podía dejar ver esos sentimientos a su padre-. Hemos buscado en cada rincón, pero no hemos encontrado rastro de Lía…El jarrón más cercano voló por los aires, haciéndose añicos al chocar contra el suelo; gotas de agua salpicaron los zapatos de los presentes y los pétalos de la flores quedaron esparcidos por el suelo. Lord Vieuxford giró con rapidez sobre sus talones y comenzó a subir de tres en tres los escalones; Ben, el mayordomo, el ama de llaves y Fanny fueron tras él.
Al entrar en la habitación encontraron al hombre apoyado sobre el alfeizar de la ventana ¿acaso era posible...?. El muchacho se acercó a su padre y pudo observar lo mismo que éste, a dos ventanas de ahí se alzaba un gran árbol y la misma idea que debía estar pensado su padre surcó por su mente.
- Ustedes dos- dijo el Baron al volverse, señalando a su hijo y al mayordomo respectivamente- inicien una busqueda en los alrededores, si se fue caminando no debe estar lejos de aquí, Lía es una joven que llama la atención fácilmente, alguien debe haberla visto y...- hizo una pausa para mirarlos con severidad- sean lo más discreto posibles, el Conde vendrá al cabo de dos horas, así que dense prisa.
Ambos salieron apresuradamente de la habitación, sabían que una vez dadas las órdenes debían de actuar inmediatamente.
- ¿Dónde está?- preguntó nuevamente dirigiendose a Fanny, esta vez con más calma, pero eso era aún peor, ya que la furia brillaba en sus ojos.
- No lo sé… señor- volvió a repetir la señora Martin, mirando al suelo.
- ¡Mentirosa!- gritó y le propinó una cachetada que la hizo tambalear- ¡Yo sé que usted tiene algo que ver!
- ¡Señor! ¡Por favor cálmese!- insistió el ama de llaves- estoy segura que la señora Martin no tiene nada que ver en esto, ella no...
- ¡Cállese!- le interrumpió- si no quiere perder su puesto… sólo déjenos a solas.
El ama de llaves asintió y salió de la habitación sintiendo pena por la pobre señora Martin.
- Ahora si… dígame ¿donde está?- volvió a preguntar halando del cabello a la señora para asegurarse que ésta lo mirara a la cara.
- Si quiere despidame- dijo Fanny aún si mostrar temor- pero eso no cambiará el hecho de que no sé donde está Lía.
- ¡Oh! Considérese despedida- dijo burlón- pero eso no cambiará el hecho de que no le permitiré irse hasta que mi hija aparezca y si no lo hace, usted pagará las consecuencias.***
Cansados por el viaje, lady Higgins y los otros llegaron finalmente a londres, habían sufrido varios imprevistos en el camino y terminaron llegando todos juntos a la ciudad. Lady Higgins instó a todos a hacer primero una pequeña parada en su casa, de esa forma podían alistarse mejor para ir en busca de Lía, cuya casa estaba a poca distancia de ahí; Robert y lady Higgins le pidieron al resto quedarse en la casa y descansar, pero todos se negaron en rotundo, pues habían hecho todo el viaje hasta ahí expresamente para ayudar a Lía, así que luego de un pequeño descanso se dirigieron a casa de lord Vieuxford.
Ni siquiera tuvieron que llamar a la puerta, pues el Barón salía en esos momentos de la lujosa mansión, parecía estar esperando con impaciencia a alguien y en cuanto les vio se dirigió a ellos, varias parejas pasaban por el lugar y unos niños jugaban alegremente frente a su casa, por lo que quiso evitar cualquier escándalo.
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El disfraz de una dama ©
Historical FictionA sus veinte años, Lía es una joven sin ninguna aspiración romántica; juró jamás entregar su corazón a sabiendas de que nunca podrá casarse por amor, por lo que espera con anhelo que su juventud pase para poder abandonar los salones de Londres cada...