El Robert Ringham que se encontraba frente a Lía no era ni remotamente parecido al elegante joven que conoció en el baile de Lord Fernsby. Su cabello castaño estaba despeinado y unos mechones de pelo caían sobre su frente; su piel bronceada brillaba por el sudor y sus mejillas estaban encendidas por el ejercicio; vestía una camisa blanca con las mangas arremangadas y abierta en los primeros dos botones, dejando parte de su torso al descubierto, un pantalón caqui entallaba sus piernas haciéndolas ver largas y fuertes; calzaba unas botas altas negras que estaban algo manchadas de tierra y en su mano derecha sostenía un sombrero; cualquiera se hubiera escandalizado por ver al respetable caballero luciendo en esas fachas, pero Lía estaba hipnotizada por su aspecto salvaje y varonil, por un momento se preguntó si en verdad sería ese el impertinente hombre que había conocido meses atrás.
Robert no estaba menos impresionado. Sabía que su hermana volvería a casa ese día y que, para su infortunio, vendría con su desagradable y pretenciosa amiga, no importaba cuán favorable la describiera su padre y su hermana, para él ella era una muchacha engreída e hipócrita, tenía su recuerdo fijo en su mente pero ahora estaba confundido, había juzgado a la joven de poco atractiva, la recordaba bien con su ridículo peinado y vestido de mal gusto, al bailar con ella había reconocido que no era fea, sus ojos sin duda eran bellos, pero la figura que tenía frente a él era completamente distinta a la de sus recuerdos y llegó a pensar que quizá, en el calor del momento, su ira había nublado su percepción.
Y es que Lía se veía más bella que nunca; el simple hecho de verse lejos de su padre y de sus obligaciones, más la belleza del lugar donde se encontraba la hacían sentir una felicidad tan grande que la hacía resplandecer. Estaba sonriente y sus mejillas tenían un color rosa que entonaba perfectamente con sus labios; sus ojos brillaban con tal intensidad que parecían dos esmeraldas; además sus espesas pestañas le daban un aspecto soñador e infantil; su cabello negro estaba enlazado en una larga trenza que llegaba a su cintura y vestía un hermoso vestido verde que hacía juego con sus ojos y resaltaba su piel blanca, enmarcando perfectamente sus curvas femeninas; su contextura esbelta y grácil la hacían ver muy elegante y a la vez le daban un aire de delicadeza que inspiraba en los hombres la necesidad de protegerla.
Ambos jóvenes se miraron absortos y no fue hasta que Kathryne habló que ambos salieron de su ensimismamiento.
-¡Robert!-la jóven bajó los dos escalones donde se encontraba y corrió a abrazar a su hermano- ¡Tenía tantos deseos de verte!
-También deseaba verte hermanita...- el muchacho depositó un beso en la mejilla de su hermana, pero luego la apartó un poco, empujandola suavemente- pero no quiero ensuciar tu vestido.
- Descuida...- la muchacha miró a su hermano y luego a su amiga, temerosa de la reacción de ambos al reunirse tan sorpresivamente.Bastó sólo una mirada para que ambos comprendieran el mensaje de Kathryne, no podían quedarse ahí sin hacer nada, ya habían decepcionado bastante a la joven con su enemistad, y ahora que iban a vivir bajo el mismo techo por varios meses debían, por lo menos, comportarse de una forma cortés; Robert decidió dar el primer paso y se dirigió hacia el pie de la escalera hasta quedar frente Lía, sus miradas se encontraron y la joven sintió como un escalofrío recorría su espalda, él hizo una reverencia y ella correspondió el saludo inclinando su cabeza pero no dijeron nada, no por orgullo, no por odio, sino por confusión.
Robert subió escaleras arriba intentando huir de la situación, necesitaba estar solo, pensar con claridad; la presencia de Lía lo estaba perturbando más de lo que había creído, y de una manera totalmente diferente; quería estar lejos de ella, pero el aroma floral que percibió al pasar a su lado se quedó grabado en su memoria.
- Eso no estuvo tan mal...- dijo Kathryne al ver a su hermano perderse en el piso de arriba- pronto van a ser amigos, ya verás.
Lía no quiso romper las esperanzas de su amiga, así que no dijo nada, pero en el fondo ella también esperaba que así fuera.Kathryne prosiguió con el recorrido y guió a su amiga hasta su habitación.
- Espero que te guste la decoración, yo misma me encargué de remodelar esa recámara.
- Debe de ser perfecta- dijo sonriente.
Y lo era, desde las cortinas, hasta los muebles, todo estaba perfectamente decorado; además, el servicio había terminado de subir sus cosas y habían empezado a desempacar; mientras, Fanny la esperaba de pie junto a la puerta.
- Les dije a los del servicio que podíamos terminar de desempacar mañana, supuse que querrías descansar inmediatamente.
- Gracias, Fanny
- Bien, entonces las dejo, quedan en su casa- dijo Kathryne sonriente- Lía, te esperamos para la cena.
- Nos vemos en la cena, ve a descansar un poco también.
Fanny cerró la puerta al ver que la señorita Ringham se marchaba.
- ¿Quieres elegir un vestido para la noche antes de irte a descansar?
- No, tendremos suficiente tiempo para buscar uno más tarde.
- ¿Pero y si ocupas que lo arregle antes? ¿A qué hora debo venir a ayudarte?Eso le recordó a Lía que su amiga no le había dicho a qué hora servirían la cena y decidió ir a preguntarle, justo al abrir la puerta vió la silueta de su amiga perderse al final del pasillo, así que fue tras ella. La muselina rosa del vestido de su amiga se perdió tras el marco de la puerta de lo que parecía ser una biblioteca, Lía podía ver estantes repletos de libros, no había entrado aún a la habitación y ya se visualizada pasando largas horas en ella, la música y la lectura eran los pasatiempos con los que la joven pasaba sus días, nada la hacía más feliz que... la voz de un hombre rompió su nube de pensamiento.
- ¿No deberías estar descansando?
- Quería primero venir a agradecerte.Si Lady Higgins la hubiera encontrado husmeando conversaciones ajenas le hubiera dado un largo sermón sobre lo que debe y no debe hacer una señorita, pero dado el caso que la señora no se encontraba en Willow Hall decidió ignorar la voz de su conciencia y seguir escuchando tras el agujero de la puerta.
-¿Agradecerme? ¿a qué te refieres?
- Bueno... agradecerte por permitir que Lía se quedase una temporada en Willow Hall.
- No es como que yo tuviera opción...- la voz del joven era de malhumor- tú y papá ya la habían invitado, después de todo aún no soy el dueño de esta casa, así que no tienes nada que agradecer.
-P-pero sí el que la hayas tratado respetuosamente cuando se reencontraron.
- Kathryne...
-Yo sé, yo sé que sólo estabas siendo un caballero... pero por un momento, no sé ¿no crees que puedan ser amigos?
- No estoy interesado en ser amigo de esa...- Robert se encontraba abrumado, había ido a la biblioteca, él único lugar de la casa en que se sentía tranquilo y en paz, para quitarse de su cabeza la imagen de Lía y ahora su querida hermana venía a recordarsela- de esa dama.
- ¡Pero si le dieras una oportunidad!
- ¡No quiero!- no pudo ocultar el fastidio que sentía, odiaba perder la cordura, pero ya había notado que esa mujer lo alteraba desde el momento en que la conoció- no quiero ser su amigo, no me interesa conocerla, no pienso meterme en sus asuntos y espero que ella no se meta en los míos, mientras menos me relacione con ella mejor...
- ¡¿Pero porqué?!Lía reconoció el tono suplicante de su amiga, y se sintió humillada, sentía tanta ira que hubiera sido capaz de entrar en la habitación y golpear al joven, pero no quería hacer una escena en su primer día en Willow Hall.
- Por que es... es una niña tonta y vacía que se cree la gran cosa sólo por ser hija de un Barón, desprecia a las personas y se basa en hipocresías para hacer amigos, ella no es más que una mentirosa que le gusta burlarse de los demás.
No sé cuál joven estaba más pálida, si Kathryne que escuchaba esas palabras salir de la boca de su hermano o Lía que seguía escuchando desde el pasillo. La primera intentaba digerir el insulto y la segunda, se dirigía furiosa hacia su habitación, lo cual fue una lástima ya que perdió la oportunidad de escuchar la sonora cachetada que la joven le propinó a su hermano y el sermón pronunciado en su defensa; por otro lado Lía no sabía si debía llorar por la ofensa o simplemente maldecir al hombre, pero ¿y si así era como la percibían las demás personas?
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El disfraz de una dama ©
Historical FictionA sus veinte años, Lía es una joven sin ninguna aspiración romántica; juró jamás entregar su corazón a sabiendas de que nunca podrá casarse por amor, por lo que espera con anhelo que su juventud pase para poder abandonar los salones de Londres cada...